Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

RIRCA recomienda: ficciones sobre la monstruosidad (II)

Hoy continuamos con nuestro recorrido por la monstruosidad en todas sus formas: desde la alteridad, las narrativas discursivas, la corporeidad y, la más terrorífica, la realidad.

Gerard Bibiloni: Bones and All (Luca Guadagnino, 2022)

¿Qué es la monstruosidad sino una exploración de la otredad? Esto es algo que parece quedar claro en el último capricho cinematográfico de Luca Guadagnino, Bones and All (2022), cuya historia gira alrededor de Maren (Taylor Russell), una adolescente abandonada por su padre debido a su condición genética de caníbal que se ve forzada a comenzar una larga y ardua odisea en la que descubrirá mucho tanto de sí misma como del mundo que habita. Su viaje de autoconocimiento no siempre se efectuará de forma eminentemente solitaria, sino que a lo largo de un kilometraje que nos ofrece una visión privilegiada de la cara más marginal de los Estados Unidos, Maren se irá encontrando con gente que, como ella, subsiste como puede en un ambiente en el que su naturaleza no responde a la normalidad, ni mucho menos a la legalidad. Dos de estos peculiares acompañantes serán Lee (Timothée Chalamet) y Sully (Mark Rylance), ambos personajes que han tratado de sobrevivir en circunstancias tan extraordinarias y que los ha llevado a transitar un extrarradio emocional con más luces que sombras.

A lo largo de su historia como director de cine, Guadagnino se ha especializado en la configuración de espacios y personajes que exploran una faceta concreta, aunque generosa, de la otredad: lo queer. Ya sea a través de instancias francamente evidentes de la manifestación queer, como puede ser Call Me by Your Name (2017), o instalaciones que tratan los márgenes sentimentales como materializaciones de una querencia —Suspiria (2018)— o de un paisaje emocional enterrado bajo la superficie de las apariencias —I Am Love (2009), A Bigger Splash (2015)—, Guadagnino ha puesto el foco sobre estos incomprendidos a través de una dialéctica y, prácticamente, una poética del deseo en las que sus protagonistas quieren habitarse los unos a los otros. Sus historias son llamamientos a los arrejuntamientos y a vivir experiencias compartidas, sean cuáles sean las circunstancias de cada uno. Bones and All funciona dentro de esta dinámica en la que la marginalidad, la otredad, lo queer se experimenta como una oportunidad doblemente adecuada para crear comunidad y habitar lo ajeno. Incluso si el habitáculo en sí resulta ser un estómago…

Aitor Fernández de Marticorena Gallego: General Idi Amin Dada: Autorretrato (Barbet Schroeder, 1974)

Puede que, a la hora de plantear un hilo sobre monstruos, un documental sobre uno de los mayores dictadores de la historia reciente no sea lo primero que viene a la cabeza. Pero donde hay ficción, hay realidad; Schroeder, director de la obra, busca la constatación objetiva de la monstruosidad del General Idi Amin Dada, presidente de Uganda entre 1971 y 1979 cuyos sobrenombres populares ya dan de qué hablar. «El Carnicero de Uganda». «El Hitler Negro». A diferencia de muchos documentales, Schroeder no inserta una ideología particular en la obra. Esa decisión es su mayor virtud: en lugar de señalar al monstruo, deja que sea el monstruo quien se señale a sí mismo. Ello se logra mediante la participación directa del dictador en el documental, compuesto mayormente de sus entrevistas con el propio Schroeder, escenas familiares y mítins políticos donde Idi Amin Dada hace oídos sordos de las peticiones del pueblo. Las formas del documental hacen del conjunto una obra de profundo calado: en todo momento, Schroeder nos muestra lo que el general quiere que veamos, si bien hay partes que fueron montadas después de la estancia del director en Uganda. Idi Amin Dada, al saber que el documental duraba más de lo previsto, secuestró en un hotel ugandiano a 200 franceses residentes en el país y comentó al realizador las consecuencias de no recortar ese material. Schroeder accedió a la petición antes de exiliarse y construir así el montaje que tenemos en plataformas como Filmin.

General Idi Amin Dada: Autorretrato muestra al dictador como un lobo vestido de cordero. Es el hombre que siempre saluda, que canta alabanzas sobre la naturaleza, muestra afecto por su familia y ríe a carcajadas. Uno no diría en primera instancia que este es el hombre al que se atribuyen atrocidades como conservar las cabezas de los líderes enemigos en sus congeladores (probado por el exsirviente del general Moses Aloga en 1977 y por el General Ben Msuya en 2014) o llevar a cabo purgas étnicas en Tanzania. Pero, a poco que uno ahonde tras esa faceta aparentemente afable, se encuentra con un hombre que no dudaría en destruir Israel de una tajada, arruinar sus paisajes naturales y urbanos, convertir a sus hijos en máquinas de matar y reírse del Holocausto judío. Su carcajada es la de un hombre febril de poder, egocéntrico y con unos ideales nada alejados del supremacismo ario. Idi Amin Dada provoca terror mientras todos bailan a su son, dejándolo ganar en la competición de piscina y temiendo por sus vidas en el momento que pronuncian públicamente un monólogo que no se adhiere a sus ideales. Llegado un punto de la cinta, uno se pregunta qué da más miedo: el secuestro de los 200 franceses para recortar el material o que haya visto normal mantener según qué escenas.

Dentro de las obras sobre monstruos, esta es de las más efectivas por adherirse, en su realismo, al género del terror. De ese que se cuela en las entrañas y plantea la pregunta: ¿cómo algo así es posible?

Javier Morales Núñez: Eugene Victor Tooms de The X-Files (Fox, 1993-2018)

Su mirada fría e inerte de ojos amarillentos me ha venido a la memoria alguna que otra vez durante los últimos treinta años y, sí, debo reconocer que aún hoy me provoca escalofríos. Me refiero a Eugene Victor Tooms, asesino en serie encarnado por un joven Doug Hutchison en la primera temporada de la mítica The X-Files. No se trata de un serial killer habitual, sino que en su caso la otredad maligna viene acrecentada hasta el extremo por unas características especialmente diabólicas. A pesar de su joven apariencia, Tooms lleva matando personas para comerse sus hígados, como mínimo, desde 1903. Además, lo hace cada tres décadas, cuando despierta de una hibernación que realiza en un nido infecto que construye a base de hojas de periódico ensalivadas con bilis. Este monstruo es inteligente, tozudo, rápido y muy eficiente acechando a sus presas, que poco pueden hacer para defenderse de él porque aparece en el momento más inesperado y desde el lugar más inverosímil. Eso es así porque Eugene Victor padece algún tipo de mutación o anomalía genética que le permite estirar sus extremidades y colarse por los huecos más angostos de las chimeneas, las alcantarillas o los falsos techos.

Dana Scully (Gillian Anderson) y Fox Mulder (David Duchovny) deben emplearse a fondo en «Squeeze», el tercer capítulo de la primera temporada, para intentar entender qué está pasando con el reguero de extrañas muertes que alguien o algo va dejando a su paso y, después, para neutralizar al asesino. El episodio se llamó en España «Infiltrarse» y recuerdo haber experimentado verdadero terror mientras veía el capítulo, sentado en los butacones de la sala de televisión del colegio mayor. Todo estaba a oscuras, a excepción de la luz que emitía la pantalla. Recuerdo mirar a los lados e intuir las caras de pánico de los otros residentes, unos rostros que reflejaban un poco de luminiscencia de la tele. La mayoría teníamos los pies subidos en los sillones, no fuera cosa que Eugene Victor Tooms, el susodicho ser reptante, apareciese desde el suelo reclamando violentamente las vísceras de algún estudiante de Medicina, Ingeniería o Humanidades. Esa noche me costó dormir, pensando en la mirada amarilla y enloquecida del asesino que va dejando huellas dactilares alargadas e impregnando de bilis las superficies por las que pasa. Y es precisamente gracias a ese rastro que la teniente Scully puede detectar que el monstruo se ha colado en el baño y salvar su hígado y su vida.

No seré yo el que niegue que, desgraciadamente, el mundo está lleno de monstruos. Demasiados. Pero pocos han dejado una huella tan intensa como el personaje al que dedico estas líneas. Así, volviendo a los noventa, fue muy comentado en el colegio mayor el hecho de que meses después de que Eugene Victor Tooms nos hubiese aterrorizado, The X-Files nos reservaba un segundo encuentro nocturno con dicho sujeto, en el capítulo 21 de la primera temporada. «Tooms», traducido en España como «Tooms, alias el escurridizo», que dirigió David Nutter. Aquí la maldad de la endemoniada presencia se incrementa con respecto a su primera aparición, elaborando un maquiavélico plan para incriminar a Mulder y anularlo como enemigo. La bilis sigue siendo omnipresente y la actuación de Doug Hutchison volvió a encandilar a público y crítica. Por ahí dicen que el actor llegó a confesar que su interpretación estaba basada en el sofisticado Hannibal Lecter que Anthony Hopkins encarnó en The Silence of the Lambs (Jonathan Demme, 1991). Yo únicamente añadiré que estamos en marzo de 2023 y que la última vez que Tooms abrió los ojos amarillentos para matar fue en 1993, hace ahora exactamente treinta años.

Raff Guardiola: The Witcher 3: Wild Hunt (CD Projekt, 2015)

En realidad, la recomendación sobre el universo narrativo de Geralt de Rivia es extensible a cualquiera de sus componentes, exceptuando, quizás, la adaptación de Netflix. Sin embargo, me resulta imposible no recomendar la última entrega videolúdica a quien no la haya jugado todavía. En The Witcher 3: Wild Hunt el jugador toma el mando de Geralt de Rivia, un brujo (Witcher en inglés), un mutante cazador de monstruos cuyo cometido es, además de eliminar monstruos a cambio de dinero, encontrar a su hijastra Ciri que huye de la cacería salvaje. A priori, esta premisa parece sencilla y plantearía una narrativa sencilla: el jugador debe enfrentarse a criaturas monstruosas para avanzar en el juego. La realidad, no obstante, es algo más compleja y dota al juego de una enorme profundidad discursiva.

Teniendo en cuenta que tradicionalmente se ha entendido que la monstruosidad en los videojuegos se erige como una mera estrategia deshumanizadora de los obstáculos que el jugador debe superar y planteada la premisa de que el avatar controlado por el jugador es un cazador de monstruos, todo parecería indicar que The Witcher 3: Wild Hunt es, simplemente, un juego más en el que cazar monstruos da puntos. La realidad, no obstante, es que la conjunción de los diferentes elementos formales, narrativos y lúdicos que componen este texto nos acerca a una monstruosidad más compleja. Conjuntamente con algunas criaturas monstruosas cuya presencia sí que es meramente obstaculizadora, en The Witcher 3 encontramos una serie de criaturas monstruosas que están dotadas de inteligencia y capacidad de razonar. Algunas de ellas son agresivas, otras solo quieren vivir en paz, y entre todas ellas, mucho espacio para los grises y la ambigüedad moral, que es el elemento en el que más cómodo se siente el universo narrativo de Geralt de Rivia.

Es, pues, a través de estas criaturas que The Witcher teje su narrativa y construye su discursividad, articulando el elemento monstruoso con temáticas tan diversas como el aborto, la violencia, el poder, el nacionalismo y muchos otros, sin dejar ningún tema candente en el tintero y dando margen de maniobra al jugador para que tome sus propias decisiones en un mundo dominado por los grises, los espacios moralmente ambiguos (si bien deja claro con su sistema de recompensas y de toma de decisiones que hay caminos preferibles). En última instancia, lo que encontramos en The Witcher es un videojuego de gran nivel, especialmente en el apartado narrativo, que construye una monstruosidad incómoda, que nos pone a los humanos frente a un espejo en el que no nos gusta mirarnos, convirtiendo la monstruosidad en un elemento que no solo no es deshumanizador, sino que es humano en su concepción. Y me permito el lujo de añadir de que es uno de los juegos más divertidos, épicos y dramáticos a los que uno puede jugar.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *