Desperate Housewives: entre la mística de la feminidad y el sueño americano
Desde los años noventa del siglo XX la ficción seriada televisiva había incorporado a las mujeres como protagonistas, terminando así con la persistente invisibilidad femenina en roles protagónicos. Progresivamente, y superada una presencia que desde el punto de vista de género era poco más que cuantitativa, aparecerían aires de renovación, especialmente en aquellos personajes que rompían tópicos sobre la socialización femenina. Un ejemplo de ese nuevo protagonismo llegará en la década siguiente con obras como Desperate Housewives (Mujeres desesperadas, ABC: 2004-2012).
Esta ficción se caracteriza por un discurso marcado por la ambigüedad pues se trata de una serie al tiempo conservadora y al tiempo progresista, en la que se pueden encontrar tanto el feminismo como la misoginia (Marcucci, 2012) y en la que el sueño americano aparece como tal pero también como su contrario, esto es, como pesadilla.
Desperate Housewives tiene la virtud de ofrecer la tensión que sienten muchas mujeres contemporáneas; entre lo que quieren y lo que la sociedad espera de ellas pues señala la escisión entre la educación recibida –ser una buena madre y ama de casa– y el deseo de ser alguien en la sociedad. Si hasta el cambio de siglo la televisión había presentado un perfil profesional muy rotundo –Ally MacBeal, Murphy Brown– eso tuvo otra consecuencia: la pérdida de referentes en el mundo privado. De ahí que podamos observar en el personaje de Lynette Scavo el sentimiento de culpabilidad de las mujeres con empleo mientras Bree van de Kamp llega casi a la locura en su obsesión por construir una familia perfecta (Menéndez y Zurian, 2014).
No es difícil no reconocer la estereotipia que existe tras los personajes pues encarnan algunos modelos prototípicos en la cultura popular: el ama de casa perfecta aunque madre obsesiva (Bree), la mujer torpe pero encantadora (Susan), la seductora y deseable esposa (Gabrielle), la madre abnegada que abandona todo por la crianza de sus hijos/as (Lynette) o la mujer fatal (Edie).
Pero la ambigüedad de este producto no se limita a los roles de género. También aparece de forma latente como crítica a la sociedad norteamericana. Constituye una sátira de la fantasía suburbana; un falso paraíso donde subyacen temas como la sociedad de consumo o la codicia, ocultos bajo la apariencia perfecta del típico suburbio norteamericano, entendido como la aspiración burguesa por excelencia. Según su propio creador, Mark Cherry, Desperate Housewives representa “la sombra que sobrevuela el sueño americano: el secreto escondido tras las puertas de las bonitas casas o bajo los céspedes impecablemente segados” (cit. Fernández, 2006).
El conjunto de los personajes femeninos de Desperate Housewives encarna la figura simbólica teorizada por Betty Friedan en 1963: la mística de la feminidad, paradigma de los conflictos identitarios de aquellas mujeres que habían seguido el modelo patriarcal de ama de casa y madre. Sus proyectos vitales se articulan hacia fuera, dejando a un lado sus verdaderas motivaciones. No importan sus deseos o sus inquietudes sino aquello que está bien, lo que les permite ser personas respetables en su espacio social. De ahí que sean mujeres desesperadas y por ello irritadas.
Están desesperadas porque el problema que no tiene nombre, tal y como lo denominó Friedan (1963), les obliga a vivir un proyecto que no es el propio sino el que se espera de ellas; están desesperadas porque el mundo interior que existe tras la puerta de su casa parece ser menos importante que la fantasía social que deben reproducir al atravesar el umbral del hogar. Son mujeres desesperadas porque lo tienen todo para ser felices pero no lo son. Y eso provoca la incomprensión del mundo: no parece ético quejarse cuando sus vidas son envidiables.
No obstante, están desesperadas por alguna razón, no se trata de una personalidad caprichosa sino de la incapacidad para entender y expresar el porqué de ese malestar. Unos personajes preocupados por no reconocer ante el mundo (y quizá tampoco ante sí mismas) que el sueño americano no es real, que la familia a veces es una pesadilla y que detrás de la puerta de cada hogar se puede esconder un auténtico microcosmos muy alejado del ideal de familia de clase media-alta (Menéndez, 2010).
Obras citadas
Fernández, Marta (2006). “Bienvenid@s a Histeria(?) Lane. Género y estereotipia en Mujeres Desesperadas”, Género y comunicación 8, pp. 9-42.
Friedan, Betty (1963). The Feminine Mystique. New York: Norton and Co.
Marcucci, Virginie (2012). Desperate Housewives. Un plaisir coupable? París: PUF.
Menéndez, María Isabel (2010). “(Re)elaboration and (Re)signification of US TV Drama in Spanish Serial Fiction: The Case of Mujeres”, en A Comparison of Popular TV in English and Spanish Speaking Societies. Marta Fernández Morales y José Igor Prieto-Arranz (eds.). Lewiston, Queenston, Lampeter: The Edwin Mellen Press, pp. 137-168.
Menéndez, María Isabel y Zurian, Francisco (2014). “Mujeres y hombres en la ficción televisiva norteamericana hoy”, Anagramas. Rumbos y sentidos de la comunicación 25(13), pp. 55-72.