Mai neva a ciutat
Gracias a “Mai neva a Ciutat” parece que, por fin, Mallorca está en el mapa. No sólo porque ésta es una serie totalmente innovadora en el panorama de la producción televisiva local. Lo está, también, porqué Filmin, plataforma digital que la ha incluido en su distribución digital en el ámbito español, no duda en relacionar y etiquetar a esta ficción con palabras como “Amor Millenial” y “Generación Tinder”. Ahora sí, ahora Mallorca, de la mano de esta ficción, entra en el mapa de la globalidad cultural; en el mapa de la modernidad líquida; en el mapa de los devastadores efectos de la posmodernidad y el capitalismo tardío que, gracias a la plenipotencia de los individualismos, los lifestyles, y los hedonistas eslóganes que persiguen impulsar la participación social -“interpretate a tu mismo”; “por que tu lo vales”; “prodúcete a ti mismo”-, se convierte en una máquina de producir identidades generacionales profundamente devastadas y desafectadas por el espejismo del “querer es poder”. No pondría la mano en el fuego a la hora de decir que “Mai neva a ciutat” eleva a ‘sa roqueta’* al Olimpo de las modernidades generacionales. Pero sí es cierto que de la mano de esta ficción emerge una Mallorca hasta hoy invisible a los ojos de los locales y de la mundialidad.
“Mai neva a ciutat” arriesga. Para empezar, es fruto de un proceso participativo coordinado por la televisión local. Tras la financiación de distintos capítulos piloto de productoras locales, fue el público quién votó cuál de las 3 dramatizaciones cómicas presentados optarían a desarrollo, a ser retransmitidas, y a ser ofrecidas en abierto. Y la verdad es que a nivel audiencia este ejercicio de “populismo y popularidad” ha tenido sus buenos efectos. Por un lado, por la frescura que le supone a la parrilla de IB3 que, no sólo descentra temáticas –gastronomía y localidad-, sino que también se abre a un público, a un target , que hasta hace relativamente poco no formaba parte de sus prioridades.
El reto que supone “Mai neva a ciutat” no es poco ni debe tomarse a broma. No es temerario afirmar que, con esta producción, muchos sectores de la producción audiovisual, así como parte la población balear que está hambrienta de consumo cultural como sinónimo de visibilidad y participación social, se han quitado una espinita histórica: desde lo local, se puede hablar el idioma universal; el idioma global; el idioma de las ‘subculturas contemporáneas’ que, más que ser resistentes a la cultura del consumo y a la reivindicación de clase, son afines al ideario de la emprendeduria. Por fin, hemos visto una Mallorca encuadrada en librerías de referencia; en restaurantes céntricos que valoran la ética y la estética culinaria; en bares de copas míticos. Hemos visto a todos los personajes ahogándose en un surrealismo existencial, fruto de una construcción hiperbólica de sus identidades centrada en sus desquicios y debilidades físicas y emocionales. Nada que no queramos ver hoy en día y con lo que sentirnos identificados en las pantallas domésticas, y reproducir en las redes sociales. Sí, “Mai neva a Ciutat” da en el clavo puesto que funciona como sentir de un estilo de vida cargado de modernidad y absolutamente contemporáneo. “Mai neva a Ciutat” es capaz de convivir con el imperativo estético y narrativo “post todo”, que es lo que somos hoy.
Es por ello que, a pesar de referenciar títulos que hoy ya se nos antojan clásicos, se la ha relacionado, creo que acertadamente, con producciones televisivas como “Porca Misèria” (2004-2007) de TV3 y ArriscaFilms, o “Girls” (2012-2017) de la HBO. Ficciones que pretenden un sentimiento de subversividad tanto a la hora de plantear situaciones como a la hora de narrarlas. Productos que persiguen una originalidad dramática y plástica. Ficciones que pretenden dar cabida a nuevos colectivos, identidades, sexualidades, respresentaciones de la humanidad y de lo social. Y al igual que “Mai neva a Ciutat” está a la altura de sus virtudes, también puede estar a la altura de sus riesgos y debilidades. Pues si algo tiene el “post todo” es que tiende a descontextualizar; a despolitizar lo que se reivindica por un imperativo estéticoy narrativo –por más subalterno que se pretenda- , fruto de un relativismo subjetivo. Ahí está la alargada sombra de Lena Dunham y, sin ir más lejos, la de Pepa Charro-Terremoto de Alcorcón y su Flexas* o el cameo de Vivian Caoba, para representar lo aparentemente subversivo que suponen hoy las libertades sexuales libres de encorsetamientos morales y estéticos. Al final, por repetición, se convierten en “subversividades hegemónicas y homogéneas”. Exhibición de cuerpos no normativos que pierden su potencial reivindicador por no tener contenido ni justificación, y la eterna promiscuidad como vanguardia y fatalidad del colectivo juvenil.
Pero desde su localidad, “Mai neva a Ciutat” consigue algo que no tiene precio: el re-escribir y el re-inventar los mitos, los paisajes, y el “personajismo” mallorquín. Una revelación total. Un ejercicio de auto-crítica irónico y cínico totalmente revolucionario en el panorama mallorquín. Pues en verdad digo que el hecho de proponer que Pau Debon –cantante del desaparecido e idiosincrático grupo mallroquín Antonia Font-; Tomeu Penya –paradigma de la mallorquinidad-; Toni Nievas –showman puramente palmesano-; y Laia Martínez –nombre ilustre de la nueva ola de poetas-, se presten a satirizar el concepto de modernidad cultural y existencial mallorquina con sus autoparodias, es tan significativo y subversivo como el hecho de que ninguno de los protagonistas de la ficción se llamen Catalina, Aina, Lluc, Margalida, Miquel, Tolo, o Tomeu.
Es indiscutible la capacidad innovadora que esta ficción supone en las pantallas locales. Se deben pedir más temporadas. Y también mejores. Que sirva de plataforma para descubrir el talento cultural, actoral, audiovisual y dramatúrgico de las pitiusas, tan castigado y limitado por las políticas centrales. Y que se atreva a la denuncia social. Es decir, que nos explique por qué hece 25 años veíamos y celebrábamos “Treinta y tantos” (ABD, 1987-1991), serie protagonizada por treinta-añeros que descubrían que la adultez era una promesa de felicidad fallida, y por qué ahora celebramos “Mai neva a Ciutat”, protagonizada también por treinta-añeros que bailan al ritmo de “massa joves per estar tan tristos” (Demasiado jóvenes para estar tan tristes). Sin salirse de la comedia ácida o cínica. Se puede. ¡¡Y queremos más!!
*Sa Roqueta: nombre popular y cariñoso por el que se conoce Mallorca.