Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

El mayor papel de su vida: «The little drummer girl» (AMC, 2018)

Después de autores como Stephen King, Nicholas Sparks o Ian McEwan, uno de los escritores vivos cuyas obras han sido más adaptadas a la pantalla es el británico John Le Carré. Conocido por su inconfundible estilo donde las temáticas socio-políticas, los thrillers de espionaje y las conspiraciones gubernamentales son el hilo conductor de sus argumentos, hemos podido disfrutar de sus historias en largometrajes como El jardinero fiel (2005), El topo (2011), El hombre más buscado (2014) o Un traidor como los nuestros (2016); y en miniseries como El infiltrado bajo la dirección de la cineasta danesa Sussane Bier en 2015. En esta ocasión, su última adaptación vendrá de la mano de otra miniserie de 6 episodios: The Little Drummer Girl (La Chica del Tambor). Una historia que ya sería adaptada en el cine en 1984 con Diane Keaton en la piel de la protagonista.

Estrenada en 2018 bajo el sello de co-producción entre BBC y AMC, la historia se centra en Charmian «Charlie» Ross (Florence Pugh), una joven aspirante a actriz que es reclutada por el servicio de inteligencia de Israel con el objetivo de infiltrarla en una célula terrorista palestina. Los agentes del Mossad, Marty Kurtz (Michael Shannon) y Gadi Becker (Alexandre Skarsgård), serán los encargados de entrenarla y de orquestar un plan maestro para conocer los planes de sus enemigos y erradicarlos. Así, el destino de Charlie dará un vuelco cuando tenga que enfrentarse al mayor papel de su vida.

La misión de Charlie (Florence Pugh) es infiltrarse en una célula terrorista palestina

Escrita por Michael Lesslie, la serie nos ubicará en 1979 centrándose en el enfrentamiento armado entre Israel y Palestina – extendido hasta nuestros días – donde ambos estados lucharán por el territorio en su país y expandiendo el conflicto hasta Europa, donde comenzarán los primeros ataques terroristas mientras los movimientos políticos radicales agitarán el pensamiento de occidente (como consecuencia del movimiento pacifista en los años 60, el comienzo del Tatcherismo en Inglaterra y la aparición de la Fracción del Ejército Rojo en Alemania). Así, la serie mostrará las metodologías de los servicios de inteligencia del Mossad en contraposición con los órganos de seguridad europeos – muy rígidos a la hora de tomar acción – y hará evidente que la elección de sus «colaboradores», en este caso la protagonista, es de todo menos casual. La figura del «espía infiltrado» cobrará, así, un papel importante dentro del argumento, del conflicto de identidad de Charlie y del planteamiento de realidad/ficción como hilo conductor de la serie.

«¿Cual es el papel?», pregunta Charlie. «Una terrorista», responde Marty. A partir de aquí, gran parte de la acción se focalizará en el gran espectáculo que Charlie tendrá que llevar a cabo para hacerse un hueco en la organización palestina gracias a un plan perfectamente milimetrado por Kurtz, quien hará lo que posible para cumplir su objetivo. Por su parte, Gadi insistirá en que «idean una ficción donde el público está en todos sitios a todas horas inconsciente de que está ante una representación«. Una situación extrema que equiparará a los espías con los actores, donde el proceso de entrenamiento emocional y la conciencia del engaño estarán muy presentes como idea principal de la trama. Una finísima línea entre lo real y lo verosímil que pondrá en entredicho las acciones de Charlie quien se encontrará en constante conflicto con sus pensamientos políticos, su moralidad y sus sentimientos. Algo que ella misma definirá como una «versión verosímil de si misma«. Contradicciones emocionales que también se desarrollarán de forma brillante en ficciones de espionaje como The Americans o en personajes que construyen su propia identidad imitando su alrededor como respuesta a sus carencias afectivas como Villanelle en Killing Eve.

Charlie y Gadi tienen un encuentro (¿romántico?) a los pies del Partenón de Atenas

Al igual que su predecesora, El infiltrado, AMC apostará por la dirección íntegra de los episodios de un cineasta de renombre internacional. En este caso, la tarea recaerá a manos del director surcoreano Park Chan-Wook. Conocido por sus trabajos en su país natal como La Trilogía de la VenganzaSympathy for Mr Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Lady Vengeance (2005) – o La doncella (2016), en 2013 realizará su primera producción internacional con Stoker. Sin embargo, su sello particular como autor quedará difuminado frente a una historia que se sale de su temática habitual y, posiblemente, debido a la necesidad de atraer a un público mayoritario. Con una narración intercalada al servicio de este juego entre realidad/ficción con componente de thriller, se apostará por una estructura de espejo donde nada ni nadie es lo que parece.

Si bien, la serie de Park Chan-Wook «no tiene prácticamente nada», alguna que otra rareza en el montaje o el barroquismo estético, si que aparecerán como marcas propias del director. Asimismo, la serie recrea una atmósfera impecable y colorida muy poco usual para este tipo de thrillers y donde la monumentalidad de las localizaciones escogidas (Grecia, Londres, Munich, Líbano y Praga) aporta una riqueza visual extraordinaria. No obstante, la serie es un tanto desigual a la hora de desarrollar la acción. Mientras su comienzo y episodios centrales tienen un ritmo equilibrado e intrigante, hacia el final se precipita de tal forma que la trama y la evolución de los personajes pierde verosimilitud. Tal vez, se podría haber solucionado con unos cuantos capítulos más. Igualmente, The Little Drummer Girl es un notable thriller con una temática interesante, con crítica socio-política y nos deja con otra brillante interpretación de Florence Pugh, una de la actrices jóvenes con mayor recorrido.

 

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