Penny Dreadful y su «suprema» particular. Verbis Diablo
Tal como comentábamos la semana pasada en el primer post dedicado a la serie, la segunda temporada de Penny Dreadful centra su argumento en la hechicería. Si en la primera entrega, el vampirismo en el sentido más amplio del término ocupaba los capítulos de esta antología del terror, la brujería va a constituir el eje argumental contra el que nuestra particular liga de monstruos -y creadores de ellos- combatirá literalmente a sangre y fuego. De nuevo Vanessa Ives será el centro neurálgico de todos los ataques del particular «sinister supreme being» de Penny Dreadful: Madame Kali-Evelyn Poole.
Acompañada por una legión de brujas que habitan en un «coven» estéticamente recargado, laberíntico y sombrío ubicado en el centro de la ciudad de Londres, Madame Kali desplegará todos los tópicos y clichés del imaginario colectivo de la brujería: conjuros, baños en sangre humana con finalidades hedonistas, uso de lenguaje diabólico ininteligible para realizar sortilegios y otras maldades, recurrencia al vudú, el uso de miembros humanos para conseguir el cuerpo y el alma del contrincante y una infinidad de artimañas que, con toda seguridad, iremos viendo a lo largo de los próximos episodios de la serie. Sin embargo, la estética de serie B que contemplamos en algunos momentos de los primeros episodios, se verá acompañada por una legión de brujas-vampiras hechas aparentemente con fragmentos de otras personas que serán utilizadas como armas letales por Madame Kali. Una interesante combinación -aunque un tanto desagradable cuando uno ve aparecer por primera vez a estos engendros diabólicos- que sigue la tónica general de Penny Dreadful que no es otra que la asimilación de las imágenes e historias al new horror, no nos atrevemos a decir que postmoderno pero sí al menos contemporáneo. El riesgo en el uso de la planificación y la magistral fotografía serán elementos esenciales en esta segunda temporada en la que observamos diferencias sustanciales en la puesta en escena de la serie. ¿Quizás gracias a la influencia de American Horror Story?
Todo esto y más lo encontramos en el segundo episodio de Penny Dreadful en el que se despliegan las luces y sombras del entorno victoriano. Su aparente placidez preindustrial contrastará estrepitosamente con la sordidez de la intimidad de algunos de los personajes a los que el espectador ya conoce de la primera temporada, con la ocultación de la miseria y la enfermedad de una ciudad cosmopolita y también con su devoción a lo freak, a lo sobrenatural y a lo gore. Así, si en la primera temporada de Penny Dreadful, el espectador asiste a sesiones de espiritismo y a representaciones teatrales de los auténticos Penny Dreadful literarios (cortas historias de terror para las capas populares), en esta segunda temporada, se inicia un thriller policiaco para resolver los misteriosos asesinatos de la taberna de los marineros y el museo de cera será el hogar de Calibán, el romántico monstruo creado por Victor Frankenstein.
Y mencionamos a Calibán porque el equipo de guionistas encabezado por John Logan empiezan ya a tejer una maraña importante entre los personajes del mismo modo como lo hace la araña que aparece en los títulos de crédito. Mientras en la primera temporada y hablando de manera muy general, la serie era esencialmente activa, la segunda temporada empieza a esbozar una introspección en la intimidad de los personajes que de manera sistemática irán lanzando preguntas al espectador que suponemos que encontrarán respuesta -o no- a lo largo de los episodios: ¿por qué la pobre Vanessa se ve sistemáticamente perseguida por el diablo?, ¿encontrará en algún momento la paz?, ¿qué demonios -nunca mejor dicho- quiere conseguir Madame Kali de Vanessa?, ¿cómo llegó Ethan Chandler a ser quién es?, ¿conseguirá Víctor Frankenstein encontrar a su anhelada compañera?, ¿qué sucederá entre Brona, ahora convertida en Lily, Calibán y el creador de ambos?, ¿cuándo sabremos cuál es el pasado de Sembene? y así sucesivamente. Este episodio es una muestra de ello.
Sin duda deberemos esperar un poco más y tener paciencia. Mientras tanto, Verbis Diablo hace avanzar muy rápidamente las líneas maestras de la temporada que, según sus creadores, va a estar llena de sorpresas, misterio y erotismo además de ser tremendamente realista. No avanzaremos nada de las tres primeras premisas, sí decir que la segunda temporada es mucho más sangrienta y macabra que su predecesora.
Lo mejor: aparte de la lucha de gritos entre Vanessa y Madame Kali en el primer episodio y que ha creado un debate en las redes sociales, lo mejor es el personaje de Calibán. Es un auténtico placer escuchar a Rory Kinnear diciendo su texto en una musical y perfecta dicción shakespeareana. Si todos los personajes son redondos, el de Calibán es extraordinariamente completo y complejo.
Lo peor (para mí): las vampiras de serie B, llegan a ser un poco cansinas.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.