Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

(Des)encanto: aún es pronto para saber si nos encanta

 

(Des)encanto, serie de animación para adultos y nueva producción de Netflix (donde encuentra dura competencia con otras series de animación para adultos como Big Mouth o BoJack Horseman ) se ha estrenado el pasado 17 de agosto con diez episodios simultáneamente, bajo la producción del propio Matt Groening y Josh Weinstein. El ingenioso Groening, no contento con sus casi 30 años -que se dice pronto- de continuado éxito con sus personajillos amarillos, Los Simpsons, lanzó en 1999 su mirada al futuro con su Futurama (con la que muchos ven gran parecido en (Des)encanto -especialmente en los 2 primeros episodios-) y ahora la torna al pasado (concretamente al medieval, de ahí los guiños a Juego de Tronos, especialmente en el primer episodio) para ofrecernos su fantasiosa (Des)encanto. De hecho, según Groening, la idea de escribir este tipo de serie, que ha confiado a los mismos creadores de Futurama, Rough Draft Studios, llevaba ya en su cabeza desde su tierna juventud en Oregón, cuando escribía tiras de cómic llamadas Tales of the Enchanted Forest, poblada de animales parlantes de todo tipo.

La descripción de la serie -que tiene previstas dos temporadas y un total de 20 episodios- publicitada en la cadena que la emite, dice mucho de ella: «El deber llama a Bean, pero ella solo piensa en beber. La rebelde princesa enfurece al rey y siembra el caos con sus amigos, un demonio y un elfo». Como puede deducirse de aquí, esta nueva serie de Groening parece aprovechar la corriente feminista que hoy en día está tan en boga, lo que, por una parte, puede interpretarse como algo positivo, y por otra, quizá pueda responder a intereses oportunistas. No sería el primer creador televisivo que se sube al carro del fuerte tirón que están teniendo los programas que tienen a las mujeres como personajes principales. Pero, como vengo analizando en distintas entradas, no es oro todo lo que reluce, ni es feminista todo lo que parece poner en primer plano a las mujeres o lo que sus creadores califican así directamente. Habría que analizar con más detalle esta serie para reflexionar sobre este tema a medida que se vayan emitiendo sus episodios.

Así, no es de extrañar que, dentro del contexto fantástico que responde al género de la serie, el episodio número 1 -cuyo título, «Una princesa, un elfo y un demonio entran en un bar», recuerda a la ya coentada estructura tripartita de los de El joven Sheldoncomience en el contexto del reino de Utopía («Dreamland») con el rechazo del destino que su padre (el Rey Zog) tiene previsto para la princesa protagonista nada menos que el mismo día en que se iba a celebrar su boda. Groening ha explicado que la nueva serie puede aplicarse al tiempo presente (por ejemplo, en el bosque encantado puede leerse el aviso: «Cuidado: antílope racista suelto»), como suele ocurrir también con toda ciencia ficción futurista, pero que no ha querido ser abiertamente político. En lo único que sí reconoce haberse posicionado es en la perspectiva feminista de la misma (como mencioné antes), evidente ya desde el protagonismo de esta atípica princesa, cuya asertividad viene reforzada no sólo por sus acciones sino también, según declara el creador, por  la voz con que se expresa, que no es otra que la de Abbi Jacobson. Otras voces famosas en la serie, que pueden contribuir a su éxito, son las de Nat Faxon («Elfo»), Eric Andre (Luci), y las de John DiMaggio, Billy West, Maurice LaMarche, Tress MacMacNeille, David Herman, Matt Berry, Jeny Batten, Rich Fulcher, Noel Fielding, y Lucy Montgomery.

No obstante, por ahora, su primera temporada ha conseguido unos resultados no demasiado brillantes, quizá debido a que en ciertas perspectivas nos resulta demasiado familiar y basada en lo seguro, como comenta Rotten Tomatoes, que muestra una valoración del 65% (Metacritic le puntúa aún más bajo, con 55 sobre 100). Esta misma falta de atrevimiento es también destacada por los críticos de The Verge. Pero yo no cabo de estar de acuerdo con que Matt Groening tenga que imitar a otras series animadas de adultos que buscan atraer a la audiencia por tratar temas poco frecuentes y de un modo irreverente (me remito a mis propias opiniones en este sentido sobre la serie Girls, publicadas en distintas entradas de este blog). Creo que ya hay bastantes creadores que se están aprovechando de esa moda supuestamente progre que no tiene por qué ser equivalente de calidad, ni mucho menos.

Además, no todas las críticas sitúan a (Des)encanto en esta línea de «mediocridad», pues en Forbes se le califica literalmente como «Charming, unique and excellent» que no es poco; y, Rolling Stone la define como «One visual clever delight» (aunque le achaca que a veces los episodios pierden fuerza cómica por ser demasiado extensos: el primero duró unos 35 minutos, por ejemplo).

Por otra parte, aunque siendo hermana de Los Simpsons (su forma artística deja bien claro que tienen el mismo «padre») podíamos vaticinar que el sarcasmo, la ironía y el humor (muchas veces basado en referencias anacrónicas como que los guardias de tráfico usen burros dotados de sirenas) iban a estar presentes en (Des)encanto y a satisfacer a los fans de su antecesora; por otra parte, según el propio creador, su intención es «distanciarse al máximo de la parodia». En resumidas cuentas, Groening define así su contenido: «(Des)encanto tratará sobre la vida y la muerte, amor y sexo, y cómo seguir riendo en un mundo lleno de sufrimiento y de idiotas, a pesar de lo que los mayores, y los brujos y otros estúpidos te digan« Así, en el mundo lleno de posibilidades que les ofrece el reino de Utopía, la Princesa Bean y su Elfo y su demonio personal (Luci), correrán mil aventuras, rodeados de cientos de personajes fantásticos como duendes, monstruos, elfos, troles, o ninfas. Todo ello convierte a (Des)encanto en un auténtico cóctel de posibilidades que, con solo una temporada de emisión, creo que es pronto para encasillar en lo referente a su calidad y éxito. Habrá que ir viendo como crece este infante, en qué direcciones y cómo, antes de acabar de juzgarlo. Al menos así lo creo yo. Démosle tiempo para acabar de definirse y madurar, como a otras criaturas.

 

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