La soledad de los ancianos y los detectives. «El agente topo» (Maite Alberdi, 2020)
«La realidad está llena de historias insólitas. Mucho más insólitas que las que yo pudiera escribir en ficción», sentencia Maite Alberdi sobre cómo la vida misma está repleta de sucesos y «micromundos» -como ella dice- que abordar y que sirven para representar problemas universales. Su nueva obra, El agente topo -nominada en los Oscar a mejor documental- retrata la soledad y la vejez de una forma única y verídica.
Sergio es un hombre mayor al que contrata una agencia de espías para que se infiltre en una residencia de ancianos en Chile. Allí deberá informar a su jefe, Rómulo, de cualquier seña de malos tratos que reciba una de las ancianas que viven allí, pues la hija de esta sospecha que algo sucede. En un primer momento no se nos ocurriría pensar que se tratase de un documental; su argumento parece más bien el de una cinta de cine negro de espías. En este filme, Alberdi nos plantea un film noir como nunca antes lo habíamos visto. Arranca al género de esa concepción generalista que lo encasilla en la ficción y lo lleva a la realidad a través de un documental que no deja de lado aspectos formales del cine negro -un protagonista solitario, una historia detectivesca y juegos con las luces duras y las sombras- y que a la vez plasma la realidad tal y como es. Se trata, en efecto, de una cinta de no-ficción. Todos los personajes que aparecen son reales: el jefe de la agencia de espías, Sergio, las ancianas y ancianos de la residencia, y los empleados de esta.
Alberdi cuenta que trabajó durante un tiempo junto a Rómulo (el director de la agencia) revisando casos hasta que dio con el del asilo. Rodar en el despacho con Sergio fue fácil, dado que el largo periodo de preparación para que el protagonista se convirtiese en un espía les permitió tener metraje de sobra de los equívocos y ocurrencias de este personaje que tanto nos hace reír. Cuando el espía debe ingresar en la residencia, el equipo de grabación consigue pasar desapercibido al haber acordado con el centro grabar un documental sobre este; sin decir que estaba centrado en Sergio ni en la denuncia por posible maltrato.
Ese paso por la residencia de Sergio es tierno, trinchante y emotivo. Sumido en su misión informa noche tras noche sobre a Rómulo sobre todos los ancianos de ahí. «Todas las mujeres me parecen iguales» dice el espía cuando apenas lleva viviendo unos días en la residencia, pero poco a poco las va conociendo más y comienza simpatizar con diferentes residentes con personalidades únicas y especiales a la vez que desoladoras. Una de ellas quiere huir de la residencia y desea que su madre la venga a recoger. Otra está enamorada de Sergio y cree en una segunda oportunidad en el amor. Una de las más veteranas escribe poesías bellísimas que hacen romper a llorar sobre la amistad y el amor de las madres. Otra de las más amigas del agente cada vez va perdiendo la memoria progresivamente. «Llora nomás, ahí descansa» le dice Sergio a su compañera asustada ante el dolor que supone ser consciente de que sus recuerdos se van perdiendo y de que nadie viene a visitarla.
Espectador infiltrado, el agente topo presencia las fiestas de cumpleaños estrambóticas que organiza el personal de la residencia en honor a los ancianos cumpleañeros. Por un momento la melancolía huye de los rostros de las mujeres y hombres que, carentes del cariño de sus familias, se refugian en los sombreros de pico, en los confetis, en los paseos en coche -como carrozas- y en los bailes pegados para no sentir su gran pesar. Descubierto el misterio de los extraños robos perpetrados por una inocente anciana, Sergio se da cuenta de que en esa residencia no ocurre nada malo. La investigación del agente topo concluye con una afirmación total y triste: los ancianos están solos, sin nadie que les acompañe y les dé el cariño que merecen.
El agente topo es una película con la que derramar lágrimas es fácil. Ya sea riendo, llorando o ambas, desde luego. Los personas que aparecen consiguen entrar en lo más hondo del corazón del espectador. Las peculiaridades de su carácter muestran la parte más tierna, graciosa y, en muchas ocasiones, desconsoladora, pues es ciertamente duro enfrentarse a unos personajes reales con tanto que contar y mostrar aún, pero sin la opción de hacerlo de no haber sido capturados, enmarcados, por la cámara de Maite Alberdi. La directora chilena nos gana el corazón con esta película tan real, sincera, verdadera y necesaria.
Graduado en Comunicación Audiovisual en el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (Universidad de Comillas). Apasionado por el cine, las series de televisión, los cómics y toda forma de arte secuencial. Interesado en toda obra filosófica, transgresora e innovadora.