Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Mad Men, calidad de digestión lenta

Estrenada en 2007 y desde sus inicios alabada por la crítica especializada y por el público aficionado a la llamada «televisión de calidad«, la serie Mad Men de AMC se ha convertido en un producto de prestigio, ensalzado especialmente por su fidelidad histórica y su detallismo estético. Celebrada con más de medio centenar de premios, la creación de Matthew Weiner ha ido ganando influencia entre la audiencia estadounidense, tanto como narrativa como en cuanto producto creador o confirmador de tendencias televisivas y comerciales. Se han hecho homenajes y parodias de Mad Men por ejemplo en Los Simpson (https://www.youtube.com/watch?v=193HrGxexXY), el estilo de algunos de los personajes ha inspirado colecciones de moda (trajes, gafas de sol: http://www.mensjournal.com/style/outerwear/the-real-slim-shades-19691231), y hace unos pocos días se colocó el conocido banco donde Don Draper se sienta en su caracterísitica postura en el centro de Manhattan, para que quien visita Nueva York pueda acercarse al héroe cuya historia está a punto de cerrarse con la temporada séptima y última de la serie (http://cultura.elpais.com/cultura/2015/03/24/television/1427222402_744565.html).

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Centrada en el mundo de la publicidad de los sesenta y apoyada en un discurso que revive una época de prosperidad económica, pero también de inestabilidad social en EE.UU. (es el momento de los movimientos pro-derechos civiles, la década de varios magnicidios traumáticos, etc.), Mad Men es un collage que combina alta cultura y cultura popular con gran habilidad. Así, los guiones se han inspirado en obras literarias o en best-sellers de no ficción como los cuentos de John Cheever o volúmenes como Meditations in an Emergency (Frank O’Hara 1957), Sex and the Single Girl (Helen Gurley Brown 1962), Confessions of an Advertising Man (David Ogilvy 1967) o From Those Wonderful Folks Who Gave You Pearl Harbor (Jerry Della Femina 1970). Otros tienen como referentes materiales populares como películas de Hollywood (The Apartment, de Billy Wilder), marcas (Coca-Cola, Lucky Strike) y campañas publicitarias reales (la del “Escarabajo” de Volkswagen, por ejemplo). En general, cada temporada ha incluido una red importante de referencias culturales e históricas que han contribuido a su percepción como quality TV entre las audiencias cultas.

Por su riqueza como texto y su complejidad, en estos ocho años la serie ha dado lugar a cientos de reseñas y entradas de blog, a debates acalorados en las redes sociales, a varios volúmenes especializados y a un puñado de artículos académicos. Entre los libros cabe citar desde el cuidadosamente editado Mad Men Unbuttoned (2010), donde Natasha Vargas-Cooper revisa los estilos y costumbres de la serie (vestuario, comida, bebida, hábitos sexuales, tabúes, iconos, etc.), hasta el variado Mad Men and Philosophy (2010), donde bajo la batuta de los editores Rod Carveth y James B. South se analizan cuestiones como la memoria, la libertad, la felicidad o la ética en la propuesta de Weiner, pasando por guías no oficiales de los episodios como Kings of Madison Avenue (2009), de Jesse McLean. Entre los artículos elaborados en el marco de investigaciones académicas, invitamos al público lector a considerar dos trabajos de miembros del grupo que gestiona este blog: «Los iconos populares como instrumentos de violencia simbólica: el caso de Mad Men» (http://oceanide.netne.net/articulos/art6-7.pdf) y «Mad Men de Matthew Weiner como ejercicio de metapublicidad» (http://revistas.ucm.es/index.php/PEPU/article/view/42440).

Tras varios años de visionado y estudio, y a falta de la conclusión definitiva que veremos en pocas semanas, cabe recomendar esta serie por varias razones: las interpretaciones de varios de sus actores y actrices, el ritmo pausado que se agradece en estos tiempos de velocidad y falta de reflexión, lo cuidado de su dirección artística y su fotografía, la revisión de ciertos episodios históricos o la evolución de personajes como Peggy Olson, la gran luchadora y la mejor creación de Weiner para esta ficción. Mad Men es una serie bien escrita, bien rodada, bien producida y bien actuada. Sin embargo, tampoco conviene perder de vista que la oferta estrella de AMC también es un producto que contribuye a recrear una época oscura llena de discriminaciones e injusticias desde la nostalgia, estetizando violencias estructurales como el racismo o el sexismo para su mejor digestión y manteniendo a un hipócrita, misógino, embaucador y mentiroso Don Draper como centro de la historia durante todo su desarrollo. Y Draper no es Tony Soprano: tal cual lo presenta Weiner, los hombres le envidian o le admiran, y las mujeres le adoran. Es un héroe con dobleces, pero un macho alfa modelo al fin y al cabo.

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Sin duda alguna, merece la pena conocer o repasar Mad Men ahora que está a punto de llegar a su fin. En una parrilla llena de Aquí no hay quien vivas, de Dos hombres y medios o de Jane the Virgins, el trabajo de Weiner es un regalo en cuanto a elegancia, inteligencia, buen gusto, creatividad, complejidad y respeto al público espectador. Es bien cierto que necesita abrir puertas, ventanas y armarios para que corra el aire fresco y elimine un cierto olor a alcanfor que una no puede evitar asociar con el conservadurismo estadounidense, pero para compensar esta falta ya está Masters of Sex, de la que se hablará otro día en este mismo foro.

 

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