Sarah Greenwood: la dirección artística, el barroquismo y la puesta en escena
Junto a las caras conocidas de las películas como son los actores y directores – que son los que se llevan el reconocimiento inmediato del público – se encuentran aquellos rostros que pasan completamente desapercibidos. Por supuesto, hablo de las personas que están detrás de las cámaras y que, sin ellos, los films no se harían posibles. Esta vez me centraré en el indispensable trabajo de las mentes que se hay detrás del diseño visual de algunas de las propuestas más interesantes y artísticas del cine contemporáneo cuyo estilo visual resulta realmente inspirador, original y provocador.
Como no podía empezar de otra manera, tengo que empezar estos posts hablando de la dirección artística (en España tambíen conocido como Diseño de Producción y en inglés como Production Design) y, por supuesto, comenzará por mi directora de arte preferida: Sarah Greenwood. Especializada en diseño teatral por la Wimbledon School of Arts (Inglaterra) trabajó en la década de 1990 en el departamento de arte de la BBC con algunas producciones modestas. El salto a la gran pantalla lo dará con A Merry War, film de 1997 protagonizado por Helena Bonham Carter.
A pesar de que la industria del cine es bastante nómada, heterogénea y plural, no es de extrañar que algunos directores artísticos – como también sucederá con el resto de departamentos técnicos – sean colaboradores habituales de ciertos directores. Por descontado, en el caso de Greenwood, los mayores éxitos de su carrera han venido de su cooperación con el cineasta británico Joe Wright.
El estilo fílmico de Wright es muy particular y único. Con una puesta en escena basada en la teatralidad, la característica más destacable de su refinado estilo visual es la utilización de unos cuidados planos secuencia, donde la combinación de coreografía, personajes y espacio es vital. Por tanto, la simbiosis entre el director, los actores y el departamento de diseño de producción es indiscutible en sus películas. Contando con la ayuda indispensable de Katie Spencer, ambientadora (set decorator) y su mano derecha desde hace 20 años, juntas han obtenido 4 nominaciones a los Oscar a Mejor Diseño de Producción, lástima que no se hayan llevado ninguno.
A continuación, me voy a referir a los trabajos más destacados dentro de la amplia carrera de Sarah Greenwood como diseñadora de producción, las que también incluyen las dos películas de Sherlock Holmes dirigidas por Guy Ritchie, Miss Petigrew Lives For a Day (Bharat Nalluri, 2008), otros de los films de Wright como The Soloist (2009) y Hanna (2011), y, próximamente, las adaptaciones en imagen real de Beauty & the Beast y Tarzán que Disney prepara para 2017.
Pride & Prejudice (Orgullo y Prejuicio, 2005)
La adaptación de la novela de Jane Austen Pride & Prejudice de 2005 – ópera prima de Wright en la gran pantalla tras dirigir varias miniseries para la BBC – supuso la primera nominación a los Premios Oscar para Greenwood y Spencer y el reconocimiento de Wright como uno de los cineastas más prometedores del panorama cinematográfico actual.
La perfecta colaboración entre Wright y Greenwood se ve reflejada en la primera escena del film, donde seguimos en plano secuencia a nuestra protagonista Lizzie Bennet (Keira Knightley) por las diferentes dependencias de la mansión familiar en una de las magníficas presentaciones visuales de los personajes, la atmosfera y el espacio a las que Wright nos tiene acostrumbrados en sus películas. Como también se verá en la maravillosa escena preparatoria al baile donde todos los personajes principales coinciden e interactúan entre ellos en otro sincronizadísimo plano secuencia. La estructura teatral y pictórica de los planos también es esencial en el film, con una composición por capas en las escenas corales donde los personajes se encuentran perfectamente ubicados en el espacio y cada mueble, cada acción, cada rayo de luz y cada color se complementan entre sí.
Defensora de diseñar para los personajes, Greenwood ideó la dirección artística de Pride & Prejudice con dos ideas básicas: mostrar la diferencia entre clases sociales y cómo simbolizarlo en el espacio. Mientras que en el hogar de la modesta familia Bennet se utilizó mobiliario de cincuenta años atrás del periodo que correspondía, un poco escamoso y descuidado aunque remendado con un toque de pintura envejecida y, para el espacio se planteó una paleta de colores que parece sacada de un cuadro romántico; para la mansión de los Bingley, cada mueble y cada rincón era como una pequeña obra de arte, con estatuas de mármol, relucientes candelabros, tupidos cortinajes y espectaculares murales en cada pared.
Atonement (Expiación, Más Allá de la Pasión, 2007)
Otro de sus trabajos más destacados ha sido en Atonement, segunda película de Wright como realizador, adaptación del libro de Ian McEwan con el mismo nombre, que cuenta como las vidas de dos jóvenes enamorados, Robbie (James McAvoy) y Cecilia (Keira Knightley), cambian radicalmente frente a la acusación de la hermana pequeña de ésta última, Briony (Saoirse Ronan), acuse a Robbie de un crimen que no ha cometido. Una historia de celos, traición, romance, lucha de clases y, por supuesto, expiación que entusiasmó a público y crítica con su pulcra y evocadora estética visual.
En toda la película se utilizó unos colores pasteles brillantes (casa y pre-guerra) o deteriorados (guerra) para definir las diferentes secciones dentro de la misma. Por ejemplo, el aspecto recargado de motivos florales de la casa – y su representación simbólica del despertar sexual que conllevan – juntamente con el color verde que predomina en la primera parte del film, aunque poco habitual en la época, son un símbolo del final del verano y del exceso de madurez de los personajes.
Aunque hay que reconocer la elegancia visual de toda la cinta, el secuencia que más se recuerda de Atonement es la de la evacuación de la playa de Dunkirk durante la Segunda Guerra Mundial, donde seguimos a tres soldados – entre ellos Robbie – por la bahía. Pero, a pesar de que este plano secuencia de 5 minutos es una auténtica maravilla técnica, aún tiene más mérito al saber que fue fruto de falta de tiempo. La planificación original era por corte convencional, pero por problemas con la luz, la marea y los más de 1000 extras con los que disponía, se tuvo que rodar en apenas dos días. Lo que supuso el doble de esfuerzo por parte del equipo de Greenwood y de fotografía, que tuvieron que idear y coreografiar la manera de que todo funcionara. Pasando por los edificios de arquitectura victoriana francesa, una noria gigante en ruinas, por los cientos de civiles heridos, barracones de soldados, un navío naufragado y una caseta con una banda de música, para generar una verdadera sensación de irrealidad y destrucción.
Anna Karenina (2012)
Sin embargo, el mayor éxito del tándem Wright-Greenwood vendrá de la mano de la adaptación de la novela de León Tolstoi de 1877, Anna Karenina, con guión del dramaturgo británico Tom Stoppard. Wright, tras casi tres meses buscando localizaciones en Rusia sin éxito y con problemas de producción, se aventuró a contar esta historia de amor, adultaretio y deshonrra de una manera muy poco convecional: toda la acción se situaría dentro de un teatro ruso del s.XIX con los actores apareciendo en el escenario y representando la historia.
La descabellada idea de Wright se transformó en una auténtica obra de arte en la manos de Sarah Greenwood. Con un ajustado presupuesto de 25$ millones – que no es nada comparado con los 130M$ que disponía para Sherlock Holmes – Greenwood y su equipo diseñaron y construyeron 100 decorados para 240 escenas en un tiempo récord de 12 semanas antes del comienzo del rodaje. Una auténtica proeza. Rodada íntegramente en los estudios Shepperton en Londres, todas la partes del teatro ficticio fueron utilizadas como diferentes espacios y transformados para su proposito dentro de la película. De allí podemos encontrarnos el escenario convertido en la corte real de la Princesa Katerina, en la oficina de Karenin o simplemente en una calle de Moscú; la platea transformada en una pista de hielo, un hipódromo, un teatro, una sala de fiestas y una sala de baile; en las tramoyas los barrios bajos de la ciudad; en los pasillos una cafetería y la mansión de la Princesa Tverskoi; o encontrar entre bambalinas la casa de los Karenin, la casa de Vronsky, la sala de juegos de los hijos de Oblonsky y un cabaret. Incluso, ver transformarse de manera orgánica con un solo giro de 360º de cámara el teatro en una imprenta, un restaurante y un palacio real.
Pero, la sofisticación de la cinta va más allá. Se añadirán los elementos del montaje y fotografía, junto con la brilante partitura de Dario Marianelli para que el público asista a una sucesión de auténticas filigranas visuales – recordar el sensual baile entre Ana y Vronsky o la fiesta que culmina en fuegos artificiales posterior, unas auténticas maravillas. Todos los elementos visuales del film están configurados para dar una visión diferente del personaje y mostrar su evolución dentro de la historia. Por tanto, nos encontramos con un ritmo de cambio de escenario, música y coreográfico más trepidante en el primer acto, muestra de su feliz rutina; obtando por la saturación del color y tonos más brillantes en espacio y fotografía en el segundo acto, símbolo de su deseo más incontrolable; y culminando en el tercer acto con claroscuros y sombras y sobriedad en el entorno, que son reflejo del despecho y desesperación de Ana.
El barroquismo de elementos que caracterizan los decorados de Greenwood se ven aprovechados al máximo en Anna Karenina. Aunque ya lo podemos apreciar en otros de sus trabajos – en Atonement si ir más lejos – en este film Greenwood y Spencer ponen toda la carne en el asador con uno de sus trabajos más completos. La combinación de una explosión de colores, formas, texturas, téminos y la complejidad del masivo entramado de escenarios que han construido para Anna Karenina es vital para su éxito y es, sin duda, el mayor atractivo de la película. La espléndida fotografía de Seamus McGarvey hace el resto.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.