Heroicidad o el resguardo de la masculinidad. A propósito de «Misión Imposible»
Uno de los mayores aciertos de la cultura dominante es que, nunca, ha dejado de celebrar la heroicidad clásica. Hecho que, como no, lleva implícito el mantenimiento y supervivencia a prueba de bombas del orden narrativo clásico. La estrategia es de un resultado espectacular. Por más siglos que pasen, el redentor, el que sufre por el bien de la humanidad, el que se debate eternamente entre el bien y el mal precisamente para dejar bien claro lo que es el bien y el mal, y el que amará nostálgicamente en la eternidad, aún pervive. Así se ha forjado, a lo largo de los tiempos, con paciencia y tesón. A través de la Historia y la Cultura, mediante e instrumentalizando el imaginario cultural en general, hasta llegar a lo espectacular de la cultura audiovisual. Largo camino de grandes pretensiones. Y ahí está “Misión Imposible” para dar cuentas de tal hazaña.
Inspirada en la popular ficción televisiva de la década de los 60, aquí el héroe: Ethan Hunt/Tom Cruse, que en su sexta entrega cinematográfica, superlativiza el espíritu del héroe clásico. Un héroe que concentra tantas facetas heroicas que incluso es difícil detallarlas. Su corporeidad: atleta de una resistencia física a prueba de bombas y la falta de oxígeno; habilidoso en la lucha cuerpo a cuerpo; amante y desafiador de alturas en situaciones imposibles e inverosímiles. Su mestría mental: el que más sabe y más maquina planes asombrosos; hábil en desarmar al adversario gracias al factor sorpresa; de un conocimiento y dominio de la tecnología digno de diversos masters en ingenierías. Su sentido de la justicia: obsesionado en no confundir valentía con imprudencia; meticuloso en evitar efectos colaterales de sus empeños, que justos no paguen por pecadores; obediente y disciplinado con su sentido del deber. Su honor: perfecto caballero con las mujeres; el mejor amigo de sus amigos; el súbdito más fiel a su propio ideal del orden y respeto. Y claro está, como no, el ingrediente final por el que derrama heroicidad, su fatalidad: su relación nostálgica con la vida; el sentir que en él recae todo el peso de la justicia a nivel global; su no auto indulgencia con errores cometidos en el pasado, por no estar dónde se le requería, y por dañar a quién más ha querido en su vida.
Sin duda, en Ethan Hunt, la mística heroica es esférica, completa. Más si la contextualizamos en una cultura del consumo que ha hecho de las celebrities estandartes culturales, y en la que las corporaciones mediáticas se han convertido en productoras de veracidad. Nos encontramos entonces con una economía de producción cultural que fusiona realidad y ficción. Negociamos con un imaginario cultual en el que la heroicidad de Ethan Hunt redunda en Tom Cruse, y viceversa. Leemos e interpretamos un imaginario cultural en el que el orden narrativo redunda en el orden social, y viceversa. Nos movemos en un escenario en el que cada vez es más difícil reconocer dónde empieza y acaba la mismidad de nadie, ni qué es idealización y realidad social. Gran despliegue de estrategia y pericia que, siempre a favor de lo eterno, blinda la pervivencia de la masculinidad como lo heroico.
Lo peor, es que se trata de un ejercicio de lo más complaciente para la mirada. Y esta es la gran baza, que tanto si leemos el film como un simple viaje del héroe, con todas sus etapas, caras heroicas y peso ancestral del monomito; como si lo leemos como un consabido fruto del patriarcado, no hay nada que hacer contra él. Tom Cruse/Ethan Hunt serán eternos y celebrados a instancias de la convención cinematográfica y la persistencia del orden narrativo. Pues, mucho me temo, que para que cambie el orden social, quedan aún muchas batallas que librar.
Menos mal que, cada vez más, contamos con otras miradas que irrumpen con otras narrativas. Aun así, por ejemplo, no hemos encontrado la fórmula para celebrar la heroicidad femenina. A modo de blindaje, quiero decir. Estamos en un incipiente proceso de rescate y visibilidad. Viaje heroico sin duda, que requiere talento y tesón, y que esperemos que sobreviva a los backlash de turno para tornarse en una celebración en sí misma. ¿O quizá no? Quizá se deban encontrar otras narrativas, otras representaciones, que huyan de lo binario para celebrar otra manera de mirar y enfrentarse al mundo, ¿verdad?.