Chance, o la oportunidad perdida
Durante ocho años, el estupendo actor británico Hugh Laurie se puso en la piel del genial pero insufrible Doctor House. Aquello le funcionó muy bien a FOX (House, M.D., 2004-2012), contribuyó a consolidar la Tercera Edad de Oro de la Ficción Televisiva, y fue bonito mientras duró. La serie murió de éxito porque el personaje se convirtió en demasiado para cualquiera. Después de tanto tiempo y habiéndolo llevado tan al extremo, House acabó por agotarse a sí mismo.
Sin embargo, llega Hulu a finales del año pasado y vuelve a poner a Laurie, con su bien construido acento estadounidense, en el papel de un médico atormentado que sabemos que no va a ir a mejor desde el minuto uno. Concedo que el nuevo personaje parece más agradable de trato y tiene un lado tierno en la relación con su hija que no alcanzamos a ver en el de FOX, pero yo (y la mayoría de los críticos, por lo que he venido leyendo) no puedo evitar ver la sombra de House detrás del mucho más cortés Doctor Eldon Chance.
En esta ocasión Laurie es un neuropsiquiatra forense que evalúa a pacientes y los deriva a servicios más especializados en función de sus necesidades. También actúa de perito experto en juicios y otros procesos legales y/o médicos, y su opinión es tan respetada como la de House en su momento (y sin necesidad de insultar a nadie por el camino). Afincado en San Francisco, elegante y educado, Eldon Chance aparece en nuestras pantallas en la mediana edad, a punto de divorciarse y buscando un nuevo hogar en el que vivir solo o (cuando le toca visita) en compañía de su hija adolescente, Nicole (Stefania LaVie Owen).
La serie de Hulu nos muestra, narrados por la voz en off del propio Chance, distintos casos que él ha conocido, cada uno ilustrativo de un mal concreto (estrés post-traumático, paranoia, impulsos suicidas…). De ellos, hay uno que capta su atención (y la nuestra, por extensión) desde el episodio piloto: el de Jaclyn Blackstone (Gretchen Mol), que está siendo víctima de maltrato continuado por parte de su marido, Raymond (Paul Adelstein). Mostrando una situación que bien podría salir de la vida real, vemos cómo Jaclyn se encuentra atrapada porque su esposo es un policía de gran influencia, lo que significa que a ella le resulta imposible denunciarle sin dejarse la vida en ello. En una estrategia que tampoco es extraña entre las que sufren violencia de género, la mente de Jaclyn parece recurrir al desdoblamiento de personalidad para huir de aquello que más teme. Y aquí empiezan, desde mi punto de vista, los problemas más serios de esta creación de Alexandra Cunningham y Kem Nunn sobre la novela Chance publicada por este último en 2014.
La serie, que en España estamos viendo en Calle 13 con algún tiempo de retraso respecto a EE.UU., como casi siempre, se apoya en tantos clichés que se convierte en un pastiche que no llega a enganchar. Maneja todos los códigos audiovisuales del género negro (música para crear suspense, caras en la sombra, planos cortos de ojos asustados…), y cae en el estereotipo una y otra vez. La segunda personalidad de Jaclyn, Jackie, es una femme fatale de tercera cuyas habilidades para fascinar al buen doctor no acaban de convencer. Las razones por la que él (reincidiendo tras un incidente grave en su juventud) deja que lo profesional y lo personal se (con)fundan hasta convertirse en un peligro para su propia vida no parecen suficientemente contundentes (al menos en lo visto en nuestro país hasta la fecha). Los personajes de apoyo que le acompañan terminan por ser caricaturas que en vez de inquietar mueven al tedio (Ethan Suplee no construye un tipo tan patibulario como querría al interpretar a su Darius D’Pringle).
Como en entradas anteriores en este blog, debo dejar claro que escribo con la reserva de que la serie está en marcha y puede sorprender/me/nos. De hecho, saber que tiene ya una segunda temporada puede hacernos pensar que la calidad aumenta y hace necesarios más episodios. Siento decir que por ahora en Calle 13 yo no lo he visto. De momento para mí, que no dejo por ello de ser fan de Hugh Laurie, Chance no es más que una oportunidad perdida. Y es una pena.