Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

“Harlots”, la historia sin mayúsculas

Desde hace décadas, la historiografía feminista ha luchado para desmontar los mitos y las costumbres de la “Historia” tradicional. Una historia escrita con mayúsculas, en la mayor parte de los casos por varones, y casi siempre por los vencedores. El momento postmoderno –que tiene muchos problemas, pero también alguna que otra propuesta interesante– nos ha llevado a empezar a hablar de “historia”, sin mayúsculas canónicas, en incluso de “historias” en plural, reivindicando una polifonía que suele estar más que ausente en los tratados al uso de esta disciplina. El feminismo anglófono ha acuñado el término herstory, que por oposición a history, coloca en el foco de las crónicas a las mujeres.

En un momento en el que la televisión se ha hecho cómplice de las tareas deconstructivas de algunos autores/as postmodernos/as, ofreciéndonos narrativas que no nos llegan por otros medios, la cadena británica ITV Encore se ha atrevido a acercarse a uno de los grandes debates no resueltos dentro del movimiento feminista: la prostitución. Su serie Harlots, estrenada en marzo de este año en el Reino Unido y distribuida en Estados Unidos por Hulu y en España por Cosmopolitan TV, nos lleva a los burdeles del Londres del siglo XVIII, inspirándose para su herstory en el libro The Covent Garden Ladies, de la historiadora norteamericana Hallie Rubenhold.

El título completo del volumen en el que se han apoyado, al menos para la temporada ya emitida (ocho episodios), las creadoras Alison Newman y Moira Buffini es The Covent Garden Ladies. Pimp General Jack and the Extraordinary Story of Harris’s List. Publicado en 2005, hace accesible y explica al público general la Harris’s List of Convent Garden Ladies, un registro actualizado anualmente entre 1757 y 1795 que recogía los nombres, características físicas y especialidades de las prostitutas que trabajaban en aquella época en Covent Garden. Se calcula que circulaban cada año unas 8.000 copias impresas del listado en cuestión, lo que demuestra que en la capital británica la demanda de prostitución era algo muy a tener en cuenta.

Aunque la creación de Newman y Buffini se presenta como un “drama de época”, vista desde la perspectiva actual es cuando menos contradictoria desde su concepción. Trata claramente de un asunto que tiene que ver sobre todo con los hombres, que conforman la aplastante mayoría de clientes de los burdeles del siglo XVIII tanto como del XXI. Sin embargo, se la describe como una “serie femenina” y, como vemos en el caso español, se emite en canales cuyo nicho de mercado fundamental son las mujeres. Parece que hay que entender que el criterio clave para la etiqueta citada es el protagonismo, que sin duda recae en las prostitutas mucho más que en sus clientes. En este sentido, es posible sostener que la perspectiva que domina en Harlots es la de ellas, si bien no dejan de estar limitadas para contar su historia por los parámetros de organización del negocio en el que trabajan: sin puteros no habría putas. Sin ellos, pues, no habría listado de Harris, libro de Rubenhold ni serie televisiva.

Harlots_Season1, Episode 2, Photo credit: Liam Daniel /Hulu/ Monumental/ ITV

Los ocho episodios que hemos podido ver hasta la fecha han demostrado atención al detalle, cuidado de la ambientación y, sobre todo, habilidad en la fotografía. El ritmo de la serie es lento, y algunas de sus escenas mejor filmadas se convierten en tableaux con una exquisita iluminación que nos trasladan a la época de la acción a través de lo puramente visual. Sin embargo, pensando en el tratamiento del tema fundamental de la serie, lo más interesante es la decisión que parecen haber tomado sus responsables sobre el enfoque de las escenas de sexo. Hay en ellas una des-erotización muy poco habitual en la televisión de hoy, y cuando se incluyen encuentros entre clientes y prostitutas, no queda duda alguna sobre el papel que está jugando cada uno en la transacción. Lo que vemos en Harlots no es sexo placentero para ellos y ellas que pueda acabar en amor y en romántico “rescate”, al estilo Pretty Woman. Lo que vemos son mujeres atrapadas por la necesidad, sumando monedas a costa de su cuerpo –cuyo desgaste se nos hace evidente– para poder vivir dignamente y, en el caso de las más apreciadas por su belleza o juventud, intentando conseguir un protector que les permita estar solo al servicio de un hombre, y no de todos.

Hay en la serie personajes muy interesantes –de los que hablaremos en este blog en las próximas semanas– como Margaret Wells (Samantha Morton), dueña de un burdel que nos ofrece diferentes caras en cada entrega; Florence Scanwell (Dorothy Atkinson), ex-puta conversa que persigue con sus soflamas ultra-religiosas tanto a las mujeres prostituidas como a los hombres que buscan sus servicios; Charlotte Wells (Jessica Brown Findlay), hija mayor de Margaret, popular y rebelde, cuya vida da un gran giro al final de la temporada; o Lydia Quigley (Lesley Manville), cuya casa de citas se considera de lujo en Londres y que nos muestra los entresijos más oscuros del negocio al vender a un selecto club de varones a varias jóvenes vírgenes que no viven para contarlo.

En una serie con protagonistas claras (las Wells, su enemiga Quigley), pero también con un importante coro de mujeres detrás sin las que la trama no tendría sentido, las interpretaciones de unas y otras son desiguales. Destaca Samantha Morton, pero algunas de “sus chicas” no consiguen construir personajes redondos. Además de la fotografía, ya comentada, asiste al amplio elenco un estupendo diseño de vestuario y la presencia de una ciudad, Londres, que parecemos nunca dejar de descubrir. Sus callejones, sus mercados y sus barrios son parte de la herstory, y los personajes se mueven por ellos como abriendo camino a Jack el Destripador, que llegará para perseguir y asesinar a las que son como las Wells un siglo más tarde.

Con todo, el visionado de Harlots es una experiencia compleja. Sus intrigas enganchan solo hacia el final, algunos personajes producen tanto rechazo desde el inicio que solo se perciben como caricaturas, y los guiones a veces son repetitivos. Por otro lado, hace reflexionar sobre la vida (y, a veces, la muerte) de las prostitutas urbanas entonces y ahora, y sobre el poder del dinero a lo largo de los tiempos. Como el sexo que retrata, la serie es poco placentera. Es, sin embargo, una propuesta sobre la que pensar en un marco económico, histórico, social y político. La decisión de dedicarle o no el tiempo que demanda tiene que ver, por tanto, con qué busca una cuando enciende la televisión.

 

 

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