Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

El último tango en Buenos Aires. «Happy together» (Wong Kar-Wai, 1997)

Dos amantes abandonan Hong Kong para pasar el viaje de sus vidas en Buenos Aires. Ambos desean llegar hasta unas cataratas, pero están perdidos. Viajan por las calles y autopistas de Argentina en busca de algo que no logran encontrar. Lai Yiu-Kai (Tony Leung) es responsable y sereno, mientras que Ho Po-Wing (Leslie Cheung) es rebelde, impulsivo y se aprovecha de su novio. Realmente están perdidos tanto en sentido literal -en Argentina- como figurado -como pareja-. En el arcén de una autopista en medio de la nada, los amantes se separan sin haber llegado a su destino. Tras la ruptura, vuelven a reencontrarse en la ciudad por azares del destino. Ambos trabajan para ganar el dinero suficiente a fin de regresar a su país. Lai es portero de un bar, Ho es gigoló para turistas. Una noche, el último acude lleno de golpes a quien fue su amante para que le acoja y vuelvan a ser pareja. En este punto, Lai deberá lidiar con la persona que le ocasionó tanto dolor, pero también la que le dio tanto amor en el pasado. El sensible y sensato protagonista se verá obligado a pelear con los fantasmas (amantes) del pasado y con los que vendrán.

Lai y Ho: dos amantes perdidos en Argentina… y también como pareja

Con esta crudeza en blanco y negro arranca una de las películas más reivindicadas del director hongkonés Wong Kar-Wai –aclamado por filmes como Chungking Express (1994) o Deseando amar (2000)- que nos brinda una emotiva historia de (des)amor bajo sus ya reconocidas marcas autorales alejadas de las convencionalidades a las que está acostumbrado el espectador medio. Acompañando el boom del Universo Wong Kar-Wai -remasterización y reestreno de las cintas más célebres de Kar-Wai por Avalon- dedicamos este post a resaltar los aspectos más llamativos del film y a desgranar sutilmente su crudeza y brillantez.

La cámara de Happy together actúa como un ente que a la vez que da privilegios al espectador -nos muestra un largo y bello plano cenital de las cataratas a las que no logran llegar Lai y Ho-, pero a su vez nos hace pagar ese precio inmiscuyéndonos en la intimidad de los amantes. Nos hace partícipes de las peleas, los besos y los lloros desconsolados en esas cuatro paredes en las que se respira la misma austeridad y pobreza que se refleja su relación. Actúa como uno más en esa agitada Buenos Aires llena de gente que va de un lado a otro, que vocifera, que grita, que siente, que ama. Espía, la cámara, a través de las ventanas y los espejos, pero también nos permite tomar un respiro elevándonos a lo alto de una plaza concurrida por cientos de coches, miles de historias posibles. Rápidamente baja de nuevo a las calles y se convierte de nuevo en el ente vouyerista de relación tóxica entre Lai y Ho. En una escena, desde detrás de unas cortinas vemos como Ho se mete en un coche de algún cliente. Se oye un tango. El coche arranca y la música se va tras él. Lai sale por la puerta del local en el que trabaja. Se enciende un cigarro. Con él ha quedado el silencio y nosotros.

Los dos amantes son conducidos en taxi hasta su destino. La suerte de cada uno decidirá si este acabará en tragedia o en victoria.

Sin duda, esos silencios -como ya saben los seguidores del realizador- son más reveladores que los diálogos. Los personajes de Happy together se sienten solos y desdichados. Aguardan en silencio a la espera de algo mejor en sus vidas. Miradas y esperas calladas que dicen más que cualquier palabra. Esa ausencia de diálogo compensada con el poder de la mirada la podemos percibir inmejorablemente en la relación entre el protagonista y Chang, un cocinero que trabaja con Lai. Cómo mira Chang a su compañero de trabajo, y cómo Lai le devuelve las miradas sutilmente deseando ser algo más que simples colegas, pero sabiendo que sus almas han sido demasiado dañadas como para volver a caer en el loco amor. El último abrazo que se dan es desolador. Los fotogramas se congelan intentando parar el tiempo procurando alargar ese emotivo gesto hasta la eternidad. Una escena antes, Chang le da una grabadora a Lai para que le dedique algún mensaje de despedida. «Di algo alegre» le dice su amigo antes de irse a bailar. Lai, mientras los demás se divierten y danzan, solloza ante el aparato en la más dura y pura soledad. Pese a que se sienta atraído tanto por quien fue su amante y como por su compañero de trabajo, duda y reniega de esas emociones. Eso le hace desdichado, pero peor es para él ser herido de nuevo.

Además del silencio, el color también nos habla de forma expresiva y simbólica. Wong Kar-Wai cuenta -como de costumbre- con su mano derecha a la hora de iluminar. Christopher Doyle trabaja con los tonos y las luces de una forma única. Totalmente compaginada con la visión del director. El blanco y negro al principio del film plasma la ausencia de vivacidad y amor en la pareja. Es sucio, pero también es bello. Se percibe un grano que le da cierta bruteza y los contrastes lumínicos son suficientemente efectivos para marcar las luces y las sombras de los amantes. En cuanto aparece color, nos sumimos en una amalgama de tonos (emociones) que tiñen los espacios y rostros de los personajes, quienes recuperan la viveza de la vida invadidos por sensaciones dispares. El tratamiento que hace de los tonos y de la saturación de estos recuerda al de las fotos de la época.

Christopher Doyle realiza un espléndido trabajo con la iluminación y la composición. Las imágenes hablan por sí solas.

«En una película de Wong Kar Wai no tienes guion; tienes un gran grupo de personas, y encuentras la película.», comentó una vez Doyle sobre lo especial que es rodar con el director hongkonés. Y es que es cierto que sus películas desprenden algo único y original que se queda por siempre grabado en la mente (y el corazón) del espectador. Happy Together se aleja de sus dos trabajos previos Fallen Angels (1995) y Chungking Express en cuanto a ese abandono de historias cruzadas rodadas con un frenetismo desmesurado pero acorde a sus personajes y sus situaciones. En esta película Wong Kar-Wai trata las situaciones con calma, las dilata y las alarga, mantiene al espectador como observador de la desdicha y la tristeza de sus personajes.

Ho y Lai bailan al son de Tango Apasionado de Astor Piazzolla. Este es uno de los momentos más emblemáticos y recordados de Happy Together

Wong Kar-Wai juega con el tiempo y el espacio dejando al azar del destino a sus personajes, permitiendo que caigan y se levanten. Que se tambaleen entre amores y desamores, sueños incumplidos y deseados, momentos bellos y dolorosos… Que se muevan entre las dualidades de la vida al son de temas como Cucurrucucu paloma de Caetano Veloso o los tangos de Astor Piazzolla -desgarradoramente bellos e imposibles de olvidar- que acompañan nostálgicamente la vida de estos seres humanos que lo único que desean, como todos hacemos, es ser felices. Felices juntos. Happy together.

 

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