Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Las pantallas y el cerebro emocional

Vivimos, irremediablemente, rodeados de pantallas que nos integran en sociedad y definen, parcialmente, nuestra identidad. Estamos expuestos a una gran cantidad de ímputs de diversa índole que tienen una incidencia directa e inevitable sobre las emociones y el inconsciente y son creadoras de asociaciones que construyen nuestra competencia mediática como prosumidores, es decir, como usuarios consumidores y, asimismo, productores de contenido. La educación mediática pretende dotar al ciudadano del desarrollo de actitud crítica y reflexiva (empowerment) en su interacción con las pantallas en la que el componente emocional adquiere un papel primordial, más allá de la posición dominante otorgada histórica y culturalmente a la razón.

Es inevitable afirmar que la capacidad de gestionar las emociones de los espectadores connota un poder sobre ellos, lo cual es una premisa que tienen en cuenta los profesionales de la comunicación en general en su búsqueda de estrategias de persuasivas-seductoras con fines concretos como la venta de un producto o servicio.

La primera parte del libro está dedicada al poder de las emociones representadas como un laberinto y a las interacciones. Las pantallas pueden ser vía para el conocimiento o para la ocultación de información y mientras que las emociones son capaces de movilizar por sí solas, los pensamientos no pueden hacerlo  sin acudir a ellas.

Por ello las pantallas serán más eficaces en tanto que potencien circuitos de automatismos, es decir, estímulos emocionales que no impliquen una reflexión previa. Las experiencias mediáticas son el resultado de la interacción entre las personas y las pantallas que atienden a la necesidad de gestionar las asociaciones, es decir, para eliminar las inútiles y falsas y recurrir solamente a las más eficaces.

La segunda parte hace referencia al poder de las pantallas y se plantea el papel de las emociones en una cultura de convergencia emocional, participativa, de simulación y de hibridación. El poder aprovecha la gestión de las emociones en su convergencia con los módulos cerebrales (procesos de hibridación entre subsistemas cerebrales con funciones diferenciadas) a través de las redes digitales.

Las emociones transitan en la cultura de la simulación en la que interviene el descubrimiento de las neuronas espejo que evidencian que los relatos (ficcionales) son expresiones metafóricas de nuestros propios conflictos y sirven como proceso de seducción y socialización y, por ese motivo, son utilizadas de cada vez más como estrategias comunicativas y persuasivas que incitarán, mediante estímulos como el deseo, la participación ciudadana como uno de los objetivos principales de los profesionales de la comunicación.

El tercer apartado se centra en el poder de la educación mediática a partir de elementos de la neurociencia que serán utilizados por los buenos comunicadores por establecer una red entre un deseo y un producto concreto. Finalmente, Ferrés i Prats (2014) plantea una propuesta metodológica para el análisis de relatos audiovisuales.

En definitiva, este estudio potencia la reflexión crítica sobre los espectadores frente a las pantallas, la cultura participativa y la educación mediática de forma clara y accesible.

Referencia:

Ferrés i Prats, Joan.  Las pantallas y el cerebro emocional. Barcelona: Gedisa Editorial, 2014.

Para más información, recomiendo:

Scolari, Carlos. Hipermediaciones: elementos para una teoría de la comunicación digital interactiva. Barcelona: Gedisa Editorial, 2008.

 

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