Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Nido de serpientes y arañas: «Wolf Hall» (BBC, 2015)

Muchas son las producciones “de época” de la ficción británica. En realidad, si vamos atrás en el tiempo, muchas de las ficciones cinematográficas y televisivas producidas cada año tienden a revisar acontecimientos pasados, ya sea a través de biopics de figuras históricas o de la ilustración de momentos importantes de las crónicas de un país: las atrocidades del nazismo en la caso alemán, los escándalos políticos de la Casa Blanca en Estados Unidos, el despotismo de los dirigentes franceses o el sinfín de producciones que explorarán la campaña bélica de la Segunda Guerra Mundial. Todos ellos ejemplos de la extensa filmografía y/o series que desarrollarán discursos acerca de las memorias históricas de sus respectivos países creando una consciencia acerca de sus propias identidades culturales. Un hecho del que deberíamos tomar nota en España donde han sido pocas las ficciones que planteen un verdadero sentido crítico sobre nuestra identidad nacional, política, histórica y, en definitiva, cultural. Nuestras esperanzas están puestas en la cinta de Alejandro Amenábar, Mientras Dure la Guerra (2019), que apunta a que pondrá sobre la mesa temáticas “tabú” dentro de nuestro país. Aunque ese es material de otro artículo…

Pues bien, como ya hemos anunciado a principio del post, la ficción británica será una de las más atrevidas en presentar las luces y sombras de su propia historia, y en definitiva, de su propia identidad cultural tanto individual como colectiva. En este preciso sentido, siendo conscientes de sus propia historiografía y su desarrollo a lo largo de los siglos, la monarquía será una de las instituciones más cuestionadas dentro de su ficción; ya sea por la extravagancia de su realeza o por las campañas políticas que construyeron Inglaterra tal y como la conocemos ahora. Pensemos en series más pequeñas como The White Princess (2017), más canónicas como The Tudors (2007-2010) o en otras de mayor recorrido como la magistral The Crown (2017-) Aprovecharé este último apunte para realizar una reflexión: ¿es posible pensar en una serie como The Crown en España? La respuesta se la dejaremos a los lectores, pero mi opinión es que no.

En este contexto nos encontramos con la miniserie producida por la BBC, Wolf Hall, estrenada en 2015. Siendo una adaptación de las novelas de Hilary Mantel, la trama se situará en el ascenso al poder de una de las figuras más representativas de la historia de la monarquía británica: Thomas Cromwell.

Mark Rylance como Thomas Cromwell, el temible artífice a la sombra de Enrique VIII

Dirigida por Peter Kosminsky y escrita por Peter Straughvan, la serie nos guiará a través de la perspectiva de Cromwell (extraordinariamente interpretado por Mark Rylance) desde su trabajo como abogado en el gabinete del Cardenal Wolsey (Jonathan Bryce) hasta su ascensión como Secretario de Estado del Rey Enrique VIII (Damian Lewis). Así, la trama comenzará en 1529 y terminará en 1536 atravesando uno de los acontecimientos más relevantes de la historia europea: la separación de la Corona de Inglaterra del Vaticano y la instauración de la Iglesia Anglicana. En este recorrido por uno de los episodios más conflictivos de la monarquía británica no solo se pretenderá realizar una crítica a la inhumanidad de la figura de Enrique VIII – ya de sobra recalcada en la ficción – sino a las estructuras del poder que se generan en torno a la monarquía y, sobre todo, a poner en entredicho las acciones de Thomas Cromwell como principal artífice en las sombras de todos los despiadados sucesos que ocurrieron durante aquel proceso que se inicia con el exilio de Catalina de Aragón, pasando por la muerte de Thomas More y culminando con la ejecución pública de Ana Bolena.

Durante los seis episodios que dura la miniserie, todos los hechos que se suceden los veremos desde la perspectiva de Cromwell quien estará presente en todas y cada una de las escenas como si de una figura omnipresente se tratase. Una presencia que se asimilará al de una víbora escurridiza cuyas artimañas y ansias de poder envenenarán a todos aquellos que se encuentran a su alrededor. Thomas Cromwell será un personaje que actuará como víctima y también como perpetrador de las redes de intereses que se tejerán en torno a los “caprichos” del rey – un Enrique VIII muy dependiente de sus consejeros y falto de ideas propias – donde la carencia de principios guiarán las motivaciones de los personajes; en especial de los masculinos.

De esta manera, la acción se irá desarrollando a cuenta gotas empezando sus dos primeros episodios con un ritmo bastante pausado, pero que irá creciendo a medida que avancen los conflictos. El ascenso del poder de Cromwell irá de la mano con la evolución de los personajes donde la crueldad de los mismos (y la crudeza de las imágenes) se desarrollará(n) de manera progresiva junto con su narración. Así, la simpatía que tendremos hacia Thomas Cromwell durante los primeros capítulos donde su bondad y comprensión hacia la crisis política del país – la caída del Cardenal Wolsey y sus coqueteos con María Bolena (Charity Wakefield) – se transformarán en una anti-empatía hacia el personaje a medida que se descubran sus estrategias para contentar al rey y legitimar su autoridad dentro de la corte. Los capítulos centrales nos situarán en la ascensión de Bolena  así como al juicio frente a la “traición” de Thomas More (impecable interpretación de Anton Lesser).

Ana Bolena (Claire Foy) se prepara para su ejecución en el episodio «Masters of Phantoms», la escena más desgarradora de toda la serie

Así, el contrapunto perfecto de Cromwell será el personaje de Ana Bolena (encarnada por una maravillosa Claire Foy) cuya trayectoria personal será uno de los ejes principales del argumento. Si Bolena se caracterizará por su reconocido carácter férreo e impasible, su ambición se irá transformando en impotencia frente a los constantes desprecios de la corte y de su nuevo marido tras la llegada de Jane Seymour (Kate Phillips) a palacio. Un arco evolutivo en el que la vulnerabilidad del personaje se harán visibles durante el último episodio: una desgarradora y vejatoria escena de ejecución que actuará como momento climático de la serie y donde se concentrará la mayor tensión visual y narrativa. De hecho, el estilo visual de la serie potenciará de manera dramática la crudeza de las acciones apostando por una aproximación completamente realista en cámara en mano siguiendo muy de cerca a Cromwell y por una banda sonora diegética. Una forma muy extraña de filmar una ficción histórica despojada de toda epicidad.

Wolf Hall terminará con un efusivo abrazo entre Enrique VIII y Cromwell felices por haber obtenido la victoria en su ardua batalla tras la humillación y ejecución de Ana Bolena (sin olvidar el bochorno que supuso para el futuro de Inglaterra el “divorcio” y el exilio para Catalina de Aragón). Un final que es toda una declaración de intenciones por parte de sus creadores. Como también no será casualidad que se muestre a una araña engullendo a una pequeña mosca en uno de los decadentes vitrales de palacio justo antes del primer encuentro entre Cromwell y el rey. Un simple plano detalle que puede pasar desapercibido, pero que alberga un potente simbolismo.

La ficción cinematográfica y televisiva británica es un gran ejemplo de la combinación entre calidad narrativa y consciencia de fomentar el sentido crítico, tanto con su historia como con los valores culturales que han prevalecido hasta ahora. Wolf Hall es una verdadera lección de desmitificación histórica y de revalorización de la memoria cultural e identitaria.

 

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