Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La fiesta más grande del cine español: XXX Edición de los Premios Goya

Ayer tuvo lugar una de las mayores citas de la industria del cine español, los Premios Goya que entrega la Academia de Cine para celebrar y recompensar a las mejores producciones españolas del año. Dani Rovira fue el encargado un año más de ser el maestro de ceremonias de la gala y donde los premios cumplian su 30º aniversario. Pero, vayamos por partes. Con la presentación de más de 140 producciones presentadas en los premios, los galardones de la gran noche del cine español contaron con una representación diversa y bastante repartida entre sus ganadores.

Finalmente, y como iban pronosticando todas la quinielas en las últimas semanas, la triunfadora de la noche fue la película de Cesc Gay, Truman, imponiéndose a la gran favorita, – al menos en número de nominaciones (12, nada más y nada menos) – la ambiciosa e imponente reinterpretación de Bodas de Sangre de Federico García Lorca, La Novia de Paula Ortiz. Este año, la Academia optó por un drama sencillo, humano y emotivo que narra el reencuentro de Julián y Tomás, dos amigos de la infancia que compartirán nuevos momentos y recordarán viejos tiempos, mientras tendrán que lidiar con la enfermedad del primero. Truman se alzó con cinco de los seis galardones a los que optaba, incluyendo Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guión Original para Cesc Gay y, como no podía ser de otra manera, para el dúo protagonista de la película: Javier Cámara, quién consiguió el premio a Mejor Actor de Reparto tras llevarse hace dos años el Goya en categoría protagonista por Vivir es Fácil con los Ojos Cerrados (2013); y como Mejor Actor Protagonista, se lo llevaría Ricardo Darín en su cuarta nominación a los premios.

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El equipo de Truman con cuatro de sus cinco Goyas

Sin duda, el mayor «batacazo» (por decirlo de alguna manera) se lo llevó La Novia. Siendo la producción con el mayor número de nominaciones, solamente llegó a alzarse con dos de ellas. Pero bueno, pocos, pero merececidísimos . Por un lado, el espectacular e hipnótico trabajo de Miguel Ángel Amoedo le supuso el galardón a Mejor Fotografía y, por otro, la veterana actriz Luisa Gavasa conseguía en su primera nominación el Goya a Mejor Actriz de Reparto por su brillante interpretación de «la madre» en La Novia. La que se quedó otra vez sin cabezón fue Inma Cuesta – parece que eso que «a la tercera va la vencida» en su caso no funciona, como bromeaba la misma Cuesta en la alfombra roja – Su desgarrador trabajo como «la novia» no pudo con otra estupenda interpretación de Natalia de Molina en Techo y Comida, quien nerviosísima, no solo hizo hizo historia convirtiéndose en la actriz más joven (25 añitos) en conseguir dos premios Goya en tan solo dos años, sino que en su discurso reivindicó los roles femeninos protagonistas y le dedicó el premio a todas las actrices del país (¡bien hecho Natalia!) Los galardones a Mejor Actriz y Actor Relevación fueron para Irene Escolar por Un Otoño sin Berlín y el jovencísimo protagonista de A Cambio de Nada, Miguel Herrán, quien hizo saltar las lágrimas a más de las mitad de la sala con sus palabras de agradecimiento a Daniel Guzmán.

De hecho, fue el equipo de A Cambio de Nada quienes fueron los protagonistas de los momentos más emotivos de la gala. Empezando por Herrán y continuando con el mismo Daniel Guzmán, quien entre lágrimas se llevó el Goya a Mejor Dirección Novel y realizó el mejor discurso de la noche – en mi modesta opinión – compartiendo (de corazón, no de boquilla, como hicieron muchos otros) el premio con sus compañeros de categoría Leticia Dolera (Requisitos Para Ser una Persona Normal), Juan Miguel del Castillo (Techo y Comida) y Dani de la Torre (El Desconocido) y, sobretodo, dedicándoselo a su abuela, Antonia, que a sus 93 años, estaba nominada como Actriz Revelación. Otro momento muy emotivo fue la entrega del Goya Honorífico al director Mariano Ozores acompañado de sus sobrinas, Adriana y Emma Ozores, y quien dedicó el premio a sus actores y al público.

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Natalia de Molina con su segundo Goya por Techo y Comida

En las catergorías técnicas, quien tuvo más suerte fue la cinta de Isabel Coixet Nadie Quiere la Noche con cuatro cabezones, siendo la segunda película con más Goyas de la gala, llevándose Mejor Diseño de Producción, Vestuario, Maquillaje/Peluquería y Banda Sonora Original. Palmeras en la Nieve conseguiría Mejor Dirección Artística y Mejor Canción Original para Pablo Alborán; El Desconocido y Anacleto: Agente Secreto se repartirían Mejor Montaje, Sonido y VFX. Sin sorpresas en las categorías de Mejor Película de Animación, Película Europea y Película Iberoamericana con Atrapa la Bandera, Mustang (Francia) y El Clan (Argentina), respectivamente.

Y en cuanto a la gala… Primeramente, dentro de lo que cabe, la gala tuvo un buen ritmo con una duración de unas 3 horas – lo normal para este tipo de celebraciones -, cosa que se agradece (porque, hay que admitir que el año pasado fue soporífero). Dani Rovira realizó un notable trabajo, muchísimo mejor que el del año anterior. Estuvo acertado y gracioso en algunos momentos interactuando con los nominados – al que algunos les siguieron el rollo como Inma Cuesta, Ricardo Darín, Natalia de Molina, Leticia Dolera, Manuel Burque e, incluso, Penélope Cruz y, otros, que no estaban tan dispuestos a colaborar demasiado como Isabel Coixet, Javier Bardem o Fernando León de Aranoa – al más puro estilo Ellen Degeneres en los Oscar. En la gala introdujeron este año un poco de magia a cargo de Jorge Blass y algún que otro número musical, otro intento más o menos potable de los Goya de querer llegar a la altura de las grandes ceremonias de Hollywood (si, lo digo por tí Rovira. Que no eres Neil Patrick Harris…) Sin embargo, más allá de que la gala se hiciera más llevadera que en años pasados, si que hubo algún que otro momento extraño como lo tensos que se encontraban Tim Robbins y Juliette Binoche durante toda la gala – normal si no se molestaron en ponerles un pinganillo con un traductor… -; la manera tan abrupta de quitarles el audio a los que se pasaban del tiempo en sus discursos (que ya se encargó Darín de hacerlo saber); las caras largas de Isabel Coixet y Fernando de Aranoa; la actuación musical de un Juan Manuel Serrat que pareceía que iba perdiendo fuelle mientras actuaba; el insólito homenaje a Luís Buñuel a golpes de los tambores de Calanda; y algún que otro discurso pasado de vueltas como el de una Irene Escolar un poco eufórica y sobreactuada con si fuera Scarlett O’Hara.

Daniel Guzmán protagonizó uno de los momentos más emotivos de la noche

Anoche otros de los protagonistas fue Antonio Resines quien pronunciaba su primer discurso oficial como nuevo Presidente de la Academia. Su discurso, con falta de rigor y profesionalidad (en mi opinión), estuvo enfocado en las nuevas iniciativas de la Academia por acercar el cine español a la calle y, sobretodo, en la lucha contra la piratería. Como también haría Resines en su discurso, Rovira atacó fuertemente a la imposición del 21% de IVA cultural y, aprovechó que se encontraban la mayor parte de líderes de los principales políticos de España y de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid, incluído el Ministro de Cultura, Educación y Deportes en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, para denunciar las desigualdades sociales y a bromear (aunque también se puede leer como una ataque directo) al gobierno en funciones actual del PP, en mi opinión, esta última parte de su monólogo completamente fuera de lugar en más de una ocasión.

Está claro que cada vez hay mayor diversidad y que la calidad de las producciones españolas está en auge, y los Goya de esta año son prueba de ambas cosas. Ahora, solo hace falta que el público respete y tenga un mayor interés y confianza en nuestro cine. Porque, más allá de los premios, de que las galas sean divertidas o no, que Dani Rovira vuelva el año que viene como maestro de ceremonias, de su competencia sana (o no tan sana en el caso de algunos) entre los nominados; y de quién fue la mejor vestida… Me parece que todos los artístas de este país que asistieron a la gala tienen un pensamiento en común y que no dejó de repetirse ayer noche: ¡Viva el cine español!

 

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