«Shadow of Mordor», ser un montaraz todopoderoso no está nada mal
Shadow of Mordor es uno de los mejores videojuegos ambientados en el vastísimo mundo concebido por el admirado J. R. R Tolkien, y son muchos los motivos para afirmarlo. En primer lugar, teniendo en cuenta que la fuente primigenia de la que proviene es la literatura (aunque también el cine, no nos olvidemos de la labor de Peter Jackson) debe destacarse su modo historia. Su apartado visual es también digno de mención, y contribuye a que la trepidante experiencia de combate que ofrece el juego se vea sustancialmente beneficiada. Pero tal vez la mayor innovación venga de la mano del aclamado sistema némesis, que potencia la sensación de integración en la propia historia y en el mundo abierto creado por la gente de Monolith Productions. Vayamos por partes.
Empezando por el modo historia, la primera pregunta que se le viene a uno a la cabeza tiene que ver con la ubicación de la trama en relación con los libros y películas. Pues bien, Shadow of Mordor transcurre en el espectro de sesenta años entre El Hobbit y El Señor de los Anillos. En el controlamos a Talion, un guarda gondoriano que batalla contra las tropas de Sauron en Mordor, cerca de la Puerta Negra. La familia de nuestro protagonista es asesinada junto con él por la guardia de Sauron, conformada por el Martillo de Sauron, la Torre de Sauron y la Mano Negra de Sauron, pero Talion sobrevive gracias a que el espíritu del elfo Celebrimbor le posee en el momento de su ejecución, imbuyéndolo además de poderes espectrales que podremos utilizar durante el juego. Celebrimbor no recuerda su pasado, pero a medida que avanzamos iremos descubriendo más detalles acerca de su existencia, con la inestimable colaboración de un viejo amigo de los fans: Gollum. Sólo apuntar que existe una potente relación entre el elfo, Sauron y los anillos de poder.
En referencia a la jugabilidad, cabe destacar que es este también uno de los platos fuertes de Shadow of Mordor. Las posibilidades de combate son prácticamente infinitas; podemos escoger entre atacar a las hordas orcas de forma frontal (aunque a menudo esto no sea muy recomendable) o utilizar el sigilo para ir liquidando a los enemigos uno a uno, pero en ambos casos existe una inmensa variedad de combos que configuran un sistema de combate exquisito como pocos. Algunas de las ejecuciones que podemos realizar son verdaderamente brutales (incluso existe un combo que lleva precisamente ese nombre, “brutalizar,” que consiste en un encadenamiento de apuñalamientos). Talion cuenta con tres armas básicas: espada, arco y daga. Todos ellos pueden mejorarse al incorporarles runas que conseguimos al acabar con caudillos orcos, y a esto debemos sumarle además los poderes de ultratumba de Celebrimbor. Este intrincado sistema, unido al excelente apartado visual, contribuye a una experiencia muy arcade y, sí, adictiva.
El sistema némesis es la guinda de este pastel, ya que embellece todos los demás apartados. En Mordor existe un entramado de grupos de orcos y uruks, cada cual con su jerarquía propia, y con relaciones de distinta índole entre ellos. El jugador tiene acceso a información privilegiada en relación con sus enemigos, y gracias a su capacidad de penetrar en la mente de orcos de rango menor puede ir descubriendo más y más acerca de los caudillos que los lideran (fortalezas y debilidades, que nos ayudarán a preparar futuros encuentros, por ejemplo). Otro aspecto verdaderamente interesante es que si uno de ellos nos asesina, reaparecemos en otro lugar, y al volver a encontrarnos con ese enemigo recordará habernos vencido, y nos hará comentarios al respecto para tratar de atemorizarnos, o simplemente de faltarnos al respeto. Por lo tanto, esta comunidad de personajes no controlables tiene su propia memoria, y eso provoca que nos tomemos todo a un nivel mucho más personal, y en consecuencia que la inmersión en este mundo de fantasía sea mayor.
Como suele suceder en la mayoría de videojuegos, Shadow of Mordor cuenta con misiones primarias, que conformar la trama principal, y otras tareas de carácter secundario. Obviamente estas últimas son opcionales, pero solo completando el cien por cien de los contenidos conseguiremos convertir a Talion en algo semejante a un ser todopoderoso, azote de orcos, capaz de acabar con decenas, incluso centenares de ellos en el seno de su propio campamento prácticamente sin pestañear. Además, durante el juego aprendemos a domar bestias, como los huargos, y hacia el final somos capaces de pilotar auténticos mastodontes que nos ayudarán en nuestra cruzada contra el Señor Oscuro. Aunque quizás la posibilidad más atractiva sea la de construir nuestro propio ejército de orcos, al que luego podremos dirigir contra el enemigo en un ataque infalible.
Por todos estos motivos y muchos otros Shadow of Mordor es un videojuego que no debería escapársele a cualquier seguidor de Tolkien y/o Jackson que también disfrute del medio del videojuego, ya que aúna una serie de componentes que están llamados a atraerle. Tenemos la oportunidad de convertirnos en un personaje que puebla la Tierra Media en tiempos convulsos y batallar contra Sauron y sus hordas, hasta llegar a erigirnos en una auténtica pesadilla con tintes de leyenda para nuestros enemigos, al estilo de personajes míticos de El Silmarillion como Turín Turambar. Bajo estas condiciones, ser un montaraz solitario no parece un mal trato.