Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«BioShock Infinite», una excelente distopia interactiva

Existe una corriente de los game studies, disciplina académica centrada en el estudio de los videojuegos, y, entre otras cosas, de su impacto en sociedad, que reniega sistemáticamente de la existencia de cualquier tipo de vínculo entre el medio del videojuego y la literatura. Este posicionamiento, que surge con ánimo reivindicativo, resulta no obstante indefendible. Aunque es innegable que ciertos géneros de videojuegos carecen total o parcialmente de historia, también lo es que algunos de ellos tendrían poco sentido si prescindiéramos del componente narrativo. BioShock Infinite, desarrollado por Irrational Games y distribuido por 2k Games, es un ejemplo del segundo caso, ya que no solo nos ofrece una experiencia interactiva magnífica sino que además consta de una historia muy rica y cuidada, que sólo puede calificarse de distopia.

La acción transcurre en el año 1912 en la ciudad de Columbia, una ciudad flotante compuesta de globos y perfectamente conectada por un sistema de raíles aéreos. La ciudad nace de la mano de Zachary Hale Comstock, quién aseguró tener una visión del futuro de un arcángel, lo que le imbuyó de fe y le impulsó a fundar la ciudad. Se le conoce como «el profeta,» y como tal se le venera. Sin embargo, no todos los ciudadanos están de acuerdo con su visión ni con el aislamiento del resto del mundo que se les impone. Así surgen una serie de facciones contrarias a la visión de Comstock, que se aglutinan bajo una sola, conocida como Vox Populi. Sus miembros utilizan la violencia para tratar de derrocar al líder.

El protagonista es Booker DeWitt, la antítesis perfecta de Comstock. Ambos lucharon contra los nativo-americanos en la batalla de Wounded Knee, pero sus caminos divergieron una vez terminado el conflicto. DeWitt es el personaje al que controlamos, y al meternos en su pellejo descubrimos que su adicción al alcohol y al juego lo han llevado al camino de la autodestrucción. Si toma esta senda es debido a su sentimiento de culpa por los actos atroces cometidos en la batalla mencionada, algo que jamás podrá perdonarse. Por eso se convierte en investigador privado en Nueva York, y mantiene un perfil bajo, hasta que termina por endeudarse irremediablemente. Es entonces cuando recibe el encargo de rescatar a una muchacha que habita Columbia: Elizabeth. Para salvar su pellejo no le queda más opción que aceptar el encargo.

Elizabeth es la otra gran protagonista de BioShock Infinite
Elizabeth es la otra gran protagonista de BioShock Infinite.

A partir de aquí deberemos tratar por todos los medios de cumplir con la misión de DeWitt, encontrando todo tipo de obstáculos por el camino, entre los que se encuentra Songbird, un pájaro mecánico gigante cuya programación le obliga a impedir que Elizabeth escape de la torre dónde Comstock la tiene retenida. Este pájaro ama a Elizabeth, pero cuando esta trata de escapar se siente traicionado y trata de evitarlo. La importancia de Elizabeth residiría en que ella sería «El Cordero», como supuesta hija de Comstock nacida de un milagro (habría nacido del vientre de su madre tras tan solo siete días de  embarazo) estaría llamada a guiar al pueblo de Columbia hacia su futuro.

La relación entre Elizabeth y Songbird es muy estrecha.
La relación entre Elizabeth y Songbird es muy estrecha.

La narrativa de BioShock Infinite es enrevesada, y lo que he mencionado hasta ahora es tan solo un resumen de las rasgos argumentales más destacables con los que nos encontramos al inicio del juego. A lo largo que avanzamos la sofisticación del argumento evoluciona progresivamente hasta alcanzar altas cotas de excelencia. Así, se plantean temas tan relevantes como el racismo, el patriotismo, la xenofobia o la eugenesia, que se ven reflejados en el modo de vida de la ciudad de Columbia, donde una de las consignas es mantener la supuesta pureza de la raza de habitantes del lugar. Sí, el pensamiento instaurado por Comstock parte de ideales que en poco difieren de los de la Alemania Nazi; pero en una versión adaptada en la que lo que se defiende es el supuesto excepcionalismo americano.

Al nivel de la experiencia jugable que nos ofrece, este es un videojuego que podría calificarse de shooter en primera persona con elementos de rol. Simplemente debemos avanzar a tiros, obteniendo cada vez mejores y más estrambóticas armas, además de los vigores y panaceas (los primeros nos otorgan habilidades, como manipular el fuego, la electricidad, o incluso a los enemigos, los segundos aumentan nuestra fuerza, vitalidad, etc.), y acabando con los enemigos que se interponen en nuestro camino, entre los que destacan los patriots, grandes robots con apariencia de patriota americano que nos disparan con ametralladoras gatling. Y es que todo en Columbia tiene la seña de identidad de los Padres Fundadores, de tal modo que el jugador siente a cada paso que da estar traicionando los ideales sobre los que se cimentaron los Estados Unidos.

Los patriots son de los enemigos más temibles con los que nos podemos encontrar.
Los patriots son de los enemigos más temibles con los que nos podemos encontrar.

La única recomendación posible es que si en su momento no jugasteis este juego, y sois de esos seguidores del género de los shooters en primera persona que no le hacen ascos a un buen modo campaña y, por lo tanto a una buena historia, no os lo perdáis por más tiempo. Además de la excelente ambientación de principios del siglo XX, que ya de por sí es un grandísimo atractivo, BioShock Infinite nos otorga la posibilidad de reflexionar acerca de cuestiones propias del género de la distopia pero en formato jugable, y a los temas ya mencionados se les añaden otros como la existencia de mundos paralelos, o de saltos espacio-temporales. Y, además, el juego nos depara muchas sorpresas y giros argumentales hacia el final; un final en el que todo encaja como las piezas de un puzle, y que no puede dejar indiferente a nadie.

 

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