Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Frankie, esa mujer

Hace un tiempo mi colega Meritxell Esquirol le dedicó una entrada en este blog a la serie Grace y Frankie, creada por Marta Kauffman y Howard Morris para Netflix en 2015. En ella, celebraba la novedad de que mujeres mayores de 60 años tomaran el centro de la historia, además de su frescura en la forma de abordar temas como el sexo, la maternidad o las dudas de la madurez, y hablaba del feminismo que destilaba la propuesta como algo positivo. Tras leerla, me decidí a darle a esta comedia una oportunidad, y debo confesar que terminé enganchada. Una vez “devoradas” las cinco temporadas disponibles en streaming, me ha alegrado saber que en 2020 habrá una sexta, y que la historia se cerrará con la séptima al año siguiente. Mientras esperamos las nuevas entregas, el equipo del RIRCA ha pensado que sería buena idea revisitar a las ancianas más divertidas desde Las chicas de oro (NBC, 1985-1992), y tengo el honor de empezar por mi personaje favorito: Frankie Bergstein, interpretado por la inefable Lily Tomlin.

Como sugiere el título de la serie, el protagonismo es compartido al cincuenta por ciento entre Frankie y su conocida-convertida-en-compañera-de-piso-forzosa-que-acaba-siendo-mejor-amiga Grace Hanson (Jane Fonda). Ambas se encuentran en una situación muy particular cuando descubren que sus respectivos maridos están enamorados el uno del otro y llevan años manteniendo una relación en secreto. La salida del armario de ellos es la caída al vacío de ellas, que deberán replantearse toda su existencia y, al principio por necesidad y luego por elección, lo harán juntas.

Que un personaje hecho carne por Lily Tomlin destaque no es extraño, dado el talento de esta cómica y cantante nacida en 1939. Le conocemos decenas de títulos en el cine (al menos uno con Jane Fonda: Nine to Five, terriblemente traducido para el mercado español como Cómo eliminar a su jefe en 1980), ha trabajado en la televisión y en el teatro, y sabemos que ha recibido merecidamente premios Emmy (cuatro), Tony (dos) y un Grammy, entre otros. En 2017 el Gremio de Actores le entregó el premio a toda una vida de éxito en la pantalla, y puede presumir de haberse mantenido siempre en activo desde su debut en 1969. Su interpretación de Frankie es un paso más en una carrera sólida en la que, además, muchas de las figuras a las que ha dado voz reflejan su compromiso con las causas feminista y LGTB+ (su lucha por la igualdad y su condición de lesbiana son de dominio público en la industria).

Frankie Bergstein es un personaje que arranca casi como estereotipo (una hippie trasnochada que se evade del shock que su marido le ha causado a base de marihuana y meditación), pero que desarrolla multitud de matices según la serie va avanzando. El optimismo se mantiene como base en una evolución que poco a poco va incluyendo la reflexión seria sobre su rol como madre adoptiva, la gestión de la ira por lo sucedido con su compañero de cuarenta años, o la tristeza de sentirse despreciada en un principio por una Grace que debería entender sus sentimientos mejor que nadie.

A lo largo de las cinco temporadas ofertadas por Netflix hasta ahora, Frankie no pierde nunca la capacidad para ver el lado bueno de las cosas, a pesar de haber vivido la adicción a las drogas de su hijo Coyote (Ethan Embry), de ver a su marido Sol (Sam Waterson) conviviendo con otra persona o de notar en su cuerpo los estragos de la edad. Es divertida, ingeniosa, ocurrente y sarcástica, además de creativa como artista y generosa tanto en su rol de esposa como de ex o de amante cuando conoce a hombres con los que inicia nuevas relaciones o aventuras. Es una original maestra para su alumnos (enseña pintura a ex-convictos en su propia casa) y una extravagante socia de empresa para la rígida y ambiciosa Grace cuando comercializan su lubricante orgánico o su vibrador especial para mujeres con artrosis. Su aspecto es natural y no disfraza los signos del envejecimiento, si bien elige algunos looks anclados más en el Verano del Amor que en el siglo XXI, y proporciona un claro contrapunto a la imagen cuidadísima, sofisticada y elegante de Grace.

Si nos vamos al referente obligado de Las chicas de oro antes mencionado (la primera serie que se atrevió a dar protagonismo a un grupo de amigas jubiladas), podríamos decir que, como creación televisiva, Frankie es una soberbia amalgama. En ella reconocemos la candidez de Rose (Betty White) –aunque con mucha más perspicacia–, la ironía salvaje de Dorothy (Bea Arthur) –pero libre de amargura–, el impulso erótico de Blanche (Rue McClanahan) –si bien bajo camisetas y túnicas en vez de négligées – y la sinceridad brutal de Sophia (Estelle Getty) –con menos acidez. Con todo, es un personaje original y cercano que actualiza para el nuevo panorama televisivo algunas situaciones sugeridas por Susan Harris en su serie de los ochenta al centrarse en la convivencia entre mujeres.

Para las audiencias jóvenes Bergstein es una mezcla entre esa madre marchosa que te avergüenza ante tus amigos y esa abuela tolerante con la que compartes tus secretos más íntimos. Es un referente de honestidad y apertura de mente que cuando mete la pata sonroja incluso a quien está más lejos del desastre del momento. Es una anciana hermosa y diferente, atrevida y solidaria, activa y valiente que de vez en cuando te lanza un discurso que te hace esconderte bajo una mesa. Es una mujer de carne y hueso, sin miedo a mostrarse vulnerable, que asume que a los ochenta se han perdido muchas cosas pero que no se cierra a que aparezca algo nuevo. Es Frankie, es Lily Tomlin, es historia de la televisión.

 

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