Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

De la aparente frivolidad drag a la reivindicación e historia LGTBI. «Pose» (segunda temporada)

Hace apenas unas semanas que se estrenaba la segunda temporada de la serie Pose, uno de los productos más recientes de la factoría Murphy. Tal como comentáramos en su momento, la serie dibujaba las luces y las sombras de un fenómeno cultural e identitario imprescindible como es el de las ballrooms estadounidenses de finales de los años 80 —en este caso centrado exclusivamente en la ciudad de Nueva York como epicentro— y su relación extrema con grupos sociales marginales y/o marginados como son las minorías negras, latinas, homosexuales y transgénero. Así, la primera temporada nos introducía a las «reglas» de este movimiento cultural ciertamente —y literalmente— underground, nos presentaba a sus principales protagonistas, y ponía en escena las distintas problemáticas personales de cada uno de ellos. Unas problemáticas relacionadas con la lucha por el reconocimiento social en el sentido más amplio del término de una identidad sexual alejada de la heteronormatividad y que servía a Pose  no solo para visibilizar la situación del colectivo LGTBI en los años más glamourosos de la modernidad estadounidense sino también para contemporaneizarla en la «era Trump».

Este primer acto del relato propuesto por Murphy, Falchuck y Canals va a sufrir una más que interesante variación ya esbozada al final de la temporada anterior y lanzada descarnadamente desde las primeras escenas del episodio que abre su segunda temporada. Una segunda entrega que contará, además, con la colaboración como guionista de una de las voces más relevantes de la comunidad LGTBI,  la escritora y abogada transgénero Janet Mock. Así, en el primer episodio, Acting Up, seguiremos a Pray Tell y Blanca «Evangelista» hasta Hart Island acompañando al cadáver de Keenan, pareja de Pray. Un lugar apartado del continente, una isla-cementerio de homeless y personas non gratas por distintos motivos a las que se unirán los fallecidos por VIH. Un lugar en el que Pray y Blanca verán cómo los encargados de los entierros visten con trajes anticontaminantes blancos —del mismo modo como sucederá en la serie Chernobyl para los muertos radioactivos— y cómo los ataúdes herméticos se acumularán en inmensas fosas comunes como vemos en las fotografías realizadas en su momento por Claire Yaffa y que ya forman parte de la historia más reciente de los Estados Unidos. Un lugar en el que los familiares han construido un memorial en el que depositan pequeñas piedras con los nombres de sus seres queridos. Un comienzo demoledor, ignorado/ocultado hasta no hace mucho tiempo por/a los estadounidenses y que marcará el cambio de narrativa de Pose. Una segunda temporada especialmente reivindicativa por lo que estamos viendo en los cuatro episodios emitidos hasta el momento.

El memorial a los muertos por VIH en Hart Island

De esta manera, si el final de la primera temporada suponía la asunción de la propia identidad por los personajes, la segunda entrega planteará dos elementos esenciales. El primero, cómo la cultura de las ball dance —consideradas como el inicio de la cultura drag— y sus categorías están/estaban diseñadas para que los participantes emularan pertenecer a otras clases sociales o géneros y, por tanto, convirtiéndose en una vía de escape a su realidad y condición marginal. El segundo, cómo se produce/produjo una concienciación de los auténticos riesgos de contagio del VIH a partir del trabajo de científicos, médicos y asistentes sociales con las «madres» de cada una de las casas de la ballroom community. Mientras la temporada anterior se dedicaba a desarrollar el primero de estos elementos, la segunda entrega pasará revista a la situación de la comunidad LGTBI en una década marcada por la difusión de la enfermedad; algo ya expuesto por Ryan Murphy en series como The Normal Heart (2014)y The Assasination of Gianni Versace, American Crime Story (2018) y que constituye un tema recurrente de su dramaturgia.

Tal como hemos comentado anteriormente, en esta entrega Pray y Blanca se convertirán en los personajes centrales. La cierta complacencia y pasividad de Pray quien se siente muy cómodo con su condición de venerado director de las sesiones de una de las ballrooms más importantes de Nueva York, se verá trastocada por la muerte de su pareja, de su propia enfermedad y del rechazo de una sociedad que los considera como apestados. Sólo en este momento, Pray será consciente de la falta de concienciación de su comunidad y de la necesidad de actuación. Su evolución le llevará, pues, al activismo efectivo,  participando en las protestas del movimiento Act Up —reales, por otra parte—  contra la iglesia católica y su representante , el cardenal O’Connor, en la catedral de San Patricio en diciembre de 1989. Un momento recreado por Ryan Murphy y que ha provocado opiniones encontradas en la sociedad norteamericana como también la escena anteriormente comentada de Hart Island. Un activismo que Pray extenderá a su trabajo en la ballroom donde planteará categorías para cada una de las sesiones con temáticas reivindicativas y/o concienciadoras. Una tarea que también se dará en la realidad histórica y que será llevada a cabo, en 1989,  por The House of Latex.

La protesta de diciembre en la Catedral de San Patricio

Este activismo será secundado por Blanca y sus hijos, especialmente por Angel y Papito. Así, si en la primera temporada asistíamos a la conformación de cada una de las houses que van a intervenir en el argumento —especialmente las de Evangelista y Abundance— estableciéndose una pugna entre ellas por el liderazgo de todas y cada una de las categorías de la ballroom;  la segunda temporada hará hincapié en la auténtica estructura familiar de las houses de la cultura drag o LGTBI. De este modo, Pose establecerá una auténtica contraposición entre la «familia ideal» encabezada por Blanca y la «familia desestructurada» que parece perseguir a Elektra Abundance. Una contraposición que ya se dibuja en la entrega anterior y que, sin duda, dará mucho juego en el resto de la temporada. Blanca es configurada como la madre perfecta que se preocupa extraordinariamente por el bienestar de sus hijos a los que anima para que se abran paso en una sociedad que les es hostil. Lo será con Angel que quiere convertirse en modelo como la gente con una identidad sexual normativa y que, además, resulta siempre ser blanca, y lo será con Papito al que saca del tráfico de drogas, además de Damon —quizá uno de los personajes más insulsos de la serie hasta el momento— quien dará clases de voguing. Y también ella misma intentará salir de la vida nocturna e irreal abriendo, no sin dificultades, un negocio de manicura prostética. Un intento de salida del «inframundo» que no parece llegar a conseguir Elektra Abundance a quien le acompaña una especie de «mala suerte» que ofrecerá a los espectadores una comicidad absolutamente ácida como apreciamos en el más que desmadrado episodio Butterfly/Cocoon pero que servirá para poner en evidencia la sororidad de la comunidad  en el que las mujeres se reunirán en torno a una especie de jerarquía de experiencia pero también emocional. De este modo, la posición como «madres» ayudará a la construcción de personajes: Elektra mostrará su fragilidad, y Blanca será la voz de la cordura y del seguimiento de las normas sociales aunque jamás vayan a ser para su comunidad. La rivalidad en la pista del ballroom va a contrastar, pues, con la interdependencia frente al mundo exterior.

Billy Porter (Pray Tell) en una sesión fotográfica relacionada con la segunda temporada

Y justamente estas dos coordenadas tendrán su punto de unión en otro hecho relevante para la comunidad LGTBI de la década: la salida al mercado de la canción Vogue de Madona en 1990 gracias a la relación de la cantante con José Gutiérrez de «The House of Xtravaganza». Vogue va a catalizar el desarrollo del segundo episodio,Worth it. Si bien el voguing ya estaba incorporado como estética en los desfiles de las categorías contempladas en la primera temporada así como también se hizo referencia a él en los primeros episodios de la misma donde veíamos a los jóvenes marginales bailando en los muelles del puerto de Brooklyn, será en esta entrega donde se planteará la aportación de Madona a la visibilización de la cultura  LGTBI de la época. Todos los personajes insistirán en ello así como lo aprovecharán para subsistir. La idea del voguing como forma de vida va a aparecer en otra demoledora escena en la que Damon da clases de este baile a personas blancas, mayores y especialmente obesas; una escena más que rápida pero con un mensaje contundente: la comunidad LGTBI se ha convertido en un objeto de consumo para una sociedad que, sin embargo, sigue ignorando su problemática vital. Un contraste, pues, con las penurias que deben pasar los integrantes de la casa de Evangelista en su vida diaria, tal como hemos comentado. Y un emblema también para la lucha contra el VIH en las comunidades de los ballroom que dió lugar en su  momento a la creación del ProjectVOGUE en el que se pidió la colaboración de las madres/padres de 15 casas de las ballrooms para la detección y planes de prevención contra la propagación del VIH entre la comunidad LGTBI, un proyecto que todavía tiene vigencia y que se extiende a otros sectores marginales de la sociedad.

Los creadores y el elenco de «Pose»

Pero la exposición de la situación del colectivo va más allá de la incorporación en los argumentos de acontecimientos relacionados con la (in)visibilización de la comunidad LGTBI. Pose es una historia de personas marginadas que intentan sobrevivir. Y de nuevo la escenificación propuesta es demoledora para la situación de una comunidad que solo parece tener dos puntos de reunión: la sala de baile como escapatoria de la realidad y autoafirmación, y el tanatorio como reflejo de esta realidad de la que intentan huir. Un espacio de vida frente a un espacio de muerte, ya sea por la enfermedad ya sea por la violencia estructural, léase violencia de género. En este sentido, es realmente ilustrativo y emocionalmente impactante el poder de condensación que ofrecerán Ryan Murphy y Janet Mock en el episodio Never knew love like this. Si tras su visionado somos incapaces de reaccionar es que algo no funciona bien en nuestra sociedad.

En definitiva, Pose sigue  combinando a la perfección los aspectos más aparatosos y frívolos de la cultura popular estadounidense con la reivindicación social del colectivo LGTBI sin que esta reivindicación sea en absoluto planfletaria. De hecho, la sutileza con que evoluciona la segunda entrega en la que las informaciones se suministran de manera dosificada pero contundente demuestra la maestría de Murphy y sus guionistas en el tratamiento del tema central de la serie. Una reivindicación con enormes ramificaciones de la diversidad en el sentido más amplio del término que iniciara de manera efectiva Ryan Murphy con la creación, en 2016, de la Half Foundation. Si desde ese momento, un gran número de personas pertenecientes a colectivos marginales de acuerdo con la estructura social patriarcal han estado detrás de las cámaras —guionistas y directoras principalmente— en esta ocasión se presentan ante las audiencias. Un cambio sustancial que tendrá como complemento el inicio de la visibilización ante los medios de comunicación de una parte del colectivo LGTBI, el transgénero. Todas las actrices de Pose, con Indya Moore a la cabeza van a convertirse en caja de resonancia de un colectivo pero también de una profesión. Porque Pose es una serie de mujeres- emblema de una comunidad; un hecho que acerca en cierto modo  la serie a otras producciones de Murphy entendidas como minority biopic en las que se pone en escena su marginalidad ya sea como brujas (AHS Coven) ya sea como mujeres mayores rechazadas por la industria/sociedad al no ajustarse a los cánones de juventud-belleza (Feud)

Esperemos que este mensaje y esta presencia social no acaben al finalizar la serie y que sirvan para romper esquemas mentales estereotipados. Solo dos observaciones para finalizar: una, las declaraciones de Indya Moore acerca del peligro de la administración Trump y de la posible positividad de la serie; dos, que Pose ha renovado por una tercera temporada tras en impactante inicio de la segunda entrega ya que según los directivos de FX —y traducimos casi literalmente— Pose ha elevado «nuestra cultura» y el panorama de la ficción televisiva como ninguna otra. Esperemos también que todo ello tenga su reflejo en las nominaciones a los Emmy. Sería una muy buena noticia para todos.

 

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