Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

El caballero era ella: Anne Lister

Entre las muchas series que hemos comentado en este blog a lo largo de 2019 está la producción de HBO Gentleman Jack, que mi compañera Nuria Vidal recomendaba ver por sus raíces realistas, su retrato de un momento y unos personajes de interés, sus técnicas narrativas poco convencionales para el género, su minuciosidad estética y el trabajo actoral de sus protagonistas, Suranne Jones y Sophie Rundle. Ahondando un poco más en los primeros puntos de su lista de razones para acercarse a esta propuesta televisiva, repasamos hoy aquí brevemente la vida de Anne Lister, su figura central.

Lister nació en la región de Yorkshire, al norte de Inglaterra, en 1791. Originaria de la cuidad de Halifax, tenía raíces en una familia de terratenientes cuyo hogar se asentaba en la centenaria mansión de Shibden Hall, donde vivían sus tíos Anne y James. Su padre, Jeremy Lister, luchó por el lado británico en la Guerra de Independencia estadounidense, y junto con su madre, Rebecca Battle, tuvo seis criaturas (cuatro niños y dos niñas), de las cuales solo llegaron a la edad adulta las dos chicas: Anne y su hermana pequeña Marian (a esta última también podemos verla en la serie, a menudo desesperándose con el comportamiento inapropiado de la “Caballera Jack”). Fue Anne quien heredó Shibden Hall y todos sus privilegios cuando sus tíos fallecieron en 1836. Para entonces, ya llevaba diez años ocupándose de los asuntos económicos familiares.

Anne fue educada en escuelas privadas, y a una edad muy temprana se dio cuenta de que su tendencia sexual no casaba con las convenciones de la época. Durante su etapa en el internado Manor House de York compartió dormitorio con quien luego recordaría como su primer amor, la joven Eliza Raine. A partir de esa primera relación Anne mantuvo siempre vínculos amorosos y eróticos con mujeres, llegando a unirse en un matrimonio simbólico con su compañera Ann Walker al tomar juntas la comunión el domingo de Pascua de 1834. A día de hoy, una placa recuerda en York cómo las dos mujeres dieron juntas un paso importante hacia lo que conocemos como matrimonio igualitario.

Aunque en muchos círculos es sobre todo conocida como “la primera lesbiana moderna”, Lister tuvo  una vida intensa que fue mucho más allá de romper moldes afectivo-sexuales. Fue una viajera empedernida, tuvo negocios arriesgados en una Inglaterra en plena expansión minera e industrial, se atrevió con el muy masculino mundo del alpinismo decimonónico y escribió más de siete mil páginas de diarios personales, una gran parte codificados. La cadena británica BBC ya había producido algunos materiales sobre su inusual existencia en 1994 y 2010, pero ha sido la creación de HBO, renovada ahora para una segunda temporada, la que ha hecho a Lister conocida entre el público contemporáneo.

Gentleman Jack es uno de esos casos de series que nos hacen ir de la pantalla al papel, invitándonos a conocer a su personaje más importante a través de fuentes más allá de la televisión. Para mí la experiencia de visionado ha sido interesante porque, cuantos más episodios veía la temporada que de momento hay disponible en HBO, más ganas me entraban de leer los diarios de Lister. Desde mi punto de vista, esto dice mucho de la forma en la que ella está caracterizada en la serie de Sally Wainwright, así como del respeto y el cuidado con que se trata su historia, sin huir de las contradicciones ni del humor, dándole una riqueza de matices que la hace muy atractiva para el público espectador y para el potencial público lector.

La Anne televisiva se apropia de códigos masculinos y de tradiciones patriarcales a la vez que trata de vivir su vida como lesbiana en libertad; esconde sus sentimientos para protegerse a un tiempo que se muestra vulnerable en sus escritos; se enamora locamente sin dejar por ello de tener amantes; sufre ataques homófobos sin convertirse en víctima; ejerce sus prebendas como terrateniente sin perder de vista que antes de las clases están los seres humanos. La Anne de los diarios editados por Helena Whitbread hace todo esto y mucho más, y nos lo cuenta con habilidad y en gran detalle. Si HBO lo hace bien, nos quedan muchos episodios por delante, no me cabe duda.

Los diarios de Lister se publicaron en inglés en dos volúmenes: el primero en 1988 y el segundo en 1992. En español, la editorial Ménades ha sacado una edición este mismo año 2019, posiblemente para aprovechar el éxito de la serie (insisto: bienvenidas todas las series que nos mueven a leer, ¿verdad, señora Atwood?). Por su retrato de la experiencia lesbiana en su época, se consideran importantes para los Estudios de las Mujeres y del Género, así como para el movimiento LGTB+ en Gran Bretaña. Es tal su valor, que la UNESCO los incluyó en 2011 en su programa Memoria del Mundo, que preserva el patrimonio histórico documental de los pueblos de todo el globo. No me digan que no les va apeteciendo conocer al Caballero de la falda y la chistera.

 

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