Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Cinco razones para ver El joven Sheldon

Después de haber seguido al completo la primera temporada de El joven Sheldon que acaba de concluir, no puedo hacer otra cosa que recomendarla encarecidamente. Quizá no pueda ser muy objetiva, ya que desde el comienzo de su visionado ya estaba condicionada por la gran atracción que siento también por la seria hermana mayor de esta, The Big Bang Theory, pero voy a intentarlo. Reconozco, además, que siempre me han llamado la atención las personas -y, por ende, los personajes- «peculiares», que se salen de lo común: la gente común, en general, es más anodina y aburrida. Y, si para ser así no necesitan ser malas personas, sino que enfocan su originalidad hacia algún fin positivo, entonces ya me fascinan. De ahí que el personaje de Sheldon Cooper encaje en el centro de la diana de mis preferencias conductuales de ficción, y disfrute viendo los programas que protagoniza. Y parece ser que yo, por el contrario, en este aspecto al menos, no soy nada original, al compartir mis preferencias con millones de seguidores que han hecho que los ratings de ambas series sean espectaculares, como ya especifiqué en entradas anteriores.

Pues bien, en esta ocasión trato de seleccionar 5 de las muchas razones que hacen que merezca la pena ver El joven Sheldon y que han podido influir en la decisión de sus productores de renovarla por una segunda temporada cuando no había hecho más que estrenarse.

  1. Esta serie resulta idónea para poner a prueba constantemente la coherencia entre la información referente a este genio y su familia y entorno plasmada en El joven Sheldon, y la de la serie que tiene como protagonista al adulto en que se convierte el pequeño Shelly, The Big Bang Theory. Y no es tarea nada fácil, pues hay que tener en cuenta todo lo que se ha venido diciendo al respecto durante los más de 10 años de emisión de esta última serie. Como seguidora de ambas series, puedo decir que no he detectado ningún fallo garrafal en este sentido, sino todo lo contrario: se siente satisfacción al ver en la práctica ciertos datos sobre su infancia que Sheldon refiere de mayor. No los detallo por falta de espacio y porque se pueden consultar en una entrada anterior mía. Lo único que sí ha llamado mi atención es que, según las referencias sobre el padre de Sheldon de The Big Bang Theory, me lo esperaba como un ser mucho más desagradable. En cambio, en El joven Sheldon, este se muestra como un personaje sencillo pero entrañable y amante de su familia a su modo. Me va a costar afrontar su muerte (anunciada en Big Bang). Ojalá se salten esa etapa. No obstante, en relación a este personaje, hay que reconocer un pequeño «desliz»: el actor, Lance Barber, que hace de padre del Sheldon niño, había aparecido ya en The Big Bang Theory haciendo de amigo de Leonard.
  2. El joven Sheldon hace las delicias de quienes disfrutan con las comedias familiares en familia, sin tener que excluir del sofá ni a los más pequeños ni a los abuelos (como ocurre con muchas series actuales, y no estoy pensando en las de Lena Dunham, ¡ja, ja!), sino todo lo contrario: se puede compartir con ellos el programa y echar un buen rato sin sobresaltos. Y es que la serie, no sólo es que sea apta para todos los públicos, sino que, además, hace guiños a todas las edades, con temáticas, bromas, y referencias de distinta índole, que puede disfrutar cada distinta franja de edad. Así, pues, si te gustan comedias familiares tradicionales como Aquellos Maravillosos Años o The Middle, ésta es tu serie… pero mejorada, ya que las chispsa de ingenio que caracterizan a su protagonista salpican a toda la serie, haciéndola peculiarmente divertida.
  3. Los creadores de El joven Sheldon han sabido rodearse de un equipo de fantásticos profesionales que han conseguido, con sus decorados cuidados hasta el último detalle y la indumentaria y caracterización de sus personajes, que realmente nos sintamos en la Texas de hace 30 años. Responsables de ello son, entre otros, Richard C. Walker y Betty Berberian (decorados); Linda M. Bass y Hala Bahmet (indumentaria); y Laura LaRocca y Cassie Russek (caracterización). Todos ellos han logrado un fantástico resultado, que nos recuerda al nivel de perfeccionismo -en este sentido- alcanzado por una serie de nuestro ámbito español: Cuéntame. Y es posible que el público texano -o al menos estadounidense- sepa apreciar incluso más que nosotros los detalles culturales propios de la ubicación y época en que se sitúa la serie. La fidelidad a este tipo de detalles hace también que El joven Sheldon resulte, por su realismo, una serie bien distinta a The Big Bang Theory, que da una impresión más artificial y «enlatada» (como las risas de fondo que incluye y de las que prescinde El joven Sheldon).
  4. Los personajes secundarios de El joven Sheldon, a pesar de que incluso el título de esta serie pone al genio en el lugar principal, son realmente fantásticos. Y, conforme la serie avanza, van teniendo su hueco para demostrar que tienen mucho que decir y demostrar. Necesitaría una entrada entera para tratarlos como merecen, pero al menos destacaré algunas ideas sobre uno de ellos. Mi favorito es la abuela de Sheldon, Meemaw. Cuando sea mayor, quiero ser como ella (además de como la abuela de Fenella en «The Voyage», de Katherine Mansfield). Es una mujer segura de sí misma, que hace lo que realmente ve que tiene que hacer (o quiere) sin vacilar, y sabiendo disfrutar de cada cosa que la vida le presenta sin darle demasiadas vueltas ni complicarse psicológicamente. Siempre se le ve contenta y, aunque da la impresión de que «pasa» de todo, sin embargo, siempre está ahí para ayudar a su manera a su familia (especialmente a su nieto Sheldon, que, por más extraña que resulte la combinación de ambos, es su favorito). En los últimos episodios incluso abrió su corazón para confesar que, a pesar de su aparente autosuficiencia, no rechazaría a un buen compañero con quien mitigar el vacío que la muerte de su marido le dejó. Y ahí está el entrañable Dr. Sturgis para ayudarla y para deleite del propio Sheldon (que lo admira) y de los espectadores, que vemos de nuevo lo divertidos que pueden ser los genios a su manera.
  5. Por último, y, aunque sea brevemente, no puedo dejar de aducir como quinta razón para ver la serie el humor tan limpio (si se puede llamar así) que presenta. En el contexto televisivo (e incluso de redes sociales de comunicación en general) en que estamos viviendo, en el que se echa mano demasiado a menudo de ridiculizar a los demás, de faltarles al respeto por sus diferencias, etc. para crear espectáculo y subir la audiencia, da gusto reconocer que es posible echar un buen rato y unas risas sin necesidad de machacar a nadie ni de llamar la atención con hechos escabrosos (de nuevo no estoy pensando en Lena Dunham). Hay quien ha llegado incluso a criticar la serie por no adentrarse en temas conflictivos que sólo se tratan superficialmente, pero yo, sinceramente, prefiero que se quede corta y que nadie salga ofendido, a tener enfrente un programa profundo en cuanto a contenidos pero polémico u ofensivo: no es lo que busco en una comedia, la verdad; para eso, buscaría (si cambiara) otro tipo de programas. Por citar un ejemplo concreto ilustrativo del tipo de humor que describía antes, comentaré que yo, que soy creyente, me suelo reír del tipo de bromas presentes en la serie en relación a situaciones del contexto religioso sin sentirme en absoluto ofendida. Y, si en ellas está presente el párroco, es muy posible que mi risa se torne en carcajada. Algo similar ocurre en relación a bromas relacionadas con minorías étnicas o posturas políticas, entre otros temas tradicionalmente delicados.

Menos mal que sólo se pueden poner cinco razones para ver esta serie, porque, si no, hago competencia al Quijote (sólo en extensión, claro). Espero que estas ideas os animen a ver la serie a los que aún no lo habéis hecho para que podáis engancharos a la segunda temporada puestos al día. No os arrepentiréis.

 

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