No solo hay un buen doctor: Tenemos que hablar de Claire
Con la primera temporada recién terminada en AXN-España y con la confirmación de su renovación para una segunda, me reafirmo en mis argumentos para animarles a ver The Good Doctor, publicados aquí hace unos meses. La serie no ha hecho más que mejorar a lo largo de sus dieciocho episodios, y algunos personajes son cada vez más redondos y atractivos. Uno de ellos es Claire Browne, residente de cirugía y por tanto compañera a la vez que competidora del “buen doctor” protagonista, y a ella le dedico esta entrada hoy. Se lo ha ganado.
La carrera de la actriz que interpreta a Browne, Antonia Thomas (Londres, 1986), no es demasiado larga, pero ya ha conseguido algunos papeles principales. Además de por The Good Doctor en Estados Unidos, es particularmente conocida en Inglaterra por sus roles en las comedias Misfits (E4, 2009-2013) y Lovesick (Channel 4, 2014- ). Ha hecho sus pinitos en el cine y en algunos vídeos musicales, pero sus registros interpretativos más exitosos parecen cortados a medida para la pequeña pantalla.
En la serie que nos ocupa, Claire aparece desde el inicio como parte del equipo de residentes a las órdenes del Dr. Meléndez (Nicholas González), por quien por cierto los últimos episodios parecen apuntar una cierta atracción. Desde esos primeros momentos sus prioridades quedan bien claras: Browne no es una Meredith Grey cuyos desastres sentimentales vayan a construir un interminable culebrón con el telón de fondo de un quirófano. Es una profesional dedicada, que ha trabajado mucho para llegar a la posición que ocupa y que, aunque siempre a punto de desbordarse de sentimientos, no dejará que lo emocional la aparte de su carrera.
La decisión de Claire de mantener a raya su relación con su colega Jared Kalu (Chuku Modu) culmina en una escena más dramática para él que para ella en el episodio diecisiete. Antes, les habremos visto desarrollar un vínculo más sexual que sentimental, y habremos comprobado cómo ella no es una damisela en apuros que necesita que la salve un hombre alto, moreno y de ojos misteriosos como Jared. Alrededor de ella se tejerá una trama sobre acoso sexual que hará visible la discriminación racial y de género, y que pondrá en evidencia que ella es una mujer feminista, de principios y dispuesta a establecer redes de apoyo mutuo con las suyas. Ni siquiera las puñaladas traperas de la recién llegada Morgan Reznick (Fiona Gubelmann), toda competición y traiciones a partir de la semana catorce de emisión, conseguirán sacar a Claire de sus espacios de afectividad política en el hospital y en la vida.
Otro rasgo fundamental de esta mujer de color, hermosa e inteligente, es sin duda su empatía. Sobre ello se apoya su línea de caracterización principal, y a ello recurren sus compañeros/as y superiores cuando las cosas se complican con los/as pacientes. Ello le permite, además, ser quien mejor se comunica con el protagonista, el Dr. Shaun Murphy, autista con Síndrome del Sabio de quien ya hemos hablado aquí. Poco después de conocerle, Claire de alguna manera ‘descifra su código’, dándose cuenta de que no le gustan las preguntas directas y encontrando formas de entenderse con él y de ‘tocarle’ sin necesidad de mucho acercamiento físico real (aunque también lo hay, con ella y con muy poca gente más).
De esta manera, si en las primeras entregas de la serie Claire Browne parecía tener fundamentalmente la función de ‘traducir’ a Shaun, a medida que la temporada ha ido avanzando eso ha dejado de ser así. Para cuando el episodio final ha llegado, la conocíamos lo suficiente para considerarla imprescindible en el paisaje del hospital San José St Bonaventure. Su pasado había comenzado a revelarse en sus propias narrativas y a través de la indeseada presencia de su abusiva y adicta madre. Su presente se había complicado cuando Jared quiso cobrarse en amor el peaje de haber intentando rescatarla de un acosador. Y su futuro se había vuelto más que interesante gracias a sus errores (que los hubo, y graves), sus aciertos (que demostraron su brillantez), sus pulsiones involuntarias (esas miradas a Meléndez) y sus esfuerzos por no caer en el cinismo y la agresividad en un entorno laboral que parece devorar a quien se empeña en integrarse en él.