Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La ley del más fuerte: «Beastars»

En 1928 hacía su primera aparición Mickey Mouse en el cortometraje Steamboat Willie. Así, nacería el personaje antropomórfico más reconocido de la historia de la ficción y que se ha convertido en el icono de la marca Disney. Desde entonces, muchas han sido las producciones audiovisuales que pondrán en el centro a animales con físico, pensamiento y comportamientos humanos como protagonistas de sus propias narrativas. A largometrajes de Disney como Robin Hood, Ratatouille u Olivier & su Pandilla se sumarán el sinfín de personajes creados por Hanna-Barbera como el oso Yogui, la hormiga atómica o el lagarto Juancho. Incluso, también se nos vendrán a la cabeza títulos como Las Tortugas Ninja o BoJack Horseman. No obstante, la televisión y el cine no serán los únicos que desarrollen este tipo de personajes – basta con recordar a héroes animalescos como Spyro, Crash Bandicoot o Sly Cooper para darse cuenta de ello. Igualmente, la fascinación por la antropomorfización no es cosa de la contemporaneidad. Si recordamos a autores literarios como Beatrix Potter (Petter Rabbit) o Alan Alexander Milne (Winnie the Pooh) o a personajes como el conejo blanco de Alicia o el osezno Paddington, observamos que los animales han servido como nexo con la ficción fantástica desde hace siglos. De la misma forma como se adoraban a figuras divinas en las antiguas civilizaciones creando una potente mitología religiosa a su alrededor.

Este es el contexto en el que se ubica la serie de la que escribiremos a continuación: el anime Beastars estrenada el 10 de octubre. Sin embargo, antes de entrar en materia, es pertinente hablar de tres obras cuya importancia es vital para ubicar y comprender la historiografía del género antropomórfico. La primera será la novela gráfica Maus donde Art Spigelman realizará una traslación de la persecución nazi sobre el pueblo judío donde el Reich estará compuesto por gatos y los semitas serán ratones. La segunda siendo otra novela gráfica, el Blacksad de Díaz Canales & Guarnido relatará la vida de un solitario detective privado felino que tendrá que abrirse camino en un mundo hostil. Y, por último, la película Zootrópolis (2016) que reflexionaba acerca del racismo y del miedo como control social a través de un universo zoológico. Todas ellas reflejarán las angustias morales y sociales del ser humano a través de la humanización del mundo animal que actuará de catalizador emocional y como espejo de los lectores/espectadores. Unas obras precedentes clave que servirán para complementar el relato de Beastars.

«Beastars» es un universo de carnívoros contra herbívoros

Adaptación del manga homónimo de Paru Itagaki publicado desde 2016, Beastars nos situará en una sociedad antropomorfizada donde carnívoros y herbívoros coexistirán en paz y harmonía. Una premisa argumental que ya encontraríamos en Zootrópolis, pero con una aproximación más violenta y madura. En este sentido, el comienzo del episodio piloto no podrá ser más revelador: primero nos mostrarán un encuentro de un conejo y un lobo bajo la luna llena; y, acto seguido, una ensangrentada alpaca temerosa por su vida será ferozmente atacada por una misteriosa figura felina. Dos primeras escenas que serán el desencadenante del conflicto y del planteamiento temático de la serie. Pronto, la acción nos situarán en la Escuela Cherryton, una sede de alto rendimiento que tendrá la estructura social y académica de los institutos japoneses. En él conviven toda clase de animales repartidos entre mamíferos, aves y reptiles. Sin embargo, la “cacería” de la joven alpaca truncará la confianza y respeto supuestamente establecido entre especies. Así, comenzará una avalancha de recriminaciones y tensiones que romperá la harmonía social: mientras los carnívoros serán acusados de monstruos y de conflictivos; los herbívoros serán acusados de victimismo y de paranoicos. A partir de aquí, los animales se preguntarán en quién pueden confiar.

De esta manera, se establecerán los dos ejes vertebrales de la serie: por un lado, el planteamiento distópico de un nuevo orden social con sus propias reglas sistémicas; y, por otro lado, la búsqueda de una identidad individual y colectiva consecuente de dichas reglas. Primeramente, cualquier ficción antropomórfica supondrá la re-construcción del orden social a través de un supuesto futuro donde los animales han superado las barreras evolutivas hasta convertirse en seres vivos con pensamiento racional. Por lo tanto, la creación de una sociedad “zoo-céntrica” será una de sus claves para su verosimilitud como futuro posible. Las reglas del mundo de Beastars plantearán un choque entre el seguimiento de los impulsos salvajes de los carnívoros y los nuevos valores morales/éticos evolutivamente adquiridos ¿Comerse a un compañero de clase por necesidad puede ser considerado asesinato? ¿Se pueden controlar los instintos de supervivencia? ¿Qué ley es la que prevalece? ¿La de la naturaleza o la de la integridad social? O, como decían Darwin y Spencer, ¿prevalecerá la ley del más fuerte?

Louis le reprocha a uno de sus compañeros su condición natural

Todas estas cuestiones afectarán al discurso que sugerirá la serie a través de los ojos de sus tres personajes principales: Legosi, el lobo gris; Haru, la conejita; y Louis, el ciervo. El primero siendo el único carnívoro protagonista, Legosi se presenta como un joven con una personalidad dócil y apacible que le hará pasar desapercibido a ojos de sus compañeros. Sin embargo, su imponente presencia como lobo gris hará levantar sospechas acerca de sus intenciones y de su condición natural al resto de animales, en especial de los herbívoros. En este sentido, la serie explorará una sociedad guiada por los prejuicios y las rumorologías donde la herencia biológica limitará la interacción entre especies. Durante toda su existencia, Legosi habrá controlado su clara superioridad biológica y reprimido sus instintos salvajes hasta que se topará con Haru, una pequeña coneja blanca. Ésta no solo será el detonante del viaje personal de Legosi, sino que iniciará su propia búsqueda identitaria como parte de la línea narrativa de los herbívoros.

Haru será una coneja solitaria que sufrirá bullying por parte de sus compañeras hembra y utilizada como objeto por sus compañeros machos. Su condición natural débil la convierte en blanco fácil para los depredadores – que, en su caso, parecen ser todos herbívoros. El personaje de Haru ayudará a demostrar el desprecio existente dentro de su propio colectivo donde la diferenciación entre las especies “comunes” e “invasoras” y las “en peligro de extinción” y “con pedigrí” o las distinciones entre animales «domésticos» y «salvajes» evidenciarán la crítica hacia un sistema xenófobo y clasista. Incluso, se proponen ideas acerca de la reproducción de especies “puras” donde la hibridación biológica sería inmoral o qué sucedería si se produjera sexo entre especies.

La puesta en escena reflejará las emociones de los personajes

Por su parte, Louis será el ciervo-líder-alfa de la Escuela y que creerá tener una superioridad moral y ética frente a sus compañeros. A pesar de ser un tanto creído y elitista, Louis entenderá su comportamiento como un ejemplo de fortaleza frente a los carnívoros para los que cualquier signo de debilidad puede ser malinterpretado. Al igual que sucederá en Zootrópolis con el personaje de Ovina, Louis defenderá la necesidad de los herbívoros de protegerse entre ellos como los habitantes mayoritarios de la sociedad. ¿Abrazarán los personajes su propia naturaleza? ¿Podrán superar los fantasmas de su pasado biológico? ¿Serán capaces de compartir un terreno común? ¿Y si el instinto natural de Legosi está motivado por la compasión, al amistad e, incluso, el amor? Todas ellas preguntas que se nos responderán en los 9 episodios que quedan por emitir.

Igualmente, otra de las claves de la serie será su atractiva y expresiva puesta en escena cuya mezcla de técnicas en 2D y 3D perfectamente integradas – elemento que todavía se resiste en la gran mayoría de animes – evocará las emociones de los personajes en cada momento.

Como lo harán Maus, Blacksad y, por supuesto, Zootrópolis, Beastars no solo nos habla de un futuro posible, sino de un presente real. Intolerancia, violencia, prejuicios y segregación. Todos conceptos presentes en la serie, pero completamente identificable en nuestra sociedad ¿Es el mundo animal más civilizado que el humano? ¿O, quizás, seamos nosotros los que nos estamos “animalizando”? Los universos antropomórficos nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia humanidad, y Beastars, se ha convertido en una de las ficciones más relevantes sobre la materia.

 

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