«Baby Driver», adrenalina pura de la mano de Edgar Wright
Hacía exactamente cuatro años que el director británico Edgar Wright no se ponía tras las cámaras. Por supuesto, sin contar con el desengaño que tuvo que encarar tras no poder ponerse al frente de la película introductoria del nuevo superhéroe de Marvel, Ant-Man, aún y figurar como uno de los guionistas de la cinta. Así, con Baby Driver firma su quinto largometraje y lo hace en pleno estado de gracia. Adentrándose por primera vez en el género del thriller, Wright consigue una de las cinta más originales de lo que llevamos de año.
La trama nos sitúa como protagonista a Baby (Ansel Ergort), un joven con un gusto impecable por la música y unas habilidades únicas para la conducción que dedicará su «talento» al servicio de la banda criminal de Doc (Kevin Spacey) compuesta por Buddy (Jon Hamm), Darling (Eiza González) y Loco (Jaime Foxx). Pronto, cansado de una vida a la fuga, Baby conocerá a Deborah (Lily James), una camarera que también estará agotada de la monotonía de su trabajo, y decidirá abandonar su vida delictiva. Por supuesto, Baby no lo tendrá tan fácil como él piensa para dejar su pasado turbulento.
Como el propio Edgar Wright afirma, no es un argumento que aporte nada nuevo. Al fin y al cabo, la cinta no deja de ser «una película con coches, peleas, tiroteos, chicas guapas y buena música», como la describe el cineasta. Sin embargo, a pesar de que esta “confesión” es del todo acertada, la propuesta de Wright sigue una fórmula fresca y original muy característica de su estilo personal que ya mostró en sus anteriores proyectos. Guionista de la llamada la Trilogía del Cornetto cuyo título le da el famoso cono de helado a modo de parodia en la que, según Wright, perpetraba su “versión” de los Tres Colores de Krysztof Kieslowski pero substituyendo los colores por sabores – para que os hagáis una idea del grado de locura que ronda por la cabeza del británico. Así, la trilogía estará compuesta por Shaun of the Dead (cornetto de fresa), Hot Fuzz (cornetto de vainilla-chocolate) y The World’s End (cornetto de menta-chocolate); tres películas co-escritas junto a Simon Pegg que girarán en torno al terror (zombies), la acción y la ciencia-ficción. Temáticas ligadas al fenómeno “freak” al que Wright y compañía apelan constantemente. Así lo hará evidente en Scott Pilgrim vs. the World en la que un chaval tendrá que enfrentarse literalmente a las ex-parejas de la chica de la que se ha enamorado para poder estar junto a ella.
Así que, no es de extrañar el planteamiento y el tono que adopta Baby Driver y su predilección por este tipo de argumentos. Un guión y una estética con un ritmo trepidante que, como ya muestran sus posters promocionales, apuesta por una tendencia a la serie B; incluso, en numerosas ocasiones, rozando la parodia del género y la autoparodia. Un ritmo perfectamente milimetrado por el uso de la banda sonora que será el hilo conductor de la trama y del metraje (y la utilización de la palabra “conductor” no va con segundas, aunque no podría estar mejor integrada)
Una experimentación estilística que ya comenzó a desarrollar en Scott Pilgrim en la que se estructuraba entorno a la estética del videojuego, del comic y del manga. Una combinación de diferentes medios audiovisuales que Wright maneja de maravilla y culmina en Baby Driver. En un ejercicio brillante de montaje y sonido – en lo que el propio director a descrito como «llevar al extremo lo que hacen Scorsese y Tarantino» – dentro del tracklist de la cinta podemos encontrar un auténtico repertorio que será un deleite para los «freaks» (otra vez sale la palabra) de la música más vintage. Rock clásico, soul, R&B, disco, rap, pop indie… Queen, Barry White, The Beach Boys, Simon & Garfunkel, T.Rex, Young MC, The Champs, Carla Thomas… Éstos, entre muchos otros, componen el ipod de Baby y la banda sonora del mundo que Wright nos propone.
La predilección de Wright de nutrirse de sus trabajos dentro del universo del videoclip son fundamentales para comprender su trayectoria utilizando recursos propiamente del formato y explotados al máximo en Baby Driver. La estridencia de After Hours de The Bluetones para Shaun of the Dead; la experimentación con efectos visuales de Summer y Bastardo de Charlotte Hathertey para Scott Pilgrim; y el ritmo frenético de Blue Song de Mint Royale la que Wright emulará plano por plano en su secuencia inicial de Baby Driver.
Y es que, como nos ha demostrado en sus cinco largometrajes hasta la fecha, Edgar Wright tiene una extrema facilidad por atrapar al espectador dentro del universo ficticio y completamente irreal que nos plantea desde el minuto cero y hacerlo verosímil de una manera tremendamente orgánica. Una característica que se suma al tono irreverente y fresco de sus proyectos y que se culmina con una perfecta combinación de géneros en los que se podrían clasificar como películas de acción-comedia-romance. Y Baby Driver no iba a ser una excepción. Todo ello juntado con la importancia de los repartos corales y a las elecciones del casting con el que Wright siempre tiende a acertar. A veteranos de la talla de Spacey, Foxx y Hamm; se les suman dos jóvenes promesas como Ansel Elgort y Lily James que forman el tándem perfecto como Baby-Deborah. Seguro que los veremos en muchos más proyectos después de este.
Edgar Wright sabe perfectamente que sus largometrajes son auténticas “frikadas”, en el mejor sentido de la palabras, por supuesto. Tiene claro para qué tipo de público quiere escribir y cuales son sus referentes. Baby Driver es un auténtico espectáculo visual y sonoro que hay que disfrutar en pantalla grande y con los altavoces de la sala cuanto más altos, mejor.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.