Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Grace and Frankie

Sexo y sexualidad. Salidas de armario, vibradores y descubiertas del yo. Marihuana, mucha mística, y Dry Martinis hasta la extenuación. Ponerse a prueba y superar los propios miedos. Adaptaciones y ritos de iniciación. Portarse mal por el mero placer de portarse mal. Arriesgar, perder y ganar. Descubrir quién es tu mejor amiga. Ser madre y maternidades. Enamorarse, elegir, dudar. Delirio y colocones, y delirio y colocones. La fiesta está servida. Y tiene todos los ingredientes para que, narrados en ficción televisiva, puedan convertirse en la siguiente experiencia cool adolescente. Pero en esta ocasión son dos mujeres de 70 años las que la bailan. Y de ahí la supergratificante sorpresa que es Grace and Frankie,  con la que se aprende, se sorprende y se desternilla.

Tras 40 años felizmente casadas Grace y Frankie se ven forzadas a reinventar sus vidas al serles revelado que sus respectivos maridos se han enamorado. El uno del otro. Y hace más de 20 años que viven su amor y pasión en secreto. Nada de spoiler puesto que la revelación aparece apenas transcurridos 5 minutos del primer capítulo. Pero incluso después de llegar al final de las 4 temporadas a carcajadas, el descoloque inicial sigue teniendo su efecto.

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Verdad es que los secundarios son, todos, memorables. Y verdad es las verdades como puños de la vida son el auténtico relato y tesoro de esta ficción. Pero lo más complaciente, es la constatación de que la vida existe y es creíble en voz de dos mujeres mayores. Quizá a veces se roza la caricatura, pero partiendo del hecho de que cuando los personajes femeninos de más de 60 años han ocupado pantalla, ha sido casi siempre para interpretar a la suegra imposible, a la abuela amorosa, o a la sabiduría piadosa de quién ha sufrido lo insufrible en silencio, Grace y Frankie son el aplauso y el triunfo de una genial ocurrencia: darse cuenta de que las mujeres mayores existen.

Sin pretensiones, Grace and Frankie transpira feminismo continuamente. Precisamente por su sencillez, por su poca ambición. Precisamente por qué relata vida.  ¿Que mujeres de 70 años fumen porros o se sobrealimenten de Dry Martinies no es lo usual?; ¿Qué lo normal no es, a pesar de tener lumbalgias ocasionales, que las mujeres mayores pueden ser tan flexibles que se limpian los pies en el fregadero?; ¿Qué hablar en público de orgasmos, vibradores y vida sexual no es lo normal en estas edades? Diez mil preguntas más fruto de diez mil prejuicios e ignorancias sociales podrían formularse. Pero lo que no ha sido normal, hasta hoy, ha sido no dar espacio a esta realidad. Por supuesto el cambio social protagonizado por las mujeres en los últimos años ha supuesto un antes y un después en la educación y en el modo en cómo podemos o no dar visibilidad a nuestros deseos. Pero mujeres como Frankie y Grace han existido siempre. Lo que premeditadamente ocultas.

A golpe de osadías, la ficción va avanzando dando rienda suelta a una puesta en crisis de prejuicios sociales a todos los niveles. Pues ya se sabe, basta con hacer visible la mirada, el pensamiento, y la realidad de las mujeres para que todo cambie. De este modo, la ficción no solamente se atreve con el deseo sexual de sus protagonistas. Relaciones intergeneracionales; la atribución de roles según binomio sexo-edad; la homosexualidad y el deseo; el miedo a la muerte y la medicalización de las personas mayores; la idea del éxito y los falsos progresismos sociales; incluso los modos de producción capitalistas.

Medio

Con un sentido del humor elegante y mordaz, Grace and Frankie son dinamita pura. Dinamitan el sistema y dinamitan lo que siempre creímos obvio. De tal modo que no sentimos ansiedad por lo que ellas viven, sino por lo que se nos viene encima.  Que te enamores, se te rompa el corazón, y que tenga que quedar en silencio o susurrarlo en secreto. Que tengas ganas de revelarte ante el mundo y te miren con condescendencia. Que titubees y, automáticamente, te salten por encima. Qué se suponga que tienes tiempo libre y que, en caso de tenerlo, siempre pertenece a los demás. Que el miedo que tienen los demás sea, porque sí, el miedo que tienes que tener tú de ti misma. Y es qué tras la mirada irónica, realidad pura. La mayor osadía del relato es dar luz a los procesos de expulsión social que parecen sólo afectar a las mujeres al envejecer. Pues a la ‘risueña’ pareja de gais, más allá de los remordimientos a los engaños a sus mujeres, y más allá que la descubierta ‘tardía’ de lo que supone salir del armario, de expulsión social, por más mayores que sean, nada. Se jubilan a voluntad; viven en su propia casa confortablemente; son supercomprensivos y superanfitriones; viven la ‘causa gay’ como una suerte de nostalgia activista; nadie les persigue-interroga-vigila-sobreprotege-duda de ellos sólo por el hecho de pasar los 70.

Tras la heroicidad de las protagonistas, la paradoja más absoluta es la que nos engancha y deja estupefacta por igual: la fragilidad de un sistema que sigue sin saber promocionar ni celebrar a las mujeres que han hecho que el feminismo fuera posible. Desde una perspectiva blanca y occidental, claro está, por qué al fin y al cabo ellas son hijas del privilegio.

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Frankie y Grace. Jane Fonda y Lily Tomlin. La sal y la pimienta. Dos mujeres que en los 80 ya mataron a su jefe. Dos históricas que rebosan energía, profesión, amistad y, por qué no decirlo, cirugía estética. Dos mujeres que miran a la cara al tiempo y, si no les gusta lo que ven, se reinventan. Quizá el hecho de que realidad y ficción se confundan en la pantalla ayuda a sentirnos siempre tentadas a volver a sus vidas. Pero, ¿no es esto la vida misma? El placer de imaginar el futuro con tus mejores amigas. El placer de compartir miedos, dolores y la mala leche ancestral de las mujeres. El placer de poder decir, siempre, ‘quiero más’. El placer de sentirte viva, útil, deseada. El placer de pensar que tu vida merece ser contada.  ¿De verdad pensamos que todo esto sólo era posible en “Sexo en Nueva York” 😉 ?

 

 

 

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