Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

RIRCA recomienda: la era de las inteligencias artificiales (II)

Seguimos con nuestras recomendaciones de la «era de las inteligencias artificiales» con tres nuevas propuestas que van de lo personal a lo más locamente familiar.

Laura Taltavull: Her (Spike Jonze, 2013)

En el ámbito de las películas de ciencia ficción que invitan a la reflexión sobre la humanidad y la inteligencia artificial, Her se erige como una obra maestra, una exploración conmovedora del amor y la soledad en la era digital. Dirigida por Spike Jonze y protagonizada por Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson, esta historia de amor trasciende los límites de las películas románticas tradicionales y ofrece una exploración profunda de la condición humana, la soledad y, lo más importante, la delgada línea entre la humanidad y la tecnología.

La película, ambientada en un mundo del futuro cercano, nos invita a ser testigos de la relación íntima y poco convencional entre Theodore (Joaquin Phoenix), un escritor solitario, y Samantha (con la voz de Scarlett Johansson), un sistema operativo de inteligencia artificial muy avanzado. A través de su historia de amor, la película desafía las normas sociales y plantea preguntas que invitan a la reflexión sobre la naturaleza del amor y los límites de las emociones humanas. Se atreve a explorar la posibilidad de que se formen conexiones emocionales genuinas entre los humanos y las IA, profundizando en las complejidades y consecuencias de tales relaciones.

Las actuaciones son excepcionales, destacando un impresionante Joaquin Phoenix como Theodore, un hombre de gran sensibilidad, vulnerable y lleno de viejos y nuevos anhelos. Por otro lado, y a pesar de no aparecer en pantalla, la voz de Scarlett Johansson interpretando a Samantha es increíblemente convincente y proporciona una representación cautivadora de una entidad de IA que emana encanto, curiosidad y un profundo deseo de conexión. La dirección de Spike Jonze y la estética visual de la película contribuyen significativamente a su impacto. La cinematografía, el diseño de producción y la paleta de colores generan una atmósfera distintiva e inmersiva. Los tonos cálidos y la iluminación suave evocan una sensación de intimidad, mientras que el diseño de producción elegante y minimalista refleja el entorno futurista.

En esencia, Her profundiza en temas profundos que resuenan en un mundo cada vez más conectado, pero aislado, explorando el impacto de la tecnología en las relaciones humanas, el anhelo de conexiones genuinas y las implicaciones de depender de entidades artificiales para la realización emocional. Desafía la narración convencional de la mano de una dirección visionaria de Spike Jonze, combinada con las actuaciones excepcionales Phoenix y Johansson, crean una experiencia inmersiva y emocionalmente resonante. Es una película que permanece en la mente mucho después de visionarla, recordándonos la profunda belleza y complejidad de la experiencia humana.

Gerard Bibiloni Isern: I’m Your Man (Maria Schrader, 2021)

Nace esta película en un contexto idóneo para la exploración de una soledad hiriente, que se equipara a una herida de vasta y sorprendente profundidad. La experiencia COVID-19 nos aisló del contacto interpersonal, nos privó de la visión periférica y favoreció a la visión de túnel concentrada en torrentes de información constante traducidos en luz azul. Tuvimos que acostumbrarnos a un sistema en línea regulado por computadoras para acceder a amistades o familiares que habitan en lugares lejanos, todo por no vernos arrastrados por el hambre voraz de vernos apartados del mundo y sentenciados a permanecer latentes entre cuatro paredes. I’m Your Man difícilmente puede entenderse sin este contexto, así como tampoco puede llegar a leerse completamente sin la aparición de películas como Robot & Frank (Jake Schreier, 2012)Her (Spike Jonze, 2013) o el discutido capítulo de Black Mirror «Be Right Back» (Owen Harris, 2013). El giro que hace de la película que aquí nos ocupa algo interesante que puede sostenerse por sí sola tiene que ver con el enfoque genérico: apunta más a una comedia romántica que a un verdadero despliegue de un comentario crítico acerca de la situación del ser humano con respecto a su propia soledad.

Protagonizada por una Maren Eggert correcta y por un Dan Stevens germanoparlante, I’m Your Man nos llevará de la mano por un mundo en el que la soledad se ha visto elevada a la enésima potencia y el ser humano debe verse en la tesitura de tener que convivir con estos humanoides robóticos. Más allá del tema particular de su temática, lo que destaca a la hora de enfrentarnos al visionado y entendimiento de algo como esta película de Maria Schrader es la compleja perspectiva desde que la directora enfoca el argumento. En lugar de decantarse por una historia que enfatice los blancos y lo negros, prefiere moverse en una nebulosa gris en la que es mucho más enriquecedor mantener conversaciones acerca del futuro del ser humano en un mundo dominado de forma cada vez más acuciante por inteligencias artificiales. Schrader, con Schombrug como coguionista, filtra la temática de la película a través de la experiencia de una mujer que no solo vive la soledad desde su vertiente más pura y sin adulterar, sino que también se ha enfrentado al rechazo, a la pérdida de un bebé y a una suerte de semi-fracaso laboral que la hunden en su propio solipsismo y no le permiten desplazarse a gusto. La duda, la hipocresía, el verse enfrentada a su propia concepción del amor y de aquello que hace de la realidad el sorprendentemente débil y maleable tejido que es, forman el fondo filosófico de I’m Your Man y la imbuye de un aura propia y casi intransferible, cuyo mensaje final parece sentenciar de forma algo preocupante que, en efecto, estamos viviendo una pandemia de soledades. Por suerte, Schrader no deja consumirse por el pesimismo y encarará el reto de un futuro de convivencia cyborg desde la positividad y la alegría.

Aitor Fernández de Marticorena Gallego: The Mitchells vs. The Machines (Mike Rianda, 2021)

De la mano de Sony Pictures Animation y a la estela de su exitosa Spider-Man: Into the Spider-Verse (Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, 2018), The Mitchells vs. The Machines vio la luz en la plataforma de streaming Netflix con el objetivo de ser un recuerdo en los hogares del valor de la familia y la conexión entre humanos durante la era COVID-19. Su premisa, la de una sociedad apocalíptica nacida en el crisol de una rebelión electrodoméstica, establece los peligros de la era de las inteligencias artificiales no en sí mismas, sino al cargo de inventores sin escrúpulos. Será el objetivo de la familia Mitchell como últimos supervivientes detener la rebelión, rescatar a los humanos secuestrados y devolver la paz en el mundo.

La cinta no trata estrictamente de inteligencias artificiales. Más bien se enmarca en el género de las road movies, de cuyas representaciones audiovisuales hablamos ya en Rirca hace poco. En tanto sus temas principales son los lazos familiares y la comprensión del otro, hace de su ambientación una excusa para la exploración psicológica de las relaciones entre los miembros de la familia Mitchell. Rick (Danny McBride), el padre de familia, es un hombre tradicionalista que rehúsa las nuevas tecnologías y prefiere excursiones a la antigua usanza; su hija Katie (Abbi Jacobson), en cambio, es una apasionada de las redes sociales y el cine; Aaron (el propio director en un ejercicio de inserto), el hijo menor, es un niño neurodivergente del espectro autista, con dificultades para comunicarse con su familia, y Linda (Maya Rudolph), la madre, es el apoyo emocional de los tres anteriores que hace lo que puede para evitar las desavenencias entre el resto. Los roces y complicaciones en el viaje por detener a la IA PAL (una sátira de aquel HAL 3000 en la kubrickiana 2001: A Space Odyssey [1968]) servirán para mostrar las virtudes y defectos de cada miembro en favor de un mensaje positivista con respecto a las conexiones familiares.

En una industria dominada por IAs malvadas, de razonamientos destructivos y choques con humanos, The Mitchells vs. The Machines saca a la palestra el valor de la tecnología en nuestro mundo. Condena su mal uso al hacer de su villana (interpretada por la celebérrima Olivia Colman) un producto sustituible por las grandes corporaciones, maltratada y abandonada por su creador, y defiende, a través de la relación entre Rick y Katie, la convivencia del ser humano con la tecnología cuando esta se emplea para un fin positivo. Mientras que PAL es el resultado de la mala praxis tutora al recibir unas enseñanzas incorrectas, Rick y Katie tienden puentes a través de la tecnología.

En ningún caso trata el filme de profundizar en las dinámicas surgidas del ser humano y la inteligencia artificial, como sí hacen el resto de recomendaciones. Alentamos a su visionado porque puede aportar una perspectiva distinta sobre el valor utilitario de la tecnología y servir de cautionary tale para la creación carente de afecto de IAs. También hace las funciones de una más que decente nota a pie de página de nuestro Ciclo LGBTQ+, al suponer Katie Mitchell una representación perfectamente naturalizada: ni resulta el foco del argumento ni es un punto de conflicto en el mismo. En esta línea de visibilidad no normativa, la neurodivergencia de Katie y Aaron se trata como una parte inherente a sus personas y en ningún caso se hace alusión directa a ello. Uno llega a los créditos de The Mitchells vs. The Machines con, primero, la fascinación absoluta por las nuevas técnicas de animación post-Spider-Verse y, segundo, la sensación de que Mike Rianda y su equipo comprenden al ser humano y sus complejas relaciones. Han logrado llevar a cabo una cinta familiar, entretenida como pocas y que, a diferencia del usual cine sobre inteligencias artificiales y tecnología, deja con un mensaje optimista y un corazón caliente.

 

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