El final de una obra de arte, «Perpetual Night» y «The Blessed Dark» (3×8,9).
«The End», estas son las últimas palabras que hemos podido ver todos los Dreadfuls al finalizar la emisión de los dos últimos episodios de la tercera temporada de la magistral serie con la que nos han obsequiado en estos tres años John Logan y su equipo de actores, directores, maquilladores, figurinistas, directores de arte, directores de fotografía y todas las personas que han trabajado y conseguido que Penny Dreadful sea una obra de arte en todos los sentidos. Porque la emisión de estos dos episodios no solo han cerrado la temporada sino que han significado el final de esta gran novela gótica -en palabras de Paco Cabezas- o de ese soneto -en palabras de John Logan- que ha tenido como eje central a uno de los personajes que ya será icónico en la televisión y en el género del horror: Vanessa Ives.
Un emotivo final para ser más precisos porque no solo los dreadfuls hemos derramado muchas lágrimas al ver cómo se cierran los procesos de todos y cada uno de los personajes de este mundo llamado Penny Dreadful, sino también por el inesperado anuncio de la finalización de la misma que nos ha sumido a todos en un shock emocional -además de ser un trending topic global- y una sensación de vacío difícilmente explicables. Y hablo en mi propio nombre y confesando que pocas series me han provocado un impacto emocional tan fuerte como lo ha hecho Penny Dreadful.
Si al comenzar esta nueva tanda de posts de «Tus series al día» nos preguntábamos cómo se las iba a arreglar John Logan para reunir a todos los personajes que se habían dispersado en la temporada anterior tras la debacle producida en casa de Madame Khali, encontramos la respuesta en estos dos últimos episodios.
Casi casi de manera circular con respecto a la primera de las temporadas en la que Sir Malcolm Murray buscaba a su hija Mina (Harker) para rescatarla de las garras de The Master reclutando a nuestra liga de monstruos extraordinarios y recorriendo los más sórdidos escenarios de Londres, «Perpetual Night» y «The Blessed Dark» serán justamente eso: la búsqueda de Vanessa Ives para liberarla del gran maestro, de Drácula. Esta vez toda Londres será el entorno sórdido y casi putrefacto -con algunas plagas bíblicas incluidas- tomado por las criaturas de la noche; y esta vez al equipo de sir Malcolm se unirán la doctora Seward, Catriona Hartdegen y Kaetenay, alguno de los cuales nos ofrecerá más que una inesperada sorpresa a la hora de enfrentarse con las criaturas zombificadas que pululan por la ciudad.
Sin embargo a la magistral forma de reencuentro entre todos los protagonistas va a acompañar el cierre de todos los arcos de los personajes: la relación entre Lily y Víctor, la ruptura entre éste y su lado más inhumano encarnado por Henry Jeckyll, la vaciedad existencial de un inmortal Dorian Gray, la soledad de un inconscientemente destructivo sir Malcolm y la desorientación de un desubicado Calibán que no encuentra su lugar en ninguno de los mundos a los que pertenece. Pero sobre todos ellos, la anagnórisis (porque eso es exactamente) de los dos ejes de la serie, Ethan Chandler y Vanessa Ives, quienes hallarán una respuesta a la razón de su existencia encontrando, cada uno de un modo muy diferente, la paz y la autoaceptación en el sentido más amplio e intimista del término.
Y es que Penny Dreadful no puede verse como una sucesión de temporadas en las que un grupo de personas -monstruosas o no- se enfrentan con una representación del maligno. Cada una de las entregas que nos ha ofrecido John Logan es un paso más en la construcción de un mundo más o menos decadente, más o menos equiparable a la contemporaneidad, más o menos deshumanizado -valga la redundancia- por el que transitan unos personajes construidos milimétricamente en un trabajo de orfebrería. Personajes de los que Logan ha captado su esencia literaria o cinematográfica componiendo un grupo humano con cuyas emociones, y esencialmente dudas, nos podemos identificar. Ahí reside el gran mérito de Penny Dreadful, en los múltiples niveles de lectura y en que cada uno de ellos (el terror, los personajes, el sustrato literario, el imaginario cultural, los géneros híbridos que aparecen) son captados por las audiencias de muchas formas y de acuerdo con lo que el espectador vea o quiera ver en ellos. Justamente eso la convierte en una obra de arte, y justamente la melancolía poética que destilan cada uno de los personajes con los que hemos convivido estos tres años va a dotarla de ese elemento que encontramos en contadas ficciones televisivas: la emoción que nos conmueve no como espectadores sino como personas.
«The End», dos palabras que cierran una obra maestra. Pero también hay otras palabras de cierre que son mucho más definidoras: las palabras de William Wordsworth en su poema «Intimations to Inmortality» que Logan pondrá en boca de Rory Kinnear/Calibán, el monstruo más humano de toda la serie, y que en una versión un tanto menos romántica y vital que el poema , nos recuerdan que a pesar de que las cosas se acaben físicamente, hay una trascendencia. Toda una invitación a revisitar Penny Dreadful o a conocerla, por si alguien todavía no lo ha hecho.
Por todo ello…
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.