Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Sobre Koreeda (XI): «After the Storm» (2016) o esta distancia insalvable

Con After the Storm (2016), la undécima película de Koreeda, el director nipón lleva a cabo un ejercicio de conjunción de dos de sus anteriores productos: la celebérrima Still Walking (2008) y la personalísima Like Father, Like Son (2013), ambas tratadas en el seno del presente ciclo que le dedicamos al realizador. De la primera recupera los personajes interpretados por Hiroshi Abe y Kirin Kiki, presentándolos de forma francamente similar, solo que con algunas diferencias que le permitan su introducción en el marco de acción argumental y simbólico extraído de esa segunda película que mencionábamos. Lo que consigue de esta unión es la reiteración de uno de sus temas predilectos, la familia y sus circunstancias, esta vez, como en la película de 2013, reincidiendo en su propia vida personal —aunque podría decirse que todo proyecto llevado a cabo por Koreeda puede entenderse dentro de esta vena autobiográfica— y reflexionando acerca de su papel como padre a lo largo de esos 5 años que median entre una película y otra. Supone, también, un trabajo de imaginación por parte del propio director de aquella vida que pudo ser y nunca fue al plantear un protagonista como Ryota (Hirhoshi Abe), novelista frustrado que ganó en su juventud un premio por su primera novela, pero que nunca llegó a aprovechar ese tirón para seguir cultivando la literatura y conseguir crear una carrera de ella. Esto, según señala Muñoz Garnica (2022, 298-299), puede verse como un reflejo de la vida del joven Koreeda, que «con veintisiete años y recién graduado, también ganó un premio por un guion y se planteó dejar su recién adquirido trabajo en TV Man Union para explorar el prestigio adquirido como escritor. Aunque finalmente […] no lo hizo». After the Storm, desde esta perspectiva, se plantea como una de las películas más personales del director, quizás la que más, como ha llegado a señalar él mismo en alguna entrevista (López, 2017). En este espacio, como llevamos haciendo a lo largo de las diez ediciones anteriores, nos encargaremos de profundizar en After the Storm para entender cómo el director nipón construye y evoluciona sus temas a medida que avanza su carrera. Como siempre, atención spoilers.

Review: “After the Storm,” a gentle drama of a fractured family - CBS News
La familia protagonista: Ryota (Hiroshi Abe), Shingo (Taiyō Yoshizawa) y Kyoko (Yōko Maki).

Como es costumbre, After the Storm trata sobre las dinámicas internas de una familia japonesa. Ya hemos comentado —no solo en la presente entrada, sino en otros tantos escritos anteriores— que el tema resulta uno de los elementos centrales de la poética cinematográfica de Koreeda, recogiendo el relevo de Ozu como director de piezas costumbristas y entrando en el canon como el autor contemporáneo de referencia a la hora de enfrentarse al género, algo que hemos visto en la promoción de películas como A Hundred Flowers (Genki Kawamura, 2022), que la localizan en una línea muy propia del protagonista de este ciclo. La dedicación de nuestro director en la empresa de retratar las circunstancias de la familia nipona, a través de unas representaciones que bien podríamos llamar «frescos costumbristas», trae consigo la necesidad de ir evolucionando el tratamiento de la temática o, como mínimo, ir añadiendo variaciones que le aporten originalidad a sus películas. En After the Storm esta aplicación sucede de forma sutil, no a la hora de proponer una lectura alternativa de la estructura familiar o de la relación que mantienen sus integrantes, sino con la inclusión de un distanciamiento y un vacío que de buenas a primeras puede no revelarse de forma prístina. La película se hermana con Like Father, Like Son en tanto que esta última también trataba, de forma mucho más notable y evidente, el distanciamiento existente entre padres e hijos —algo que aquí, si nos centramos en la relación trazada entre Ryota y Shingo, también sucede—, pero el principio que plantea After the Storm resulta, aunque menos visible al no configurar una parte esencial de la estructura argumental, mucho más holístico.

After The Storm :: Film Movement
Aunque todos compartan una cierta carga existencial trágica, es sin duda Yoshiko (Kirin Kiki) la que más nos emociona con su vulnerabilidad y vena contemplativa y reflexiva.

En un momento dado de la película, cuando Yoshiko y Ryota —madre e hijo— están manteniendo una conversación privada en la cocina del humilde apartamento de la primera, el personaje interpretado por Kirin Kiki habla de su inminente muerte, de cómo el momento en el que le llegue su hora sucederá en ese mismo apartamento que ha estado habitando durante una parte considerable de su vejez y de cómo la muerte deja a los vivos en una suerte de estado de suspensión al haber tanto misterio a su alrededor, llegando a afirmar que en ocasiones, su marido la visita mientras duerme, dándole la falsa idea de que todavía sigue vivo. La conversación, como introducen estas líneas, pasa a convertirse en una reflexión con un cierto deje testimonial en el que Yoshiko, clara voz cantante de ese intercambio, hace balance de su vida. Una canción suena en la radio: «Mi amor es más profundo que el mar, mucho más azul que el cielo…«. En esta clara hipérbole Yoshiko encuentra los motivos para dar de lleno con lo que desde aquí pensamos que es una de las piedras angulares temáticas de la película: la distancia, el vacío que media entre unos y otros. Se confiesa diciendo que, a pesar de haber vivido tantos años, no ha cultivado un amor más profundo que el mar. Seguiremos viviendo, completará Yoshiko, porque no hemos experimentado un amor así que nos lleve a la consecución de una felicidad plena y, en este caso, también compartida. A pesar de que este pequeño discurso termina con un momento cómico —Yoshiko se sorprende de la profundidad de su pensamiento e impera a Ryota que escriba lo que acaba de decir para incluirlo en su novela—, las palabras de Yoshiko perfilan y le aportan una carga emocional palpable a la situación de Ryota, separado de su mujer por su falta de dedicación. Hay una distancia establecida entre ambos personajes, un abismo que sangra no solo en su relación, sino en la que Ryota mantiene con su propio hijo. El amor, tanto romántico como paternal, supone la manera adecuada para acercarnos en esa distancia impuesta, en esa separación paulatina que nos impide comunicarnos. El problema que habita en el centro de After the Storm tiene mucho que ver con la comunicación, con aquello que queremos decirnos, pero algo nos lo impide. Quizás un principio de orgullo, o quizás la tan cómoda como errónea idea de que los problemas se solventan solos. Koreeda, manifestando uno de los «lugares comunes» de su acercamiento al séptimo arte, implora un espacio social y emocional en el que la falta de comunicación disminuya en favor de una idea mucho más familiar o amistosa de unión y comunión.

After the Storm (2016) | RAREMEAT BLOG
Ryota, novelista frustrado, alivia sus penas con las apuestas.

«Después de la tormenta llega la calma», o eso reza el refranero español. Hay algo de verdad en estas palabras, por lo menos dentro del contexto de la película. Debido a uno de los muchos tifones que suceden en Japón a lo largo del año, Ryota, Shingo y Kyoko se ven obligados a pasar la noche en el pequeño apartamento de Yoshiko, la abuela. Esa suerte de confinamiento improvisado, uno que no limita la salida, pero que recomienda la queda estancia, favorece la configuración de un espacio en el que padre, madre e hijo tienen que convivir y tienen que pasar tiempo juntos. De esta manera, simbólica y poéticamente, la tormenta implica los momentos de confrontación que, dada la naturaleza calladamente japonesa que caracteriza a la película, en ningún momento se elevará por encima de algún comentario hiriente. Hay algo que resolver en ese nexo familiar y este es un contexto ideal para solventar —dada la temática oculta de la película: acercarse los unos a los otros— cual sea el problema que tengan unos con otros. Esa cohabitación, ese momento de realidad compartida, algo bueno habrá hecho para la salud y la higiene intrafamiliar porque, nada más terminar la tormenta, salen por la puerta con una imagen general renovada. De nuevo, vemos a Koreeda reincidiendo en la necesidad de comunicarnos los unos con los otros, en tanto que compartimos espacios y tiempos, esto es, realidades enteras. Hay que achicar aquellas supuestas distancias insalvables que median entre nosotros con el fin de poder trazar un verdadero camino común del que todos seamos partícipes y en el que todos tengamos algo que decir.


LÓPEZ, F. (2017). «Después de la tormenta solo quedan los sueños». La Nación, 27 de junio de 2017. Recuperado de aquí.

MUÑOZ GARNICA, M. (2022). Hirokazu Koreeda. Madrid: Cátedra.

 

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