«La noche de Halloween» (2018): Venganza personal, homenaje y resurgimiento del slasher en el terror contemporáneo
Nos adentramos en una película que nos embriaga por su intención de resultar un homenaje a la película original de Carpenter Halloween (1978) en el que la venganza personal contra el psicópata Michael Myers resulta el motor narrativo en un resurgimiento del subgénero del slasher en el panorama audiovisual contemporáneo. Resulta, cuanto menos, también interesante percatarnos de que la carrera profesional de Jamie Lee Curtis como actriz de la protagonista, se inicia y finaliza tras 40 años, teniendo la película del 1978 como inicio y la del 2018 como final de la misma. Su carrera está marcada, entonces, por su personaje como Laurie Strode. Se apela a la memoria de la audiencia y/o a su bagaje audiovisual con la música que interviene como pieza de anclaje inherente a esta película que no deja de poder ser considerada como un homenaje. Debemos también tener en cuenta que los créditos de la película nos remiten de forma nostálgica al formato propio del cine slasher de la década de los ’80.
Una de las ideas subyacentes primordiales en la película es, sin duda, su capacidad para generar autoreferencias a modo de homenaje con su predecesora. Resulta una estrategia en la que se pretenden lanzar guiños a los fans de Carpenter y ensalzar algunos leit motiv de su predecesora tales como el juego de los armarios que no se cierran, un plano secuencia que acaba terminando en masacre y giros de cámara en los que el hecho de perder de vista a Myers es indicio de peligro potencial. La máscara aparentemente “neutral” es usada como despersonalización del sujeto de la usa para recobrar una nueva significación, una nueva identidad que le permita mantenerse en un territorio neutro, el de la materialización de un personaje capaz de cualquier cosa y, también, no ser identificado con su verdadera identidad pero que, a la vez, ha constituido ya su máscara un leitmotiv propio del género de terror y que se adscribe, según las clasificaciones generales, al subgénero del slasher.
Así pues, la identidad de Myres pone de relieve la máscara de la maldad, el mal en estado puro, el hombre del saco o “The Shape” cuyo comportamiento no se puede justificar sino solo temer y actuar en consecuencia pero que, a través del diálogo de la película parece que Laurie parece poner de relieve una reivindicación feminista destacable según la cual ella pregunta que si él que (Michael Myers) ha matado a cinco persona hay que intentar entenderlo y a ella, por el hecho de haberse divorciado de dos hombres, la sociedad (o, más concretamente), algunos sectores concretos de la sociedad la sanciona y la tacha como un “caso perdido”.
Laurie arrastra las consecuencias psicológicas de los asesinatos sucedidos hasta su grado máximo: hace de su vida un escenario (pre)bélico en el que la instrucción y la disciplina para prepararse para el encuentro con Myers dotan de sentido y significado a su existencia. Es ella, la protagonista que encarnó la figura de la “final girl” característica del slasher quien con más sesenta años ha convertido su casa en un búnker donde resguardarse de Myers por si desea regresar algún día. De este modo, ha convertido la crianza de su hija en un campamento preparatorio para los horrores de la vida, provocando una visión desoladora de la misma y que han hecho que su relación flaqueara e incluso que su hija la apartase de su nieta por estar obsesionada con el (re)encuentro con Myers. Laurie vive aislada, atormentada y marcada por éste y es ella quien es la observadora, la que persigue y la que no tiene contemplaciones en prepararse debidamente para su llegada. No dejará que nada ni nadie se interponga en su objetivo, en hacer del agresor su víctima y presa en la propia trampa de casa. Ella es ahora quien tiene las riendas para perpetrar a modo de venganza justiciera y en hacer pagar a modo de ley del talión a quién ocasionó muerte y horror en su vida.
Así pues, la familia Strode liderada por tres generaciones de mujeres es quien puede y quien acaba haciendo frente a modo de venganza al asesino tras una vida marcada por el horror. Las heridas de Laurie han marcado también el tipo de vida, de educación y de crianza tanto de su hija como de su nieta, la nueva generación. Las tres se enfrentan de un modo distinto al miedo y al depredador, teniendo muy presente que ese miedo es potencial (en el caso de la hija y la nieta) o real e inminente (en el caso de la abuela). No obstante, pese a que Laurie resultó ser un personaje adscrito a la “final girl”, es decir, la figura femenina joven (y originalmente también un icono sexual) en la película original, será su nieta quien ocupará la función de “final girl”, enfrentándose al asesino y compartiendo un mismo espacio del que conseguirá salir pese a las muertes que ella misma presencia. La nieta será quien, en ayuda de su madre y de la preparación durante años de su abuela, pondrán fin a la sed de venganza de Laurie para culminar en la muerte del asesino, ocupando ahora ellas el rol de perpetradoras a modo de justicieras y a modo de giro argumental que resulta una de sus virtudes.
Doctora en Filología por la Universitat de les Illes Balears (2022) y, anteriormente, becaria predoctoral con una tesis centrada en personajes infantiles creepies, discursos de maternidad contemporánea, New Horror y narrativa transmedia. Máster en Lenguas y Literaturas Modernas (especialización en estudios literarios y culturales, UIB); Máster en Formación del Profesorado (Lengua y literatura, UIB) y Posgrado en el uso del cine como recurso educativo (UNED). Interesada en las representaciones audiovisuales infantiles y las maternidades contemporáneas, además de la aplicación del audiovisual y la narrativa transmedia como recurso educativo.