El joven Sheldon: reseña de los episodios 8 y 9
Los episodios 8 («Cabo Cañaveral, el gato de Schrödinger y el pelo de Cindy Lauper») y 9 («Spock, Kirk, y una hernia testicular») tienen en común, principalmente, la relación entre el joven protagonista y los miembros masculinos de su familia nuclear, aunque no de forma exclusiva. A medida que la serie avanza se va haciendo más evidente cómo el cabeza de familia tiene una relación mucho más estrecha con su hijo mayor que con Sheldon. Con el primero comparte, además del nombre (George), un nivel de inteligencia similar, la simplicidad, y el gusto por y la práctica del deporte (el padre es entrenador de fútbol americano y el hijo es parte del equipo), por citar algunos ejemplos. A Sheldon, en cambio, no le entiende bien y es por la insistencia de su esposa por lo que muestra diversos intentos de acercamiento hacia él, más que por iniciativa propia. A Sheldon parece resultarle más fácil relacionarse con los personajes femeninos adultos de la serie: con su madre y con su abuela, a las que suele plantear sus dudas (sobre temas cotidianos, no de tipo intelectual, para los que siempre tiene él mismo respuesta) y de las que suele recibir respuestas, protección y cariño.
Dadas estas circunstancias, no resulta extraño que, en el episodio 8, la madre del pequeño pida a su marido que incluya en sus planes de ocio a sus dos hijos, y no solo al primogénito. Al principio, el padre plantea lo difícil que es la misión encomendada, recordándole los fiascos derivados intentos anteriores en los que, por ejemplo, Sheldon, estando de acampada, entró en pánico por la mera presencia de una mariposa. Pero, finalmente, accede a la petición de su esposa, tratando de buscar una actividad que de veras interese al joven genio. Sheldon se llena de alegría al ver que su padre está dispuesto a hacer realidad su sueño de ver el lanzamiento de un cohete en Cabo Cañaveral, por lo que los tres hombres de la casa se ponen en camino para su aventura. Se produce en el episodio, pues, la típica situación en la que se separan las esferas masculina y femenina, dedicándose cada grupo a actividades completamente distintas. Los chicos ya hemos dicho que se ponen en camino hacia Cabo Cañaveral, y las chicas se divierten de formas estereotípicamente femeninas, por ejemplo yendo a un salón de belleza (que por poco se convierte en lo contrario, dado el interés de la pequeña de la casa por salir de allí con el pelo a lo Cindy Lauper).
Lo bonito de este episodio, bajo mi punto de vista, es que, aunque finalmente las cosas no salen del todo como Sheldon quería, por motivos de fuerza mayor (naturales), sin embargo, el objetivo principal de esta iniciativa sí se ve cumplido: estrechar los lazos entre el padre y los dos hijos (especialmente Sheldon). Y, además, se pone de manifiesto que, aunque por inercia (y por lo similares que son en muchos aspectos) George Sr. tiende a acercarse más a su primogénito, sin embargo siente verdadero cariño también hacia su pequeño, aunque le cueste más acercarse a él por lo diferentes que son.
Si en el episodio que acabo de comentar, el énfasis está en la relación padre-hijo (Sheldon); en el noveno se sigue en esta línea pero con mayor énfasis entre los dos hermanos. Esto se deriva de la necesidad de que Sheldon ayude a su hermano con el Álgebra: se enfrenta a un examen que debe superar si quiere seguir en el equipo de fútbol. Pero George Jr., en vez de mirar los libros referentes a esta materia, aparece constantemente con revistas de chicas en bikinis (las mismas que aparecen en su imaginación cuando Sheldon le pide que imagine las gráficas algebraicas). La familia ve en Sheldon como profesor particular la única solución para que el hermano mayor supere esta prueba. Sheldon, a pesar de su reticencia, accede a ayudarle tras consultar a su abuela si debe hacerlo. Ésta le da una idea basada en el interés (como es típico de ella). Sheldon pide a cambio, pues, una cantidad de dinero para gastar en la tienda de trenes (una de las aficiones que mantendrá hasta la edad adulta, como sabemos por Big Bang; cantidad que pide aumentar cuando se enfrenta a la dificultad (diría yo que más bien «imposibilidad») de hacer atender y entender a su hermano. El final de esta iniciativa es agridulce para Sheldon, ya que su hermano consigue un buen resultado en su prueba matemática, pero no de forma legal. Esto hace que tampoco su propia conciencia esté tranquila, ya que consigue una recompensa que no cree merecer. Es entonces cuando su querida Mee Maw, usando paralelismos con una de las series favoritas de Sheldon (Star Trek), le explica que en nuestra sociedad es frecuente saltarse ciertas normas para conseguir los objetivos planteados. El pequeño pone en práctica esta técnica, que perfecciona con los «consejos» de su hermano mayor, y empieza a conseguir resultados inmediatos, aunque no duraderos. Como la vida misma… (aunque hay quienes, por desgracia, alcanzan ambos objetivos de este modo fraudulento).
Como vemos, la serie sigue atando cabos entre ella misma y Big Bang, con detalles como los comentados (afición de Sheldon por los cohetes, los trenes, Star Trek…) para mantener la coherencia y continuidad entre los dos programas. Además, los dos comparten la evidente intención de sus creadores de que los espectadores/as pasemos un buen rato, por lo que no faltan múltiples detalles cuajados de humor, que nos dejan, tras los escasos veinte minutos de visionado, con ganas de más y de ver el episodio siguiente.