Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Malasaña 32» (Alberto Pintó, 2020): horror costumbrista y fantasmagórico de los Olmedo en la Madrid de la Transición

Situada en los últimos años de la Guerra Civil española y con una ambientación que bien nos recuerda a “Verónica” (2017) y a “La influencia” (2019), el terror español bajo la dirección de Albert Pintó (2020) nos proporciona una muestra un caso en el que una familia pobre que tiene la esperanza de encontrar un futuro mejor en la capital de Madrid (al estilo de la trama de “The Amityville Horror”, 2005). La familia dedicará todos sus ahorros en la nueva casa que, desde el inicio de la película, parece encantada, es decir, el topos de la literatura gótica predilecta haunted house propia del género de terror.

La casa encantada se sitúa ahora en la gran ciudad, un año después de la muerte de Franco en una capital donde parece empezar a respirarse un poco de libertad. Los atisbos de esperanza radicarán en los nuevos trabajos de ambos padres, en Galerías Preciados y en Pegaso, así como el sueño de la hija mayor de trabajar en Iberia. Si bien en lugar de utilizar una estética neogótica, se utiliza como su precedente un piso de un barrio madrileño decadente y de terror social (en un periodo bélico en el caso de la película de Pintó y en la década setentera de la película de Plaza de 2017). Además, “REC” (2007) sirve como precedente cinematográfico con el mítico edificio de la Rambla de Catalunya como espacio de horror costumbrista que será bien traído a un piso obrero de Madrid tanto en “Verónica” como en “Malasaña 32” como ejemplo heredero del arquetipo victoriano de casa encantada.

Amparo buscando a su hermano

Viejas mirillas de latón, escaleras desvencijadas, vecinos extraños e historias secretas e incluso traumas fantasmales detrás de las paredes son elementos compartidos en ambas películas y fruto para originar el horror desde la cotidianeidad. El fantasma alojado en la casa sabrá cuáles son las aspiraciones de cada uno de los integrantes de la familia Olmedo (padre, madre, tres hijos y el abuelo) y serán utilizadas por la entidad maligna que se niega a abandonar su antiguo hogar.

Amparo ante su encuentro con el fantasma

Amparo, la hija mayor bien nos recordará a Verónica, en tanto es quien se encarga de cuidar de su hermano pequeño (de prepararle la comida, de jugar con él), al igual de cuidar de su abuelo enfermo y de las tareas de la casa. No obstante, el elemento relevante es que el hermano pequeño será el objeto de deseo del fantasma anclado a la casa y, por tanto, la hermana será quien tendrá que responsabilizarse de que el fantasma no haga daño a su hermano ni a ningún otro miembro de la familia. Por ese motivo, en cierto modo, el niño es deseado por el fantasma en tanto que sufrió una pérdida irrecuperable que no le dejaron avanzar, pese a su muerte. El niño acaba siendo quien puede tener (el primer) contacto directo con el fantasma de la casa, quien es capaz de escuchar hablarle a través de la marioneta televisiva en blanco y negro (en una escena que nos teletransporta a la película “Poltergeist”, 1982) o a jugar con él con una canica que parece moverse sola y jugar al «Veo, veo» a modo de invención infantil para acercarse a él.

Sin embargo, la madre encontrará en su trabajo a dos clientas, madre e hija con parálisis que podrán ayudarle ante la desaparición de su hijo: actuarán de médiums para que el fantasma desaparezca y pueda recuperarse el orden establecido con toda la familia junta y unida. Tristemente, esa proyección será mas bien una ilusión, pues supone la trágica pérdida de uno de los miembros de la familia y la vuelta al pueblo. La esperanza se convierte en una trampa maldita del extrarradio del Madrid de la Transición.

Descubriendo la antigua dueña de la casa

La película desarrolla su trama con recurrentes sustos (“jump scares”) seguidos de inevitables estallidos de música que bien pueden recordarnos al sello Wan y su expediente Warren (“The Conjuring”, 2013) pero que añade como elemento sorprendente a una mujer con parálisis la cual se visibiliza en la película (y tal y como se señala expresamente) como que su posición más vulnerable no pone barreras con seres sobrenaturales y que, precisamente por ello, tiene la capacidad de convertirse en médium y tener la función de ayudar, en este caso, a la familia para que el fantasma que les amenaza se vaya y les deje en paz.

La casa situada en calle Malasaña nº 32 en el tercer piso (sin ascensor) no dejará indiferentes a los espectadores y más, si tenemos presente que también está inspirada en trágicos acontecimientos reales que tuvieron lugar cerca de la ambientación de la película y que bien nos recordará a una España castiza donde resuenan Raphael y Julio Iglesias.

Los Olmedo nunca volverán a ser los mismos por el paso en Malasaña
 

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