Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

¿Quién es Jessica Jones?

Es evidente que el cómic se ha convertido hoy por hoy en una de las fuentes de inspiración más claras para Hollywood, y una, además, de las más lucrativas. Tras décadas de ostracismo y miradas desconfiadas, parece que, por fin, estamos preparados para aceptar que el cómic es un medio en el que se han creado excelentes historias.

Este hecho (el de las adaptaciones del cómic a la gran pantalla) no ha empezado, en rigor, en la actualidad. Llevamos décadas viendo adaptaciones, más o menos afortunadas, de los héroes de papel. De éxitos rotundos como el Superman de Richard Donner (1978) a productos rarísimos como aquel Howard el pato (Willard Huyck, 1986), hasta fracasos estrepitosos como The Punisher (Mark Goldblatt, 1989), el cine nos ha dado una lección de que, en el fondo, la idea es lo de menos: lo importante es cómo ésta se lleva a término.

Pero hay una cosa que sólo ahora parecen haberse dado cuenta las productoras, y es que para una narrativa serializada como es el cómic, lo mejor para su desarrollo en un contexto audiovisual es otro formato serializado. El boom de las series basadas en cómic no ha hecho nada más que empezar (así, de cabeza, recordamos The Walking Dead, Daredevil, Arrow, Agents of SHIELD, Gotham Central, Constantine, Flash… y las futuras Wonder Woman, Predicador, Empire of the Dead, Luke Cage, Lucifer, Sex Criminals…) y la lista de lo que está por venir es enorme. En toda esta apoteosis de adaptaciones, Netflix está jugando muy bien la baza de las series de producción propia. Ha entendido muy bien el concepto de dramatización de este material proveniente de las páginas impresas y ha dado un enfoque diferente a sus obras. Hablamos en particular de Daredevil y Jessica Jones, sus dos producciones relacionadas con el mundo del cómic. En ambos casos, se ha puesto énfasis en mantener equilibrado el tono superheroico con la búsqueda de tramas adultas que puedan interesar a un público no relacionado directamente con el de los justicieros en pijama.

Así es como llegamos a Jessica Jones, que estrenó en Netflix la semana pasada una primera temporada de diez capítulos. Jessica Jones está basada en la serie Alias, de Brian Michael Bendis y Michael Gaydos, con portadas de David Mack (2001). En ella se cuenta la historia de esta joven, que se gana el sueldo como detective privado después de haber fracasado como superheroína, una superheroína que pocas personas recuerdan. Establecida en Nueva York, se ocupa de casos cotidianos de infidelidades o desapariciones de personas, pero no puede evitar que en algunos momentos su antigua identidad vuelva a flote y condicione su vida.

En su momento, Alias (2001-2004, con un total de 28 entregas) resultó ser una de las mejores series de Marvel. Evitaba décadas de pesada y lastrante continuidad para centrarse en un nuevo personaje, que a la vez estaba totalmente imbricado en el universo Marvel. Bendis es un guionista experimentado con una querencia particular por la serie negra, y en Alias tenía un cheque en blanco para poder desarrollar una serie a su medida. Resulta un maestro en los diálogos y sabe manejar la intriga perfectamente para crear una tensión que resuelve muy bien. Su única pega es que muchas veces abusa de planificaciones de página muy estáticas, que en el fondo buscan recrear un efecto muy cinematográfico: el del énfasis en la caracterizaciónd  de los personajes a través de los diálogos.

En Jessica Jones (no podía usarse el mismo título de Alias por motivos obvios: ya hay una serie con ese nombre), el punto de partida es el mismo que el de Alias; la estética de los créditos recuerda mucho al arte de las portadas de David Mack e incluso hay varias escenas en el capítulo piloto que están extraídas directamente del cómic. De cualquier forma, la serie de televisión enseguida empieza a tomar distancia de sus fuente. Para empezar, los rasgos superheroicos de Jessica son más obvios en la pantalla que en el cómic, donde apenas son entrevistos. Y como en televisión lo que prima es la economía narrativa, lo que parece ser la amenaza al personaje principal ya está presente desde el principio: un tal Kilgrave, un personaje que también ha sido tomado del panteón Marvel, y que aquí se convertirá en la némesis de Jessica.

A pesar de que en Netflix ya están disponibles todos los episodios de esta primera temporada, sin haber visto más que el primero de ellos, podemos afirmar que Melissa Rosenberg, la showrunner de la serie, ha conseguido una producción muy acertada, que sabe navegar entre géneros, que aprovecha lo mejor de un universo lleno de superhéroes para crear una trama coherente y sólida, y que es muestra del talante con el que seguramente se encararán los nuevos ejercicios de adaptaciones del cómic. Todo ello, contando con que estamos, además, con una serie cuya protagonista y cuya responsable son mujeres. Creo que este detalle da cuenta de algo que todavía está por venir: la llegada de series cuya mirada sea netamente femenina sin caer en los roles de género tradicionales. Sabemos que se están fraguando series como Wonder Woman, pero está por ver una verdadera revolución femenina en este tipo de contenidos.

 

 

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