Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La fractalidad está servida: cómo ser Charlie Kaufman.

Hace poco más de una semana que se ha estrenado en España el último trabajo (al menos conocido) de Charlie Kaufman, Anomalisa. Una película en stop motion, dirigida por el propio Kaufman y Duke Johnson, definida por la crítica estadounidense como de auténtica maravilla  -como también sucediera en el Festival de Venecia donde consiguió el Gran Premio del Jurado-  y que nos cuenta la historia de un conferenciante profesional de la «autoestima» que, contrariamente a lo que intenta inculcar a sus audiencias, lleva una vida monótona y hueca hasta que se encuentra con la joven Lisa. Un argumento que contradice esa leyenda urbana de que el cine de animación es solo para niños -a la que añadimos la de que las películas sobre superhéroes encajan perfectamente con todos los públicos. Una película que desvela algunas de las constantes de Charlie Kaufman, este guionista-director que forma parte también de mi particular «liga de guionistas extraordinarios», esta vez exclusivamente de cine.

Nacido en Nueva York el 19 de noviembre de 1958 en el seno de una familia judía, Charlie Kaufman confiesa ser una persona tímida de la que no sabemos excesivas cosas de su vida personal. Pero no porque desee esconderlas, sino porque considera que lo importante es su trabajo. De ahí que Kaufman tenga una de las páginas web esenciales para las personas interesadas en el guión cinematográfico en la que se pueden consultar y descargar los distintos materiales que ha creado a lo largo de su trayectoria. Algo que, sin duda, es de agradecer, y mucho.

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Being John Malkovich

Pero retomemos nuestra semblanza-homenaje y volvamos a las dos ideas esenciales que recorren el trabajo de Charlie Kaufman. La primera será el constante juego de identidades que se aprecia en muchos de sus guiones que van a responder a una estructura de mind-game narrative en el sentido literal de la palabra. Así, en Being John Malkovich (1999), sin duda la película que le dio a conocer entre un público de círculos alejados del cine mainstream, asistiremos a un viaje alucinante  -como la producción de Richard Fleischer de 1966-  en la que Cameron Díaz descubrirá una puerta que la conduce directamente al interior del cuerpo de John Malkovich quien se convertirá en un ser omnipresente al tiempo que una obsesión casi obscena para esta particular molécula que se introduce en el actor. La imprescindible escena de la multiplicación de Malkovich no tiene precio y será el punto de partida de Adaptation (2002), el segundo gran reconocimiento de Kaufman como guionista y la segunda colaboración con el director Spike Jonze -bueno, la tercera ya que entre ambas se produjo Human Nature com los dos como productores.

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Adaptation, con un Nicholas Cage desdoblado

La historia del bloqueo creador del guionista Charlie Kaufman a quien se le encarga la adaptación de una novela, El ladrón de orquídeas va a correr en paralelo con la de su hermano gemelo Donald, quien escribe su primer guión, un blockbuster de acción que sigue de manera religiosa  -nunca mejor dicho-  las recetas del gran gurú del screenwriting, Robert McKee. Mientras el primero se cuestiona su identidad como creador al tiempo que revive y se mezcla con los personajes reales de la novela, el segundo tendrá un éxito fulgurante. El complicado juego de inmersiones que se dará en Adaptation  es emblemático como también lo es su narración metaliteraria y metaidentitaria multiplicada hasta extremos insospechados.

Uno de ellos será la atribución de los guiones a personas inexistentes, o, para ser más precisos, de heterónimos que mostrarán facetas diversas de su propia personalidad: Donald, quien también firma el guión de la película original por la que fue nominado al Oscar, no existe como tal sino que es la otra cara de las posibilidades creadoras (las comerciales) a las que se enfrenta cualquier escritor de guiones en Hollywood; del mismo modo Anomalisa será escrita por «Francis Fregoli» para una parte del espectáculo Theatre of the New Ear (2005) del compositor Carter Burwell en el que Kaufman participaba con una pieza, Hope Leaves the Theatre que entró en colisión con otra de los hermanos Coen y fue sustituida por la que da título a la actual película de animación. En resumidas cuentas, un auténtico puzzle de personalidades y de espejos. En un lenguaje mucho más coloquial, un auténtico follón.

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Anomalisa, un trabajo que se inicia como parte del Theater of the New Ear

 Una reflexión sobre el proceso creador que lleva emparejado el segundo gran tema del cine de Kaufman: la reconstrucción, casi «reseteo», de la identidad a través de la introspección de los personajes y sus personalidades que, como no podía ser de otro modo, son también fragmentadas. Mientras en el guión de Confessions of a dangerous mind (dirigida por George Clooney en 2002 quien cambió sustancialmente el guión sin consultar a Kaufman) asistimos al planteamiento de una hipotética doble personalidad de Chuck Barry creador de reality shows televisivos y sicario de la CIA, en Synecdoque New York (2008) el autor y director teatral Caden Cotard (Philip-Seymour Hoffman) pondrá en escena su propia vida en un almacén en el que sus vivencias se cuestionarán y en las que el juego de la realidad y la apariencia se confundirán de tal manera que, de nuevo, entramos en el juego fractal de una historia que corre en paralelo con otra dentro de otra en una auténtica multiplicación de la idea de mise en abîme. Si se prefiere, un juego entre el sueño y la realidad que tiene en Eternal sunshine in the spotless mind (2004) a uno de sus mejores textos, esta vez dirigido por Michel Gondry en su segunda colaboración con Kaufman (tras Human Nature) y director de, entre otras, La science des rêves (2006) en la que un experimento en el que se ofrece la  posibilidad de borrar las vivencias de una pareja  y darles una nueva oportunidad de reencuentro personal se verá contrastada por el hecho de que no necesariamente la modificación de comportamientos anteriores supone re-vivir esos acontecimientos sino aprender de ellos y poder modificarlos o no.

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Eternal sunshine in the spotless mind con Jim Carrey y Kate Winslet

Sin duda, el cine de Charlie Kaufman no es fácil, ni comercial en el sentido más amplio del concepto pero resume de manera magistral la experimentación en la manera de contar unas historias que no se alejan de las historias más tradicionales ni de los géneros canónicos. Una narrativa compleja y, sin duda, cercana a la postmodernidad con la que comparte todas sus líneas programáticas: el espíritu cambiante de una sociedad líquida, el juego de apariencias y realidad y, de manera especial, la identidad, no concebida de manera monolítica sino formada por facetas que Kaufman nos ofrece a través de unos guiones que exigen del espectador un auténtico trabajo intelectual de reconstrucción.

 

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