«American Horror Story: Apocalypse» entre lo perverso y la nostalgia… por ahora
El día 12 de septiembre se estrenaba la muy esperada octava temporada de American Horror Story. Desde que a principios de 2017 se hiciera pública la noticia de la renovación de la serie creada por Ryan Murphy y Brad Falchuck hasta su novena temporada —y ahora hasta una décima, como era de esperar se produjeron las quinielas del fandom para delimitar su contenido y hacia dónde se dirigiría la serie. Unas especulaciones que tenían una base confirmada por Murphy como rey que es de las redes sociales y del hype: la temporada sería el mayor crossover visto hasta el momento y consistiría en un cruce entre Murder House (primera entrega) y Coven (tercera entrega). Así, fantasmas y brujas se reunirían aunque no se sabía muy bien cómo. Los teasers de la temporada y las fotos de rodaje colgadas por actores y equipo en las redes confirmaron el casting y también permitieron intuir las líneas argumentales de la serie.
Pues bien, como decíamos, día 12 se despejó, por fin, la incógnita. American Horror Story: Apocalypse situará su argumento en Los Ángeles que será blanco de un misil nuclear cuyo origen desconocemos y que supondrá la destrucción no solo de la ciudad —como antes habían sido otras ciudades del planeta— sino de la raza humana: en definitiva, el fin del mundo. Una destrucción que no alcanzará, sin embargo, a todos los humanos puesto que algunos de ellos serán conducidos, por motivos diversos, a un búnker, «Outpost 3» dirigido por unas más que estrictas Wilhelmina Venable (Sarah Paulson) y Ms. Meade (Kathy Bates) y perteneciente a una organización conocida como «The Cooperative». A ellos se unirá un enigmático e hipnótico personaje, Michael Langdon (Cody Fern) quien debe decidir finalmente quién de ellos es trasladado a otro búnker más seguro, «The Sanctuary».
Este breve resumen nos conduce directamente a un argumento distópico del que podemos deducir un fuerte desarrollo de los personajes que, siguiendo los cánones de películas con unas premisas semejantes y la intuición de nuestro imaginario colectivo, van a llevar el peso de la acción y acabarán, probablemente, enfrentándose entre ellos. Pero estamos hablando de Ryan Murphy y de American Horror Story, con lo que cualquier suposición lógica se va a ver rápidamente desbaratada. Y todavía más cuando la temporada se anunciaba como un crossover de argumentos y personajes anteriores que forman parte ya del conocimiento del fandom de la antología de manera que no quedaba más que esperar a ver cuándo y cómo se producía la entrada de brujas y fantasmas en escena. Así, tras los más que perversos y fascinantes primeros episodios de la temporada —en los que son esenciales la dirección del piloto por Bradley Buecker, la de fotografía de Gavin Kelly y la de arte de Giles Martens y Val Wilt— va a seguir la incorporación del argumento fantástico/mágico: el enfrentamiento entre las brujas de la academia Robichaux y los brujos de la academia Hawthorne por hacerse con lo que queda del planeta.
Y en este preciso instante lo perverso se desvanece para dar entrada a la nostalgia. La nostalgia del fandom que se reencuentra con las particulares brujas lideradas por Cordelia Foxx que ampliarán su sororidad para enfrentarse de nuevo al patriarcado. Un continuum argumental y conceptual pero llevado al extremo ya que la pugna tendrá como objeto la reconducción de un «brave new world» surgido de un apocalipsis que, para qué negarlo, tiene más de bíblico —con numerología y colores incluidos— que de nuclear. Un esquema repetitivo, así planteado, que ha provocado la aparición de numerosas críticas subrayando el agotamiento de la fórmula American Horror Story. Pero no olvidemos que se trata de un crossover y, por tanto, la repetición de fórmulas resulta inevitable.
¿Acaso no sabíamos qué personajes iban a aparecer en la nueva temporada? ¿No éramos conscientes de cuáles eran las premisas de las temporadas que constituían la base de Apocalypse? ¿No esperábamos que aparecieran todos y cada uno de los elementos icónicos de Coven y de Murder House? ¿No se desarrollan los temas recurrentes de ambas temporadas y que son constantes en la producción de Murphy? ¿No hemos visto a lo largo de toda la antología la incorporación gradual de cruces de personajes y temporadas? ¿No somos conscientes de que la base de los crossovers suele ser el rellenar las lagunas informativas que no aparecen en temporadas anteriores y que nos ayudan a comprender la evolución de los personajes? Estas son algunas de las cuestiones que subyacen en la nueva entrega de American Horror Story, pero sobre todas ellas dos que subraya sistemáticamente Desiré De Fez en sus artículos en «El Periódico»: ¿acaso no encontramos en los últimos tiempos críticas hechas por seguidores que se autoproclaman guionistas ofreciendo sus valoraciones de acuerdo con lo que a ellos les gustaría que estuviera en la temporada y no está? y ¿no son este tipo de críticas excesivamente rápidas e inmediatas no dando ni tiempo ni oportunidad de desarrollo a las series?. De ahí que remarquemos el «por ahora» en nuestro titular.
Por ahora, Apocalypse se está demostrando como una temporada de una extrema hibridación respecto a la antología como bloque, algo para nada novedoso en el mundo de Murphy y Falchuck. Y es que, además de la extrema organicidad de incorporación de los personajes y motivos de las temporadas-base de la nueva entrega, las referencias a toda la antología están presentes ya sea físicamente (Hotel) o conceptualmente (Asylum) contribuyendo a una construcción pervasiva de la información. Igualmente están presentes los temas recurrentes murphyanos como son la maternidad, la sexualidad y especialmente la alteridad —en el sentido más amplio del término— y su reflejo en el tratamiento del espacio como psicogeografía, solo que la sutileza de su tratamiento en temporadas anteriores se va a abandonar en favor de diálogos y situaciones de crítica directa a la hipocresía individual y social. Y esto se realizará a través de la incorporación de los nuevos personajes encerrados en el búnker y casi símbolos de la sociedad como si una danza de la muerte se tratara: los Gallart (Evan Peters y Joan Collins), Mallory (Billie Lourd), Coco St.Pierre Vanderbilt (Leslie Grossman) y Dinah Stevens (Adina Porter).
Y si la hibridación argumental y temática es uno de los sellos autoriales de la factoría Murphy, esta se verá completada en Apocalypse con la ampliación del star system murphyano, esa especie de microcosmos familiar que alcanzará a actores y actrices que han participado en otras producciones del showrunner o que jamás han trabajo con él y que esperemos que lo hagan a partir de ahora: Cody Fern y Jon Jon Briones (The assassination of Gianni Versace), Billy Porter (Pose) y la recuperada Leslie Grossman (Popular),entre los primeros y B.D Wong (Law & Order: SVU y Mr. Robot) entre los segundos.
De este modo, e independientemente de cuál sea el desarrollo argumental en los próximos episodios, Apocalypse cumple, por ahora, con todas las expectativas planteadas desde su anuncio enmarcándose de lleno en la arquitectura dramatúrgica de Murphy y su equipo. Una arquitectura que, sin embargo, creemos que será distinta a lo que realmente hemos visto y que podemos intuir desde el primer episodio ya que la principal pregunta de la serie no es cómo actuarán los fantasmas y brujas sino cómo se ha llegado a este ataque masivo y quiénes son realmente alguno de los personajes encerrados en el búnker y cómo afectará esta identidad a la temporada como globalidad. Por ahora nos movemos entre lo perverso y lo nostálgico, a partir del midpoint de Apocalypse veremos con qué nos sorprenderán Ryan Murphy y Brad Falchuck, algo que también forma parte de su sello personal.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.