Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Sheldon (Cooper) y Sherlock (Holmes): Reseña del episodio 15 de El joven Sheldon

Quizá resulte extraña la asociación de estos dos personajes (Sheldon Cooper y Sherlock Holmes) en el título de mi entrada. Pero dejará de hacerlo después de mi explicación. En el episodio 15 de El joven Sheldon, titulado «Dolomita, gajos de manzana y una mujer misteriosa», los dos protagonistas de sus correspondientes productos culturales comparten no sólo la excelencia de sus capacidades cognitivas, sino también el hecho de sentirse atraídos por personas del sexo opuesto de un modo distinto al que convencionalmente muestran el resto de los mortales. Para justificar mi afirmación, tenemos que fijarnos concretamente, en el caso del archiconocido detective Sherlock Holmes, en el relato de Sir Arthur Conan Doyle  titulado “A Scandal in Bohemia”, de 1891. En él, su amigo, compañero y narrador, Dr. Watson, explica cómo Holmes se sintió fuertemente atraído por una mujer (Irene Adler). Aún poseyendo ésta una extrema belleza (por la que –dice él mismo en el texto- “cualquier hombre moriría”), fue, sin embargo, su admirable inteligencia (que llegó a superar a la del mismo detective), la que cautivó al investigador hasta el punto de referirse a ella con el título de “la mujer”. En el episodio 15 de la serie que nos ocupa, ocurre algo parecido. Sheldon no puede apartar los ojos de una chica que toma un libro sobre Geología de la estantería de biblioteca. Él sabe que no está en el temario, por lo que deduce que la chica lo está haciendo por iniciativa propia (como así era), lo que cual le encanta al pequeño genio. De ahí que él y su amigo Tam (aunque este por motivaciones más básicas) decidan invitarla a comer con ellos en la biblioteca, a lo que accede con gusto.

A partir de ahí se va generando una bonita amistad, que George Jr. Interpreta como una relación amorosa, de la que se enorgullece, por cierto. La línea que divide estos dos tipos de relaciones no es fácil de delimitar (como tampoco lo era en el caso antes citado de Holmes e Irene), dado que el pequeño pasa horas hablando con Libby (que así se llama su nueva amiga), e incluso se adentra en el mundo de la geología (que nunca había tomado muy en serio y que veremos que menosprecia de mayor, en The Big Bang Theory). De hecho, todo parecía girar en torno a la primera de las opciones mencionadas hasta que nos sorprende la reacción del pequeño cuando Lilly explica a su madre que puede dejarle ir al cine con ella porque tiene experiencia como baby sitter. Esa palabra resuena una y otra vez en la cabeza del pequeño que, introducido en un mundo de jóvenes por su precoz inteligencia (pero al que no corresponde por su corta edad), creía que ella lo consideraba, al menos, como igual, si no como persona a quien amar.

Serán la ternura y sexto sentido maternal de Mary Cooper los que aporten el consuelo que su hijo necesita y que ella siempre sabe ofrecerle del mejor modo, dejando claro que, como subraya la sabiduría popular, «el amor auténtico siempre inventa maneras», hasta en los casos más difíciles. Mary, además, lanza una predicción que hace un guiño claro a la conexión entre El joven Sheldon y The Big Bang Theory, anticipando a su hijo que está segura de que, cuando sea mayor, estará rodeado de un gran grupo de amigos maravillosos e inteligentes.

El episodio resulta enternecedor, por los motivos expuestos: vemos que Sheldon también tiene su corazoncito (como ha demostrado -aunque en otros terrenos- en episodios anteriores), y que su madre es un ser entrañable. Pero merece la pena ver el episodio también por otros muchos motivos. Entre ellos, me gustaría destacar el debut de la complicidad suegra-yerno entre Meemaw y George Sr., que nos pilla por sorpresa, después de haber sido testigos de tantas ocasiones en las que se llevaban como el perro y el gato en anteriores episodios. También se puede destacar el papel de contrapunto (“foil character”) de Tam, el amigo de Sheldon, que, lejos de sentirse atraído intelectualmente por Libby, se queda embelesado por su aspecto externo y se esfuerza infructuosamente por llegar a ser algo más que su amigo. Al final del episodio, en una escena que -siguiendo con la intertextualidad- también podría recordarnos a otro famoso texto literario, la fábula de “La zorra y las uvas”, los dos se muestran desengañados por la experiencia de haber intentado incluir en su círculo de amistad a este nuevo personaje, quedando su relación, así, afianzada.

Como Mary Cooper le explica, el pequeño Sheldon, de nueve años, aunque de una inteligencia superior a la de su edad, tendrá que esperar unos años para alcanzar la madurez emocional. Esto es algo que parece llegar por fin en su relación con la también extraordinariamente inteligente Amy Farrah Fowler. El proceso puede resultar lento… pero parece haber merecido también la pena con la perspectiva del paso de los años, pues nadie podría encarnar mejor que ella el alter ego de un ser tan particular y sentir por él unos sentimientos amorosos tan auténticos e intensos.

 

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