Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La viuda de América: «Jackie» (Pablo Larraín, 2016)

22 de noviembre de 1963. El trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, es asesinado en un viaje oficial a la cuidad de Dallas mientras desfilaba junto a su esposa en una comitiva encima de su coche. Un hecho que afectó profundamente a todo la sociedad estadounidense y fue una conmoción a nivel internacional, no solo debido a la magnitud de lo acontecido, sino por las confusas circunstancias en que se produjo y las múltiples consecuencias que desencadenó la tragedia, entre ellas un numeroso cúmulo de teorías conspirativas que se especularon tras su muerte.

A partir de aquel día, JFK se convirtió en un mito, tal vez no tanto por las obras que realizó sobre sus casi tres años de mandato, sino por la repercusión que tuvo su trágico desenlace. Ni que decir que su asesinato ha sido objeto temático de varias producciones cinematográficas y televisivas y/o documentales y ficción – que han intentado indagar sobre sus posibles causas reales y desarrollado alguna que otra de las anteriormente comentadas teorías conspirativas. Entre muchas, destacan la producción de Oliver Stone en 1991 «JKF: Caso Abierto», «Executive Action» (David Miller, 1973) o el documental de 2011 «JFK: The Lost Bullet». Incluso, también se ha explorado el asesinato de su hermano, Robert Kennedy, en «Bobby» (2006) dirigida por Emilio Estévez.

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Natalie Portman es Jackie, la viuda de América

Sin embargo, en esta ocasión, la película que nos ocupa hoy no tendrá a ninguno de los Kennedy (ellos) como protagonistas íntegros, sino a la esposa de JFK, Jacqueline Bouvier (después convertida en Kennedy), otra de las figuras clave del universo de los Kennedy y también personaje muy querido e idolatrado en EE.UU. Aún así enmarcada en este trágico suceso histórico, «Jackie» narrará los días posteriores al magnicidio de su marido, desde la llegada a Texas hasta la entrevista que ella misma concertó con el periodista Theordore H. White de la revista Life, la que servirá como hilo conductor de la película. El encargado de orquestar esta nueva perspectiva del personaje será el cineasta chileno Pablo Larraín – reconocido por sus trabajos «No» (2012), «El Club» (2015) y la también estrenada este año «Neruda» – cuya mirada exterior de alguien que no estuviera coaccionado por la imagen de Jackie – y su significado para la historia de EE.UU – hace más sencillo descubrir quién está tras el icono y que es una de las figuras que define la identidad de su propio país.

Muchas han sido las interpretaciones que se han dado de Jackie. Hasta en 28 ocasiones se la ha representado en la ficción. Jaclyn Smith («Jaqueline Bouvier Kennedy», 1981), Jill Hennessy («The Women in Camelot», 2001), Jeanne Tripplehorn («Grey Gardens», 2009), Minka Kelly («The Butler», 2013), Ginnifer Goodwin («Killing Kennedy», 2013), Stephanie Romanov («13 Days», 2000), Katie Holmes («The Kennedys», 2011) o Jaqueline Bisset («America’s Prince: The JFK’s Jr. Story», 2003) – entre otras muchas – han sido las encargadas de darle rostro y personalidad. En esta ocasión, la elegida para meterse en la piel de Jackie es la actriz todoterreno Natalie Portman, la que Larraín demandaba que protagonizase la cinta para continuar con el proyecto y que, en mi modesta opinión, realiza el mejor papel de su carrera hasta la fecha y es una de las interpretaciones de año con una contención y sutileza realmente espectaculares – además, que no hay nadie que aguante unos primeros planos tan largos como ella…

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La película ofrece una puesta en escena muy intimista y personal

Sin pretender ser un biopic, el sofisticado guión de Noah Oppenheim narrado en cuatro líneas temporales distintas que se entremezclan pretende realizar un retrato intimo de Jackie sin ninguna pretensión ni posicionamiento acerca de su figura. Una deconstrucción – o desmitificación, si se prefiere – de la imagen pública de la «eterna primera dama» en la que ofrece al espectador suficientes interrogantes y pinceladas contradictorias sobre el personaje para que cada uno saque sus propias conclusiones. En un juego entre el cuestionamiento de qué es realidad y qué es ficción que envuelve de manera sutil toda la película – con la combinación de imágenes de archivo y ficcionales que apenas se distinguen – y que la convierte en un ejercicio todavía más complejo de lo que parece a simple vista.

El discurso está construido a través de pedazos de ideas, recuerdos, deseos, decepciones, anhelos y contradicciones. Una descripción de una mujer en medio de una crisis y de la que todo el mundo – literalmente – está pendiente y cuyas expectativas están muy altas tratando de comprenderse a sí misma e intentado sobrellevar el dolor de la pérdida y, a su vez, subvertir la larga sombra de su marido. O, según el propio Larraín: “Si tomamos el punto de vista de ella y trabajamos en encontrar el personaje […] En el fondo, son capas de terror, de fantasmas, de memorias, de olvidos, de penas, de fragilidad y de entereza. Y, al final es la historia de una mujer, de una madreUna ruptura del discurso hegemónico con un subtexto muy potente en el que se dejarán ver temáticas como alguna reminiscencia a las teorías conspirativas del vice-presidente Lyndon B. Jonhson, la cuestión de las funciones de la primera dama dentro de La Casa Blanca y, sobretodo, la importancia del legado histórico.

En definitva, «Jackie» ha resultado ser una de las sorpresas del año con un planteamiento interesante y con una premisa aparentemente sencilla pero con un grado elevadísimo de complejidad a nivel narrativo y con una puesta en escena intimista que no dejará al espectador indiferente.

 

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