Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«(Des)encanto» T.2: Ni Groening ni Tiabeanie se rinden tan fácilmente

Después 30 temporadas de éxito continuado, es difícil que Matt Groening pueda evitar que cualquier cosa que haga para televisión se compare con Los Simpson. Bendición y maldición a un tiempo, la serie de la familia amarilla es inevitablemente la referencia para todas sus nuevas propuestas. De ahí la forma algo triste en la que fue apagándose Futurama (FOX, 1999-2003; Comedy Central 2008-2013), y de ahí también las destructivas críticas que recibió el estreno de (Des)encanto (Netflix, 2018- ). Sobre ésta hemos leído en este blog una publicación que cubría la primera temporada, y en ella me apoyaré para reflexionar sobre la segunda. El objetivo de continuar haciéndola visible es doble: por un lado, reivindicar el trabajo de Groening fuera de Springfield; por otro, unirme a la defensa que se hizo en aquel primer post de una serie de animación para adultos que no cae en la “irreverencia” mal entendida (léase humor soez + machismo + racismo como fuente de risas).

Hasta la fecha, (Des)encanto tiene disponibles en streaming dos temporadas de diez episodios cada una, y se ha anunciado su renovación para una tercera. Su creador había planeado un total de cuarenta capítulos; habrá que ver si la cosa llega a tanto. De momento, la segunda temporada (igual que ocurrió con la primera) ha terminado con un claro cliffhanger que nos deja a la espera de más aventuras de la princesa Tiabeanie (‘Bean’ para los amigos). Esa joven rebelde, con un físico alejado de las bellezas dibujadas por Disney, aficionada a ir de juerga con sus inusuales amistades, y con cero interés en el matrimonio o la maternidad, continúa siendo la protagonista de la serie. En la temporada dos ha salido y vuelto a Utopía, ha reparado la tensa relación con su padre, el rey Zog; ha comprendido que la madrastra no siempre es la mala del cuento (incluso cuando tiene pinta de reptil, como la reina Oona); e incluso ha bajado al mismo infierno para rescatar a su mejor amigo, Elfo. Acompañada por este pequeño ser verde y por el sarcástico demonio Luci, Bean ha seguido rompiendo moldes como princesa, como mujer, como hija y como heroína de esta historia de ambiente medieval.

Todas las reseñas y entrevistas que se publicaron alrededor del estreno de esta serie de Groening mencionaban el enfoque feminista que el creador había querido darle. La compañera que escribía en este foro el año pasado se preguntaba si esa decisión tendría que ver con un convencimiento real o más bien con un “subirse al carro” de corte oportunista. A esta cuestión es difícil darle respuesta, pero yo sería práctica, dado en panorama de la industria audiovisual: como espectadora, me da igual por qué Groening ha decidido situar a una mujer joven, alejada del canon corporal y de los patrones de comportamiento tradicionales en el centro de la historia. El caso es que lo ha hecho. Y no solo eso: lo ha hecho apartándose del exceso insultante, del retrosexismo y del mal gusto como origen de la carcajada que proliferan en los dibujos animados para adultos.

La segunda temporada de (Des)encanto es, desde mi punto de vista, más fuerte que la primera en todos los sentidos. El ritmo es más ágil, las tramas avanzan más, Bean sale reforzada como protagonista, se encuentran más referencias intertextuales e incluso hay más variedad en la parte artística al aparecer muchos personajes secundarios y escenarios más allá de Utopía (nuevos dibujos, nuevos matices). Continúa siendo una serie desigual, y hay episodios hilarantes frente a otros que simplemente entretienen, pero su humor se complejiza en cierta medida, y el binge-watching que promueve Netflix apetece más que con la primera entrega. A mi entender, lo mejor este segundo año ha sido el personaje de Luci, ese demonio aspiracional que siempre tiene en su mano el golpe de gracia para cada diálogo o situación. En el otro extremo está Zog, el monarca vago y voluble que tiene más bien poco que decir. Su segunda esposa  Oona ha dado un giro sugerente; y hasta su hijo, el bobalicón príncipe Derek, tiene algún momento glorioso en esta tanda de episodios.

Se decía en este blog en 2018 que era pronto para saber si (Des)encanto nos encantaba. Ahora quizá sería el momento de decidirse. Por mi parte, y habiendo visto recientemente varias series más de animación para mayores, le daré otra oportunidad si Netflix finalmente la trae de vuelta. No es Los Simpson, es cierto. No es Futurama, ni lo pretende. Tampoco es Padre de Familia ni BoJack Horseman. Si tengo que elegir, me quedo con la torpe, desaliñada, leal y decidida princesa Tiabeanie. No es que me encante, pero como nos dejó bien claro Billy Wilder… nadie es perfecto.

 

One thought on “«(Des)encanto» T.2: Ni Groening ni Tiabeanie se rinden tan fácilmente

  1. Me parece muy acertado tu comentario. Y me alegro de que podamos seguir escribiendo sobre esta serie… Enhorabuena, Marta.

     

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