Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Halt and Catch Fire: Dominio y expansión bajo revisión

El revisionismo y la nostalgia son dos elementos narrativos muy golosos para la ficción televisiva. Así lo demuestra la nueva entrega de la celebrada El Ministerio del Tiempo (RTVE, 2015-)que, bajo una pátina de progresismo y justicia social, ensalzar una y otra vez la historia (¿y sentimiento nacional?) de España. O, la quizá no tan evidente, pero si segura de si misma, Mad Men (AMC, 2007-2015), a la hora de legitimar el sueño americano con un final tan perfecto que casi nos hace olvidar el alto coste afectivo y emocional al que nos empuja la publicidad a la hora de crear un sentimiento de pertenencia. Ambas geniales, ambas profundamente ideológicas. Y es que el revisionismo y la nostalgia nos permiten esto: la idealización creativa de los acontecimientos a un gusto y conveniencia capaz de redimir o justificar las disfunciones históricas y socioeconómicas sobre las que hoy tenemos que seguir creando el futuro.

Halt and Catch Fire (AMC, 2014-2017), trabaja sobre estos elementos. Contextualizada en plena emergencia de las nuevas tecnologías y autopistas digitales, tira de revisionismo y sentimiento nostálgico a partir de las relaciones afectivas y laborales de cinco personajes principales, distintos y dispares entre sí, inmersos en pleno crecimiento, dominio y expansión de las plataformas de relación e interacción digitales, hoy imprescindibles para las relaciones e interacciones humanas. Un ejercicio que esta ficción domina a la perfección, que es capaz de reinventar y actualizar en cada temporada, y que puede interpelar a distintos públicos a la vez.

La recreación al universo geek no escatima en referencias múltiples con personajes principales y secundarios sedientos y hambrientos de innovación y grasas saturadas. Adictos a la locura de los algoritmos, con una genialidad desbordante a la par que agotadora, de los que brotan genialidades incomprensibles pero si ‘evidentes’ para quién, como yo, le basta con comprender la lógica de lo digital -mentalmente inalcanzable pero, precisamente por ello, ‘coherente’-. Ante tanta exposición de operaciones y fórmulas mentalmente abrumadoras, los personajes juegan en beneficio de la comprensión afectiva de la trama. Una amiga me decía, y estoy de acuerdo, que vamos entendiendo no solo los algoritmos sino también la competitiva industria creada alrededor de redes digitales y dispositivos gracias a las luchas internas de cada uno de los personajes. Gracias a como cada personaje se entiende y se defiende, comprendemos la psicología de una sociedad digital que innova a ritmo de inspiración idealista, que exprime el posibilismo tecnológico, que “ergonomiza” y humaniza -si eso es posible- las tecnologías, que universaliza sus posibilidades como elemento democratizador. Todo, bajo la presión que supone posicionarse en un mundo altamente competitivo. En ello, se personifican los dilemas sociológicos acerca de los determinismos tecnológicos y culturales en forma de aforismo casi espiritual: yo soy la tecnología-la tecnología soy yo.

De algún modo, tanta idealización existencial ante uno de los puntos de inflexión más importantes del último siglo que cambio para siempre y de forma radical sistemas de relación y producción global, casi apacigua los contra-efectos de una nueva gobernabilidad a nivel mundial que, más que nunca, estará en manos de las grandes corporaciones: el sistema extractivista que posibilita nuestra cultura del consumo; la emergencia de un sector profesional altamente formado, competitivo y neoclasista; o la naturalización de la cultura del consumo como plataforma de promoción social, entre otras. La recreación ideal, al fin y al cabo, de los tiempos en los que Reagan y Thatcher inauguraron y dieron rienda suelta al proyecto económico y cultural del neoliberalismo Pero por fortuna, ahí están los protagonistas para vivir y personificar que, si bien ellos son la tecnología y el progresismo económico, también son la humanidad que crece a la vez que se pierde con ellas.

Dominio y expansión es lo que define los tiempos históricos que hoy culminan con el neoliberalismo. Unos tiempos históricos que han naturalizado el heteropatriarcado, el clasismo y el colonialismo. Unos tiempos históricos sobre los que se regula el presente. Unos tiempos históricos que forman parte de la cotidianidad de los personajes. Y por suerte, los personajes, antípodas de los Chuck Norris de turno que subyacen bajo la recreación de tanta heroicidad descafeinada en forma de neo-yuppies o neo-hidalgos, o atormentados por la fatalidad de los acontecimientos, consiguen esta revisión del dominio y expansión. Consiguen apropiarse y subvertir la lógica del revisionismo y la mirada nostálgica para no endiosar un pasado que sobre-magnifique las expectativas de un futuro que solo puede ir a mejor. Al fin y al cabo, Halt and Catch Fire deconstruye la narración heroica implícita en el revisionismo y nostalgia histórica para poner al descubierto lo que enmascara mantra neoliberal “para ganar hay que perder”.

En ello hay una habilidad narrativa que debemos celebrar: el cambio de roles. Según la épica clásica, los personajes femeninos desatan y desesperan (femme fatale y melodrama), mientras los personajes masculinos reconstruyen y revalidan el orden (caballeros, aventureros). En Halt and Cath Fire, sucede este intercambio. Ellas son la esperanza de la reconstrucción socioeconómica a golpe de feminismo nada panfletario. Sí hay un momento de reconocimiento al feminismo. Bien merecido y de justicia narrativa. Pero con aquella habilidad que la aleja del pasquín: la narración no se detiene pra incorporarlo, sino que la narración nos ha conducido a ello. En ellas está toda la dinámica del hilo conductor de las cuatro temporadas, sin necesidad de ser genialidades visionarias, sino por pragmatismo, voluntad, ambición, y sentido común. Ellos se pierden en brotes de ego e impulsividad psicótica. Ellas saben que saben, ellos se empeñan en demostrar que saben. Gracias a este intercambio de roles, y a esta huida de todo convencionalismo heroico, esta ficción no se empeña en solucionar ni resolver ni redimir nada.

Poner en crisis la narrativa heroica, permite un final sin expectativas. La historia ya está escrita y sabemos de sobra lo que va a pasar con el monstruo creado. Un monstruo al que no todos los personajes podrán seguir. Es precisamente en los personajes femeninos donde se deposita cierta esperanza. Pero no una esperanza elegíaca ni redentora, sino una esperanza pragmática: si lo necesitamos, si vamos a mejorar la calidad de vida, vamos a crearlo. Ellos, con cierto edulcoramiento y para no hacer spoiler, vuelven de dónde vinieron. Tampoco es que el uso de Halt and Cath Fire del revisionismo y la nostalgia conlleven fatalismo y condena. Simplemente, mira al futuro como lo que es, la emergencia de una nueva era digital, aparentemente democratizadora, y en la que como todas, si no la sobrevives, mueres.

 

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