Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La huella de un escandalizador: 98 aniversario de Pier Paolo Pasolini

 

Yo soy una violeta y un aliso,
lo frío y lo tibio en la carne.

Danza de Narciso II, Pier Paolo Pasolini

 

Un día como hoy, 5 de marzo, pero de 1922, nacía en Bolonia un artista considerado como una de las figuras más importantes de la cultura italiana y del mundo. Siempre transgresor y poético, Pier Paolo Pasolini encontró a edad temprana un refugio en las letras, en el arte. Un lugar donde quedarse y donde poder sumergirse por siempre mientras su familia le hacía irse de una ciudad del norte de Italia a otra. Pasolini no solo se dedicaba a consumir arte y a engullir clásicos de la literatura. A una edad temprana -siendo apenas un niño- se atrevió a escribir sus propios relatos y poemas. Además de escribir en su lengua materna, Pasolini, sintió un gran apego por el friulano: una lengua indoeuropea románica -muy próxima al italiano- que empleó para diversos escritos propios; un acto que ya le comienza a definir como un artista que no se asienta en la simpleza ni en lo fácil, sino que busca ir un paso más allá en sus creaciones.

Con ese espíritu decidido, consiguió comenzar a publicar sus escritos y poemas –Poemas en Casarsa– a los 19 años, justo cuando comenzaba a cursar la carrera en la facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Bolonia. Durante esa época empezó a manifestar su carácter inconformista y transgresor. Se definió como comunista, llegando a pertenecer durante un tiempo al Partido, anticlerical y abiertamente homosexual (hechos que le costaron graves problemas durante toda su vida); asimismo aseguraba ser un defensor de la cultura, de los marginados, de la gente de la calle, del pueblo.

Chicos del arroyo (1955) y Una vida violenta (1959) son dos de sus primeras novelas con las que consigue ser definido como un autor prometedor. Una definición, para muchos expertos, cierta por completo y, desde luego, rotunda al analizar sus obras venideras en el género de la literatura, ensayo, reportaje, entrevista… de las que destacan conjuntos de artículos recogidos en volúmenes como La ciudad de Dios, entrevistas donde repasa temas controvertidos del momento agrupadas en el libro Todos estamos en peligro, o fuertes escritos de crítica social como Cartas luteranas. Estos son algunos ejemplos de la amplia y rica producción de Pasolini que le hicieron clasificarle como un autor consagrado en el género de la escritura.
Una vez hubo conquistado las difíciles cumbres del papel y la pluma, emprendió un nuevo reto que llevaba tiempo queriendo tomar: adentrarse en el mundo del cine. Después de haber trabajado en diferentes producciones y haber coescrito La dolce vita (Federico Fellini, 1960) considerada por muchos como una de las obras maestras del séptimo arte; decide probar suerte él mismo como director, y dirige en 1961 su primer filme: Accattone, un drama basado en una de sus novelas de género neorrealista; movimiento cinematográfico que continuaría con su siguiente cinta, Mamma Roma (1962). En ambas películas, decide explorar los bajos fondos de la Italia de posguerra, adentrándose en el mundo de la prostitución retratando personajes atormentados, nada heroicos y que son presos de sus instintos a la vez que cargan con un lastre muy pesado: su pasado tormentoso.
Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini
Un año después realizaría Ro.Ga.Pa.G, un film co-dirigido por él y tres directores más: Roberto Rosselini, Jean-Luc Godard y Ugo Gregoretti. Pasolini presenta el episodio llamado La ricotta en el que dirige al mismísimo Orson Welles.  A lo largo de su carrera, Pasolini realizaría otras tantas producciones co-dirigidas como Las Brujas (1967) o Amor y rabia (1969) donde trabajaría con directores como Vittorio de Sica, Bernardo Bertolucci, Luchino Visconti o Carlo Lizzani, con quienes establecería grandes amistades, sobre todo con Bertolucci. En 1964, Pasolini estrenaría dos obras: la primera, un documental llamado Comizi d’amore (Encuesta sobre el amor) en el que el director italiano aparecería en pantalla entrevistando y encuestando a diferentes personas de toda la geografía italiana de edades diversas sobre temas relacionados con el amor, el sexo, el matrimonio, el divorcio y la orientación sexual entre otros; la segunda, una de sus cintas más aclamadas, Il vangelo secondo Matteo (El evangelio segun san Mateo), una película que muestra -en clave casi neorrealistauna visión humanizada, dulce, solitaria, existencialista -según algunos- de Jesucristo; una película que muchos ven como una gran obra (de hecho, fue incluso aclamada por el medio informativo oficial del Vaticano) y otros la ven falta de esa visión transgresora que si se verá por completo en los siguientes filmes de Pasolini.
Después de dirigir en 1966 Uccellacci e uccellini (Pajaritos y pajarracos), una comedia llena de crítica social, comenzaría una nueva etapa fílmica en la que, de una forma más o menos directa, se basaría en mitos y tragedias clásicas para retratar y criticar los aspectos de la sociedad y de la condición humana , cargando sus filmes de una gran fuerza crítica, literaria y simbólica. Este ciclo lo comienza en 1967 con la adaptación de Edipo Rey, seguida al año siguiente por Teorema, una de sus películas más aclamadas destacada por su fuerte crítica a la fría sociedad burguesa, a través del desmoronamiento de una familia de clase alta, entre muchos de los aspectos que denuncia y explora. A esta le siguieron consecutivamente Pocilga (1969), otra obra escandalizadora donde se atreve a explorar tabúes como el canibalismo o la zoofilia, y Medea (1970) con la actuación protagonista de la cantante de ópera Maria Callas en el papel del irracional y emotivo personaje de la obra clásica de Eurípides.
Pasolini retratado por el fotógrafo Paolo di Paolo en el monte del Testaccio
Tras esta etapa, el director de Accattone, decide tomar tres clásicos de la literatura y adaptarlos a la gran pantalla. Tres películas que formarían su conocida Trilogía de la vida, comenzando por Il Decameron (1971) donde aparecen diferentes episodios basados en los cuentos de Boccaccio, I racconti di Canterbury (1972) de nuevo adaptando algunos relatos escritos por Chaucer, y por último Il fiore delle mille e una notte (1974). Tres filmes formados donde aparecen diferentes relatos donde prima la comedia de enredos, situaciones donde el sexo y el amor juegan un papel fundamental cómica y dramáticamente, además de mostrar situaciones donde entran en juego temas como la avaricia, el bien, el mal, el pecado, la religión y, desde luego, el arte y la cultura,  un concepto que destaca sobre todo al final del bello relato que aparece en la primera película de la trilogía en el que el mismo Pasolini, en el papel de un pintor que debe realizar una gran obra en una iglesia, se pregunta al final «¿Por qué realizar una obra, cuando es mucho más bello soñarla?».
Habiendo estrenado a mediados de 1975, bajo una gran cantidad de amenazas de muerte y de censura, la adaptación de una novela del marques de Sade llevada al contexto de la Italia fascista de la Segunda Guerra Mundial bajo el título de Salò o le 120 giornate di Sodoma, que supondría el primer filme de su nueva trilogía -siendo esta vez la Trilogía de la Muerte-; Pier Paolo Pasolini, un 2 de noviembre de ese mismo año, es asesinado y abandonado sin vida por sus agresores en una playa de la región de Ostia. Un punto y final a la carrera de un artista único en su especie, quien siempre estuvo dispuesto a enfrentarse a su propia sociedad. 
«En mi pasaporte escribo, simplemente, escritor» dijo en su última entrevista, pero Pasolini siempre fue mucho más que eso. Hoy que cumpliría 98 años -tenía 53 cuando fue asesinado- muchos le recordaremos (aunque ya lo hagamos a menudo) y honraremos su personalidad inconformista y reivindicadora, su mirada triste y nostálgica, pero también llena de vida y alegría; su espíritu pleno de pasión por el arte.
«La marca que ha dominado toda mi obra es este anhelo de vida, este sentimiento de exclusión, que no disminuye, sino que aumenta el amor a la vida.»
 

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