Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

El biopic de una época: «Pawn Sacrifice» (2014)

No cabe duda de que el género del biopic  goza de una gran aceptación entre las audiencias. El relato de la vida, de algunos fragmentos más o menos extensos o particulares de una personalidad ya de relevancia histórica o del mundo de la cultura o del mundo más frívolo de las celebrities forma parte de los materiales imprescindibles del mundo del cine tal como nos muestran distintos estudios (entre los que sobresale el trabajo de Dennis Bingham) en los que se insiste en su evolución y casi especialización en pequeños momentos de la vida de un personaje que nos convierte casi casi en voyeurs de su intimidad o de su tiempo. Una afirmación que es constatable solo con una pequeña lista de films que han tenido una trascendencia en la más reciente cartelera y premios internacionales : The King’s Speech (2010), The Iron Lady (2011), Lincoln (2013), The Imitation Game (2014), The Theory of Everything (2014) o Steve Jobs (2015).

Todas ellas se corresponden a personajes o épocas más o menos conocidas por las audiencias o son protagonizadas por actores de renombre que han entrado, ya desde el momento del comienzo de los respectivos rodajes, en las quinielas por la consecución de las estatuillas más preciadas, los Oscar. De este modo, el estreno mundial suele producirse más o menos en las mismas fechas en una campaña de promoción global no solo artística sino eminentemente comercial. Sin embargo, otras películas -sean biopics o no lo sean- deberán esperar pacientemente a su estreno en España ,si es que este se llega a producir alguna vez como es el caso de Wild Salome dirigida en 2007 por Al Pacino con una entonces desconocida Jessica Chastain.

Si tuvimos que esperar tres años para poder ver a Cate Blanchett encarnando a Bob Dylan en I’m not there de Todd Haynes, algo parecido sucede con Pawn Sacrifice, estrenada oficialmente el 11 de septiembre de 2014 en el Festival de Toronto y que hemos podido ver en España desde el 12 de agosto.

Dirigida por Edward Zwick, conocido por filmes como Legends of the Fall (1994), la profética The Siege (1998), The last Samurai (2003), Blood Diamonds (2007) o Love and other Drugs (2010), la película pondrá aparentemente en escena el duelo que se establecerá por el título mundial de ajedrez entre el norteamericano Bobby Fisher (Toby Maguire) y el ruso Boris Spassky (Liev Schrieber) en 1972, en el momento más álgido de la Guerra Fría entre las dos superpotencias mundiales que iniciaron no solo la carrera armamentística nuclear sino también la carrera espacial y la carrera por la supremacía moral e intelectual planetaria. Desde esta premisa, parece que nos encontramos ante un planteamiento simplista y en esencia maniqueo y cuyo final es conocido por los espectadores. O, si no lo conocen, los potenciales espectadores se habrán encargado de averiguarlo.  Sin embargo, la propuesta de Zwick irá por otro camino totalmente diferente como no podía ser de otro modo dada la trayectoria de los guionistas: Steven Knight (Easter Promises, Peaky Blinders) y Christopher Williamson y Stephen J. Rivele (Ali, Nixon, Copying Beethoven).

Un paranoico Bobby Fischer en la habitación de su cuartel general

Ya desde las primeras escenas de la película, el espectador se encontrará con el personaje principal de la película, un Bobby Fischer paranoico que se dedica a destrozar todo el mobiliario de la habitación en busca de micrófonos u otros artilugios de espionaje.  A partir de este momento, ciertamente confuso, Pawn Sacrifice nos irá adentrando paulatinamente en la construcción del personaje y su backstory; una trayectoria vital que irá pareja a periodos históricos muy concretos marcados por la persecución, por la creación de enemigos reales o ficticios, o, si se prefiere por las políticas del miedo y la delación que conducen directamente a la creación de la paranoia colectiva.  Así, la infancia de Bobby Fischer se sitúa en la década de los años cincuenta en los Estados Unidos, en la época del macarthismo más duro de caza al comunista; una caza a la que no será ajena la madre de Fischer, Regina (Robin Wegert), de ascendencia judía y rusa quien se instaló en los Estados Unidos donde desarrolló un fuerte activismo político. Una biografía compartida por muchos científicos y gentes de la cultura durante la II Guerra Mundial y la postguerra. Brecht es un buen ejemplo de ello, como también lo será el desdichado -y un tanto «gafado»- biólogo Chester Bliss.

Así, Fischer crece en un mundo paranoico. Un estado del que se abstraerá totalmente a través del ajedrez que le servirá también para desarrollarse intelectualmente. Un estado que le acompañará durante toda su vida en la que las líneas divisorias entre la genialidad más absoluta (excentricidades incluidas) y la locura son más que difusas por no decir que inexistentes.

El ajedrez y la victoria sobre sus contrincantes será para nuestro protagonista un duelo intelectual y estratégico que se verá absolutamente manipulado por el contexto de la Guerra Fría de tal manera que el enfrentamiento entre el norteamericano y el equipo ruso y especialmente con el invicto Boris Spassky se transformará en una lucha con un claro trasfondo político. De este modo, y siguiendo una constante en la mayoría de las producciones de Zwick, la trayectoria argumental irá de lo particular a lo general y a la inversa al crearse un círculo vicioso del que resulta muy difícil salir a los personajes.

Boris Spassky, un niño mimado por el régimen soviético

Frente al paranoico Fischer (un estado que le va muy bien al habitualmente histriónico Toby Maguire, dicho sea de paso) se situará el calmado Boris Spassky, mimado y utraprotegido por el régimen soviético. Un primer diseño del personaje en el más puro esquema maniqueo y no empático para las audiencias que esconderá, sin embargo, a una persona que se halla en la misma situación que su contrincante en el torneo de ajedrez. Dos escenas bastarán para ello en las que las pocas acciones que llevará a acabo un más que contenido Liev Schrieber (que nos roba el corazón con ellas, también dicho sea de paso) revelarán la realidad de un personaje  que vive siempre bajo control y sin derecho a la libertad individual. Un tema, por otra parte, ya desarrollado por Zwick en sus películas y de manera especial en The Siege.

De este modo y tal como comentábamos al inicio de este post, Pawn Sacrifice se convertirá en el biopic de una época y lo hará a través de la historia de Fischer y Spassky (como bien pudiera haber elegido otros personajes más o menos conocidos); unos personajes que tienen muy claro que ellos van a jugar un torneo de ajedrez del que saldrá vencedor quien tenga la mente más privilegiada para poder encontrar en el menor tiempo posible la mejor solución para los millones de combinaciones que se dan en el juego. El reconocimiento de Spassky ante su oponente  y la retirada del ajedrez de Fischer  tras el llamado «Juego del Siglo» son una buena muestra de ello.

Como buen biopic que se precie, los minutos finales se dedicarán a ofrecer a los espectadores cuál fue el destino de los personajes que acaban de ver en escena. Así, sabremos que Fischer se retiró del mundo del ajedrez tras vencer a Spassky, que su estado mental se deterioró considerablemente llegando a convertirse en homeless  y que murió en 2008 en Islandia. Lo que lamentablemente no se comenta es que Spassky y Fischer se volvieron a enfrentar de nuevo en 1992 en Yugoslavia, un país que había sido bloqueado económicamente por los Estados Unidos por lo que se dictó una orden de busca y captura contra Fischer, revocando su pasaporte;  que el ajedrecista acusó del ataque del 11 de septiembre a los Estados Unidos y a Israel, que fue detenido en 2004 en el aeropuerto de Tokio por usar un pasaporte no válido y que en 2008 murió en Islandia porque el país, a pesar del malestar de los Estados Unidos, le había concedido cuatro años antes la nacionalidad islandesa. Tampoco se comentó, todavía más lamentablemente, que Boris Spassky cayó en desgracia ante las autoridades soviéticas a partir de 1974 en que subió al trono del ajedrez un joven llamado Anatoli Karpov y de 1978 con su derrota ante Victor Korchnoi, que pidió la nacionalidad francesa en 1984 y que en 2014 fue llevado a Moscú tras sufrir un segundo ataque cerebral por su supuesta agente de una manera un tanto folletinesca con acusaciones de secuestro de por medio y de malos tratos familiares.

Tampoco se ha dicho que, al parecer, a Spassky no le ha gustado nada de nada la película por no ajustarse exactamente a los hechos. Lo cierto es que cualquier película biográfica es una dramatización – y, sobre todo, ficcionalización-  de unos hechos que selecciona un guionista para construir su particular visión de un personajes o una época; justamente por eso y porque nos ha gustado mucho la propuesta, recomendamos su visionado.

 

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