Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

“¡Feliz 20º Cumpleaños, South Park!”

Parece mentira que una serie de televisión tan aparentemente simple (en cuanto a su aspecto, porque sus contenidos no dejan a nadie indiferente), haya llegado y superado lo que en un ser humano se supone que es la mayoría de edad. Yo he usado el adjetivo “simple” para referirme a ella, pero los calificativos que suelen acompañarla irremisiblemente son “polémica”, “gamberra”, “irreverente”, “violenta” y otros más denigrantes promovidos por sus detractores, que podría decirse que no son más que sus fieles seguidores, pero quizá igual de radicales.

Sus creadores, Trey Parker y Matt Stone no han podido pensar en una forma mejor de celebrar este aniversario redondo que con la emisión de su vigésima temporada, que empezó a emitirse el pasado 14 de septiembre (en España dos días después). Como muestra el vídeo creado para la ocasión, son muchos los que a lo largo de estos 20 años han ido creciendo con ella (aunque la serie es para adultos), desde que el 13 de agosto de 1997, estos cuatro amigos (Stan Marsh, Kyle Broflovski, Eric Cartman y Kenny McCormick) empezaran a decir palabrotas y a plasmar el humor negro e irreverente más propio de la edad de sus guionistas, que de estos niños de cuarto de primaria del imaginario pueblo de Colorado llamado South Park. Pero algo más ha de tener la serie para haberse podido mantener dos décadas ininterrumpidamente (con un total de 265 episodios), cosa nada fácil en este negocio de la televisión, a menos que algún motivo sólido sustente este hecho. En su caso, además de los seguidores y fans, la crítica especializada ha reconocido en la serie méritos que le han llevado a concederle prestigiosos premios como los Emmy (nada menos que 5), y un Peabody (entre otros), y ha llegado a ser considerada como uno de los 100 programas más importantes de la historia de la televisión por la revista Times.

De una serie tan longeva podría decir un millón de cosas, especialmente si nos centramos en las temáticas que ha abordado –algunas de las cuales han llevado a sus creadores incluso a ser amenazados de muerte por los “afectados”- , pues son muy diversas, de máxima actualidad –sorprende la rapidez con que algunos episodios se llegan a hacer eco de hechos acaecidos apenas días antes de su emisión-, y de todo tipo de orientación ideológica. Y como no me es posible explayarme aquí como querría, voy a destacar uno de los aspectos positivos que se pueden derivar de ver esta serie tan aparentemente destructiva según algunos. Me refiero al hecho de que con todas sus situaciones absurdas y a veces irreverentes, escatológicas o subversivas, lo que estos niños sí nos demuestran, aunque sea en clave de humor y parodia exagerada, es que los adultos actuamos muchas veces de forma más ilógica e irracional que los pequeños; que ellos son quienes nos dan muchas veces lecciones de vida.

Esta es la misma sensación que se deriva de Los Simpsons, otra serie de dibujos animados aún más destacada que South Park por su permanencia en las pantallas (lleva emitiéndose desde 1989), número de episodios (alcanza este mes los 600), temporadas (estamos en la 28), e incluso premios concedidos (30 Emmys, entre otros). Ambas comparten características que podrían explicar el que ambas no paren de cumplir años de emisión, tales como su aparente simplicidad, el colorido atractivo de sus imágenes, su espíritu crítico (hiriente incluso, a veces), su frecuente reflejo de la actualidad (social, política, cultural…), el hecho de que parecen series para niños pero están pensadas realimente para adultos… Pero de todo ello, quizá lo que nos mantiene pegados a las pantallas cuando aparecen estos dibujos animados sea lo primero que he dicho. Me refiero a ese mensaje transversal que exuda por sus poros la serie y que ya se viene transmitiendo desde la antigüedad por el mismo Jesucristo, y posteriormente por destacados románticos como Ralph Waldo Emerson: «Que hay que hacerse como los niños». En un plano más popular y terrenal, hay un refrán que dice que «Los niños (y los borrachos, pero estos no nos interesan ahora) son los que dicen la verdad». En South Park y en Los Simpsons, los niños no crecen (salvo contados capítulos con flashforwards) y no cesan, pues, de decirnos verdades que parece que nos gusta seguir viendo/escuchando, ya que ambas series no paran de cumplir años a pesar de las muchas polémicas que han provocado por el modo en que las han plasmado/dicho a veces. En honor a la verdad, pues, no puedo decir que el cuarteto formado por Stan, Kyle, Cartman y Kenny sea angelical ni un ejemplo a imitar, pero tengo que felicitarlos en su vigésimo cumpleaños por llevar esas dos décadas «sin crecer», siendo niños que nos dicen grandes verdades (aunque demasiado a lo bestia, lo reconozco), y haciéndonos replantearnos ciertas injusticias y propiciando la reflexión sobre nuestra posible complicidad en que el mundo esté como está. ¡Cumpleaños feliz, South Park!

 

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