«Antes del Anochecer»: el aquilatamiento del amor en tiempo real
Ha llamado mi atención que esta película se considere una de las mejores, un must (como está de moda decir), a pesar de carecer de escenas propiamente de acción, de una intriga realmente intrigante, de estar basada básicamente en diálogos que buscan remover las fibras mentales para hacer pensar y, encima tratarse de una tercera parte (si se dice que «segundas partes nunca fueron buenas», sobre las connotaciones inherentes a las terceras ya ni te cuento…). Pues con la curiosidad despierta por todos estos motivos, me dispuse a ver Antes del anochecer. Y tengo que reconocer que no me ha defraudado y voy a explicar algunas de las razones que lo han hecho posible.
Para empezar, me ha llamado mucho la atención cómo su director, Richard Linklater, cocina a fuego lento sus trabajos (recordemos su película Boyhood, que se estuvo rodando desde 2002 hasta 2013). Me explico: Antes del Anochecer es, como dije antes, la tercera parte de una historia de amor nada pastelosa sino tratando de mostrar sus aspectos más cotidianos del modo más realista posible. La primera «entrega» tuvo lugar allá por 1995, con Antes del amanecer, que es donde Celine, una estudiante francesa, y Jesse, un joven escritor norteamericano, se conocen en un tren, entablando una estrecha relación entretejida por su profunda y diversa conversación. Aunque deben continuar cada uno por su lado, en la segunda parte de la trilogía, Antes del atardecer, los protagonistas se reencuentran nueve años después para no volverse a separar. Lo curioso es que son también nueve los años transcurridos en la vida real entre la primera y la segunda parte, de 2004. Lo mismo puede decirse de la tercera, Antes del Anochecer, de 2013, donde Celine y Jesse se encuentran afrontando problemas propios de la familia que han constituido, de la que forman parte ahora las mellizas que fruto de su relación además del hijo que ya tenía Jesse con su mujer, Hank.
Este respeto al paso del tiempo real entre unas y otras partes dotan de un realismo especial a la trilogía. Por ejemplo, al tener siempre los mismos actores encarnando a los protagonistas (Celine es Julie Delpy, y Jesse es Ethan Hawke), sus aspectos físicos se transforman de forma natural y, por ende, indiscutiblemente creíble. Además -y esto es más importante- el director ha tenido a bien el permitir a los actores participar en la elaboración del guión, de forma que sus propias experiencias a lo largo de los 18 años que transcurren en la creación de la trilogía alimentan el contenido de la misma, dotándolo así de gran riqueza, y transformándolo casi en un documental sobre la relación entre estas dos personas. En las sustanciosas conversaciones de la pareja que se desarrollan en extensos planos secuencia y el recurso al travelling, se plasma tanto un resumen de lo que ha sido su relación hasta entonces (con referencias a las dos anteriores partes), como los nuevos problemas a los que tienen que hacer frente en su nueva etapa de pareja. A los que somos padres, nos puede sorprender que estas largas charlas tengan lugar ahora que hay niños, pero el director lo resuelve con eficacia al hacer que una de ellas tenga lugar en el coche mientras las niñas duermen y, después, al regalar a la pareja una estancia en un hotel. Aunque he venido señalando el realismo del filme, también existen en él elementos simbólicos (presentes ya desde los propios títulos de cada parte de la trilogía), como el hecho de que el setting tenga lugar en Grecia (lo que crea, además una fotografía preciosa), escenario asociado con la tragedia, como Celine comenta a Jesse llena de temor ante la posibilidad de que se plantee el que la familia se vaya a vivir a Estados Unidos por estar más cerca de su hijo, Hank, donde vive con su madre, que tiene la custodia. En los diálogos entre los protagonistas se pone de manifiesto la dificultad de compaginar la vida profesional y la familiar, y cómo esta dificultad aún sigue siendo más evidente en el caso de las mujeres, a pesar de lo que se haya podido avanzar en este sentido. Se plasma cómo «el tenerlo todo» es imposible, algo que, conforme crecemos, tenemos que ir encajando en nuestras vidas. Al menos, no es posible tenerlo todo a un nivel de excelencia: como el ser humano es limitado y su tiempo también, lo importante es saber elegir bien, y hacer la escala de valores que creemos que más felices nos hará. No se puede olvidar, además, que la escala de prioridades de otros no tiene por qué servirnos a los demás: cada uno tiene que construir la suya y, si se elige vivir en pareja, la pareja también tiene que construir su proyecto común. Para eso es indispensable hablar mucho, comunicarse sinceramente para ir construyendo ese futuro compartido en el que nada se dé por supuesto, sino que se proyecte con el fin de hacer felices a los dos por igual. Y eso es, precisamente, lo que hacen Celine y Jesse en la película: hablar mucho entre ellos, comunicar sus inquietudes el uno al otro. Por ello, aunque para muchos el final demuestra que el amor tiene caducidad y que con los años las parejas se desgastan, yo no lo veo así de simple (el polivalente e incatalogable Linklater no es, además, de ofrecer respuestas tan fáciles, sino de hacer reflexionar al espectador). Al contrario, yo creo que la conclusión refuerza la necesidad de una auténtica comunicación entre los miembros de una pareja. Incluso, considero que la de estos en el hotel es tan intensa -incluso dramática, sobre todo en el caso de Celine, que para mi gusto refleja casi el histerismo del estereotipo de la madre quemada- porque no habían tenido ocasión de ir hablando con una cierta regularidad sobre los temas que van saliendo a colación de manera tan concentrada -casi explosiva- en ese anochecer. Y esto es algo que puede ocurrir a muchos padres, dada la gran dedicación que requieren los hijos. Yo creo que esta discusión representa no un final triste del tipo antes comentado, sino una cura que purga (por medio del diálogo) la relación de estos dos seres de elementos que estaban enturbiando y enrareciendo el amor que realmente sienten el uno por el otro, y que no siempre tiene por qué ser pasional, aunque también. Si para algunos el final es abierto y parece indicar que Jesse y Celine van a seguir caminos separados, para mí es más que evidente que esa explosión de quejas, reproches, confesiones… da lugar a una unión aún más profunda entre los dos. Si hay una cuarta parte, veréis cómo he acertado.