Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Amores obsesivos y grandes traiciones, «Room 33» (AHS Hotel, 5×06)

Tal como se ha comentado en los dos posts inmediatamente anteriores, Devil’s Night y Room Service, una de las características de las series de Ryan Murphy lo constituyen los especiales para la festividad de Halloween. Pues bien, con la reaparición del personaje de Pepper en Freak Show, el tándem Murphy-Falchuck iniciaba un trabajo de unión entre las distintas temporadas de American Horror Story bien sea a través de la aparición de actrices que no están en la temporada en emisión  -como es el caso de Lily Rabe en su papel de Aileen Wuornos en Devil’s Night,  bien con la ligazón entre argumentos o backstories de personajes de temporadas anteriores que se reenganchan en las siguientes -como el caso de Pepper de la que  sabemos porqué llegó a Briarcliff y su relación con la aún angelical sister Mary Eunice. Y no olvidemos tampoco los curiosos avances en forma de pistas un tanto rebuscadas y dificilísimas de encontrar que nuestros guionistas dicen que están esparcidas por los capítulos de las series, con la persecución de sister Jude con una escoba a los hijos de Kit Walker, preludio -según ellos-  de la historia de las jóvenes brujas de la Robichaux’s Academy en Coven.

Y decimos esto porque Room 33 es un ejercicio magistral de autocitación y de compresión de la primera temporada de la entrega, Murder House. Y no sólo porque ya la primera imagen del episodio es la llegada de The Countess -todavía Elisabeth- a la casa donde la recibirá la fotografía de los Montgomery, sino porque el desarrollo de todo el episodio supondrá una variación de la historia de la primera temporada.

Murder House, la autocitación llevada al extremo

La mayor parte de Room 33  se centrará en la figura de The Countess de quien se nos van suministrando con cuentagotas las informaciones de su historia  -o historias- previa. La, por ahora, encantadora y también sanguinaria condesa va a mostrar en este episodio dos de sus facetas hasta el momento más escondidas. La primera de ellas va a relacionarse, como ya es habitual en Murphy, con la maternidad que, en este caso, va a ir más allá del amor llamémosle humano que vemos en el personaje de Alex Powell para convertirse en un amor animal con las consiguientes implicaciones de defensa de la cría por una parte, y  de defensa del territorio, por otra.

Tal como hemos comentado, Elisabeth acudirá a la consulta del doctor Montgomery donde dará a luz a Bartholomew al que esconderá desde la década de los veinte en la habitación 33 y cuya existencia solo conocerán Liz Taylor y Ramona Royale. Un ser deforme y agresivo que dará un enorme juego a lo largo del desarrollo del episodio al crear momentos de autentica tensión con la «abandonada» hija de los Powell y cuya configuración será idéntica a la del monstruoso Tadeus Montgomery. Sin embargo, frente al rechazo de Nora y, dicho sea de paso también de Lana Winters a su hijo Johnny en Asylum, Elisabeth aceptará y cuidará a su hijo en una estructura idéntica a la película que sirvió de base para la primera entrega de la serie, Rosemary’s Baby de Polanski. El ejercicio de malabarismo de Murphy es, pues, extraordinario al oponer en menos de una hora de emisión los elementos esenciales de Murder House, de sus personajes y temas fundamentales. Elisabeth hace lo que no fue capaz de hacer Nora pero sí Constance Langdon quien, como también sucede con The Countess, justificará las acciones de su «pequeño diablo».

La historia de amor entre Tristán y Liz Taylor

Mientras la historia de Bartholomew nos ofrece algún tipo de explicación a la recolección de niños perdidos o descuidados por sus padres que pululan por el Hotel Cortez -que también es  extensible a la historia de los Powell cuya tragedia personal está ligada al magnetismo que ejerce dicho espacio sobre ellos y sus vidas- la relación sentimental entre Tristán y Liz Taylor mostrará el sentido territorial de The Countess así como su faceta más déspota y egoísta dibujando a un personaje que considera a los hombres como pertenencias, por tanto, objetos y, por tanto, con una finalidad exclusivamente utilitaria. Sin duda la relación con Ramona Royale en Mommy nos ofreció un avance de este sentido territorial ligado al amor, y también, sin duda alguna, los futuros episodios de Hotel nos irán suministrado más dosis del que, quizá, es el personaje más enigmático que ha pasado por American Horror Story. 

En cualquier caso, el binomio amor-odio y todas las variables que recogemos en los títulos de nuestro seguimiento particular es el eje que está haciendo avanzar la nueva entrega de una serie que, por ahora, está superando a sus predecesoras.

Lo mejor:  la emotiva historia entre Liz Taylor y Tristán, con un magnífico monólogo de este último en su enfrentamiento con The Countess.

Lo peor: no es ni mucho menos lo peor, pero ya echábamos de menos el episodio más grotesco de la temporada, y éste tiene muchos números para serlo en algunos momentos. Más que lo peor es «lo más loco y exagerado»

Lo más destacable: cómo se va construyendo el personaje de The Countess y cómo Lady Gaga lo está interpretando. Murphy y Falchuck saben para quién escriben sus guiones perfectamente y en esto son camaleónicos sin ningún género de duda.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *