Gotham
La serie Gotham finaliza su primera temporada, y con ella cumple con gran parte de las expectativas generadas en prensa y redes sociales antes de su estreno. El interés que despertó inicialmente la serie tiene su máximo refrendo en todas las encuentras publicadas en octubre del pasado 2014, siendo la serie más esperada en todas las estadísticas. Pero ojo, quizás únicamente como producto audiovisual que no necesariamente tiene por qué ser fiel al comic original. No seré yo quien juzgue este asunto. Sin embargo, la serie sí que aporta cierta innovación al mythos de la ciudad del hombre murciélago.
En un momento en el que las productoras apuestan, tanto en la televisión como en la gran pantalla, por la figura del superhéroe, ahí están otras series como Arrow, S.H.I.E.L.D., Flash, o Smallville, Gotham es curiosamente una serie de superhéroes sin superhéroe. Esta es quizás una de las novedades más arriesgadas de esta producción. Por el contrario, la serie narra la historia de la ciudad cuando Bruce Wayne es todavía un niño, exactamente tras el asesinato de sus padres. Un Batman en inactivo es, sin duda, todo un desencanto para muchos fans, que se supera a medida que avanzan los capítulos.
Durante la primera temporada, la serie se articula narrando la historia del policía novato en la gran ciudad, James Gordon – interpretado por un Ben McKenzie con un registro interpretativo muy limitado – y la vida en la mansión, ya en segundo plano, del joven Bruce Wayne. Pero es, sin embargo, uno de los mayores aciertos de los guionistas, la aparición de Oswald Cobblepot – un joven Pingüino – lo que ofrece cohesión narrativa a toda la primera temporada. Sin duda, la gran interpretación de Robin Lord Taylor, al igual que la mayoría de los “malos”, hace de Gotham una serie realmente interesante, que profundiza no sólo en la psique de estos personajes, sino que también aporta mayor coherencia a la ficción en los cómics.
Bruno Heller, también creador de la serie El Mentalista o Roma, ayuda a personajes como Harvey Dent, Catwoman, Poison Ivy o Enigma a dar sus primeros pasos en la pequeña pantalla – unos con mayor éxito que otros, por supuesto. Casi todos los personajes “secundarios” se convierten realmente en principales, gracias a sus grandes dotes como actores y la profundidad de los personajes que interpretan, muy superior a la de Gordon o Alfred.
Otro de los aciertos de la serie radica en la ciudad en sí misma, los decorados y exteriores son cuidados al detalle por una producción millonaria a cargo de la Fox. La ciudad cobra vida, Gotham está presente en cada capítulo articulándose en el subconsciente de los personajes y del espectador con detalle. Resulta narrativamente más interesante el día a día de los personajes, que los grandes complots maquiavélicos, más típico de las producciones cinematográficas anteriores. En este sentido, sus guionistas asumen magistralmente que la serie debe explorar la cotidianeidad en la ciudad, y no tanto la espectacularidad. A ello debemos también sumar la labor de iluminación y la paleta de colores empleada – en vestuario, caracterización, arquitectura… -. Con numerosos guiños al comic, tanto en su estética, como en el tiro de cámara, el primer episodio ejemplifica esta simbiosis con la imagen de las perlas rodando por el suelo tras la muerte de Martha Wayne.
No obstante, en Gotham no es oro todo lo que reluce. Los guionistas podrían haber apostado por un esquema narrativo más innovador – por ejemplo, seguir la perspectiva del Oswald Cobblepot como narrador visual de historia con más claridad – y no perpetuar el esquema de “monstruo semanal” típico de otras series ya de culto como Buffy Cazavampiros. En su momento, fue todo un acierto, pero en pleno siglo XXI, y con más series similares en la parrilla, una apuesta técnica más innovadora habría sido un éxito.
Si los guionistas, por otro lado, ven crecer a Gotham como una serie en la que se articula esencialmente la vida en la oscura ciudad, la crítica a la corrupción sistemática que brinda ésta –muy de actualidad– podría explotarse de un modo más directo y mordaz. Porque por el contrario, la sensación que transmite al espectador, es que la serie se encuentra a medio camino entre la fantasía del género más clásico y el thriller con tintes sociales.
Gotham no es, por tanto, ni una cosa ni la otra, quizás porque todavía está buscando su sitio. Es una serie que no se define por un género concreto, lo que no sabemos si es un acierto, o si le acabará pasando factura. Podría ser, desde luego, una serie más oscura, compleja y crítica, sin olvidar que es una gran producción para toda la familia de la Fox. Habrá que esperar a la segunda temporada para desvelar si la serie se define, y en qué términos se define. Por lo pronto, es desde luego toda una joya en bruto para los seguidores del hombre murciélago.