La(s) confesión(es) de un director no grato: «The House that Jack Built» (Lars Von Trier, 2018)
The House that Jack built ha sido catalogada por muchos como extremadamente macabra y pretenciosa, sin embargo mucha gente encuentra que esta nueva obra del polémico director Lars Von Trier se trata en realidad de algo más profundo, un monólogo interior del director, su confesión, su testamento. A continuación expondré los hechos que me llevan a mi y a otros admiradores de esta obra, a concebirla de este modo.
El filme trata sobre un ingeniero con trastorno obsesivo compulsivo por la limpieza, que comete asesinatos considerándolos obras de arte: Jack.
Von Trier nos presenta a Jack (interpretado por un magnífico Matt Dillon) mediante una conversación entre éste y un misterioso personaje llamado Verge (quien es claramente la personificación del poeta Virgilio en la obra La Divina Comedia de Dante Alighieri, que se dedica a acompañar al escritor al infierno, al purgatorio y al cielo; y a quien da vida el recientemente perdido Bruno Ganz) en la que el protagonista explica a través de cinco asesinatos (a los que él llama “incidentes”) el porqué de tal viles actos.
En el primer incidente se nos narra cómo Jack intenta ayudar a una mujer (Uma Thurman) quien ha tenido un problema con una rueda de su coche y el gato para levantarlo (que en ingles se llama “Jack”, véase la ironía). La mujer arremete constantemente contra Jack. Nada más subir en su camioneta le confiesa que parece un asesino por su aspecto y por su vehículo, y así constantemente hasta llegar al punto de contradecirse y argumentar que si Jack fuese un asesino, sería uno nefasto. Ante tales comentarios, Jack asesina a la mujer golpeándola hasta la muerte con el gato. En este capítulo, pues, se nos presenta uno de los problemas que sufren los artistas, que la demás gente, ajena a como es el mundo del arte, se crea que lo conoce mejor que el propio artista.
Nada más haber cometido el asesinato, aparece en pantalla un fragmento de un vídeo del pianista Glenn Gould, descrito por Jack como uno de los mayores artistas del siglo XX, en el que interpreta una pieza del compositor Johann Sebastian Bach. La aparición de este artista en el filme es realmente interesante, pues Glenn Gould es conocido por haber sido una persona introvertida, solitaria, pero ante todo, un genio en su profesión, igual que Lars Von Trier, quien a pesar de ser en ocasiones demasiado macabro, es, sin duda, un genio a la hora de dirigir y escribir.
Después de un discurso sobre la importancia del material en la obra de arte (cosa que retomare al final), comienza el segundo incidente, donde vemos el constante patetismo de Jack al intentar entrar en la casa de una mujer. Al conseguirlo, después de una serie de contratiempos, escapa dejando, sin querer,un largo rastro de sangre de su víctima (a quien llevaba arrastrando con su furgoneta desde donde la mató hasta un frigorífico que utiliza para guardar los cadáveres de sus víctimas). En este momento, en el que parece que todo está perdido para Jack, una milagrosa lluvia cae, borrando todo rastro. Sin duda, podríamos interpretar esta lluvia divina que hace desaparecer las pruebas del crimen, como la acción de los admiradores del cine de Von Trier, quienes son los que realmente permiten al director seguir creando a pesar de toda clase de criticas y todo rechazo a su cine.
En el tercer y cuanto incidente se plantean unos temas más personales del director. El tercero habla sobre la familia y la dificultad de Jack (o mejor dicho, Lars) para tener una estable, mientras que en el cuarto se replantea temas como las relaciones sentimentales y la soledad en un mundo egoísta donde nadie acude a los gritos de auxilio de la víctima de Jack y de otras tantas en el mundo, además de incluir un disonante discurso misógino.
Tras una discusión entre Jack y Verge, quien defiende el amor como fuente principal de la creación del arte y ve a Jack como un ridículo asesino con una idea absurda sobre éste, además de discutir sobre el sentimiento de superioridad de Jack frente a las mujeres; da pie el quinto y último incidente, la última obra de Jack, matar de un solo disparo a un gran número de víctimas maniatadas en su frigorífico. Acto que podríamos interpretar como la voluntad del artista de abarcar en una sola pieza todo tipo de temas y terminando en una obra sin sentido alguno.
De este modo, llegamos al epílogo, al que Von Trier llama «catábasis», el descenso al infierno, exactamente lo que hace Jack, guiado por Verge. Este final recoge algunas de las mejores imágenes del film, y es para muchos, un final espléndido y sentencioso. La última escena del filme, en la que Jack intenta escalar por una pared del infierno con tal de llegar hasta las escaleras del cielo, fracasando en su propósito y cayendo el los más oscuros recónditos del averno; muestra el punto final a la gran autocrítica que el director se ha hecho durante toda la película: él nunca llegará a ser uno de los grandes ídolos del cine.
Así es como interpreto The House that Jack Built, como una confesión del director, como un acto de redención. De todo el film me quedo con dos imágenes que resumen perfectamente la autocrítica de Von Trier. La primera es una escena en el infierno, donde Jack y Verge observan, a través de unos cristales, unos campos dorados en los que una serie de segadores ejecutan su trabajo con gran perfección y sincronía, igual que los grandes artistas que Von Trier admira, pero que nunca podrá alcanzar. La segunda imagen comienza con un discurso sobre la importancia del material en cualquier obra, sobre encontrar el más adecuado, que Jack (en su voluntad de construir su propia casa) no consigue hallar, derribando las construcciones una y otra vez, hasta llegar, en el final del quinto incidente, a comprender que su material idóneo siempre han sido sus víctimas.
Así, Lars Von Trier acaba por aceptarse tal y como es, reconoce sus grandes errores y sus aciertos, en esta conversación entre Jack (él) y Verge (los espectadores, o incluso su consciencia), que culmina en una película innovadora, interesante y magistral.
Graduado en Comunicación Audiovisual en el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (Universidad de Comillas). Apasionado por el cine, las series de televisión, los cómics y toda forma de arte secuencial. Interesado en toda obra filosófica, transgresora e innovadora.