Microhistorias de una guerra, «Dunkerque» de Christopher Nolan
Dos años después de su último film Interstellar (2014) aparecían las primeras imágenes del nuevo rodaje de Christopher Nolan: se trataba de Dunkerque y se anunció como la incursión del cineasta británico en el género bélico. A las fotografías de Nolan detrás de la cámara se unían otras en las que se destacaban los escenarios naturales franceses en los que se desarrolló la acción histórica, se apreciaba la gran movilización de extras que se encargaban de dar vida a los 400.000 soldados que quedaron atrapados en la costa francesa y también se veían barcos y aviones de la época reconstruidos para el film. En definitiva, la impresión era la de una producción (no necesariamente una superproducción) de presupuesto elevado, un presupuesto conseguido con creces por la productora Emma Thomas, esposa de Nolan. A estas imágenes se unía la lista de actores que participaban en ella en la que convivían actores de reconocida trayectoria —como Kenneth Branagh, Tom Hardy, James D’Arcy, Mark Rylance o Cilian Murphy— con actores casi desconocidos —como Fion Whitehead o el cantante Harry Styles.
La película narra el episodio del rescate de las tropas francesas, belgas e inglesas de las playas de Dunkerque en las que fueron acorraladas por el ejército alemán en mayo de 1940 sin ninguna posibilidad de escape. Un rescate todavía más complejo dado el incesante acoso de la aviación nazi a los destructores británicos y que supuso una movilización colectiva de los habitantes de la costa inglesa que acudieron con sus embarcaciones para salvar a las tropas. Este es el argumento que nos va a presentar Nolan quien, en las entrevistas aparecidas con motivo de su estreno, insistirá en su relación personal con un evento histórico en el que murió su abuelo y que forma parte de la memoria colectiva británica y de la II Guerra Mundial.
Hasta aquí todo parece indicar la relación de Dunkerque con el cine bélico. Sin embargo, desde las primeras escenas de la película, el espectador se verá literalmente inmerso en una serie de microhistorias —por tanto, de historias individuales— protagonizadas por personajes que, a pesar de que tengan nombres y apellidos, resultarán anónimos. Cada uno de los personajes es cualquier soldado, cualquier piloto, cualquier oficial de mando, cualquier ciudadano, cualquier joven más o menos patriota. O, si se prefiere, podemos cambiar el indefinido «cualquier» por un adjetivo colectivo: todos. De ahí que pensemos que Dunkerque se aleja de los esquemas típicos del género bélico en el que las acciones y los personajes son heroicos e individuales aunque su destino final sea trágico. Y pensamos que Nolan se encarga de hacérnoslo saber.
Y es que las acciones de la película van a servir para poner en evidencia las reacciones de los personajes ante una auténtica debacle humana: el instinto de supervivencia de dos jóvenes que harán lo indecible para poder escapar de una muerte segura; el pánico enfermizo de un superviviente que ve alterada su personalidad por un hecho traumático; la integridad del alto mando ante una catástrofe humana; la entrega de los pilotos que ayudan en las operaciones; y, finalmente, el sentido altruista de comunidad de ciudadanos que acuden al rescate de las tropas. Un fresco de comportamientos en el que entra de lleno el espectador de manera emocional gracias a la narración y a la planificación de la película, pero también visceral porque si algo provoca Dunkerque es la imersión en todas las microhistorias, fomentada al extremo por el diseño de sonido que hace presente un enemigo fantasmagórico, el montaje, y por la banda sonora del magnífico Hans Zimmer. Tres secciones que seguramente tendrán una nominación más que merecida al Oscar y a otros premios cinematográficos.
Pero no olvidemos que Dunkerque está firmada por Christopher Nolan y, a pesar de que la crítica haya dicho que es el film menos nolaniano de todos los de este director, sus sellos de identidad se mantienen en el film. Uno de ellos es la implicación de las audiencias en la construcción argumental que, a diferencia de films como Memento o Interstellar, no será intelectual sino emocional: las audiencias sabiamente dirigidas por la cinematografía tendrán todos los puntos de vista de los personajes, verán y sabrán lo mismo que ellos de manera que Dunkerque es un ejercicio magistral de construcción de la ironía dramática. Pero también será un ejercicio de la utilización del tiempo en el desarrollo de la acción que ya no dará los famosos saltos de Memento o tendrá la estructura por capas de Inception sino que servirá para la construcción emocional de personajes y audiencias: la espera de los soldados en el espigón durará una semana, los distintos raids de la aviación durarán una hora y la llegada de los civiles para el rescate de los soldados se desarrollará en un día. Una distribución temporal tripartita que, sin embargo será apreciada como un todo por las audiencias como también lo será el espacio tripartito en el que se desarrolla: tierra (el espigón), mar (las embarcaciones) y aire (los bombarderos).
La crítica también ha dicho que Dunkerque es la mejor película de Nolan. Nosotros no lo creemos así porque seguimos pensando que la trilogía del Dark Knight sigue siendo insuperable aunque reconozcamos que es la más experimental de todas ellas hasta tal punto que en algunos momentos parece que nos encontramos ante una narración conceptual que bien podría firmar Terrence Malick no solo por su film bélico The Thin Red Line (1998) sino por la contundencia visual-emocional de The Tree of Life (2011). La crítica también ha situado la propuesta de Nolan entre las mejores películas bélicas de la historia, comparable a la ya mencionada de Malick y a la icónica Save the Private Ryan de Spielberg (1998), un debate en el que no deseamos entrar aunque sí deseamos señalar que Nolan pidió opinión y consejo a dos grandes del cine para su Dunkerque: Steven Spielberg y Ron Howard. Ambos están en nuestra lista de directores favoritos, ambos se han enfrentado a rodajes en espacios abiertos —el primero con la película mencionada, el segundo con el film en Imax In the Heart of the Sea de 2015 — y ambos le habrán dado con toda seguridad muy buenos consejos que Nolan habrá aprovechado al máximo.
La crítica ha dicho, finalmente, que Dunkerque puede suponer el primer Oscar para Christopher Nolan. No sabemos si este pronóstico se cumplirá o no pero en cualquier caso nos alegraríamos mucho de ello.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.