¿Realmente ha descarrilado «La Chica del Tren»?
Hoy hace exactamente una semana que se estrenó en las carteleras españolas una de las películas más esperadas del año, la adaptación de la novela de suspense escrita por la británica Paula Hawkins que se convirtió en best seller a nivel mundial en 2015: The Girl on The Train (traducida como La Chica del Tren en territorio nacional) Después del inmediato revuelo que causó el anuncio de su adaptación a la gran pantalla y las grandes expectativas que se tenían hacia la misma, parece que la película no ha acabado de convencer del todo a la crítica. Parece que, a día de hoy, La Chica del Tren va en camino de convertirse en la cinta que más ha dividido al público en lo que llevamos de año. Pero, mejor vayamos por partes.
Como ya hemos podido ver en los trailers oficiales, La Chica del Tren narrará la historia de un misterio: la desaparición de una mujer de la que el espectador nada sabe. Por supuesto, ya se encargarán de hacernos saber que nuestra principal protagonista, Rachel Watson, un mujer desdichada y con serios problemas emocionales que viajará en el mismo tren cada día arriba y abajo sin ningún destino concreto, será la (supuesta) testigo de la abducción de esta (también supuesta) desconocida. Pronto, Rachel se verá envuelta en una crisis de identidad severa a la vez que se acerca a la verdad de lo sucedido.
Para empezar, hacer una adaptación no nada es sencillo. Siempre se corre el riesgo de que se dejen elementos de la trama con el peligro de generar lagunas argumentales que no se acabe de comprender la historia; o no acabando de desarrollar los personajes del todo; o acotando acciones; en definitiva, desprestigiendo la obra original. Por supuesto, y aunque parezca una deducción bastante obvia, estos «fallos» (inevitables por un lado) – para denominarlos de alguna manera – solo serán perceptibles a los ojos de aquellos que hayan tenido la paciencia y el interés de leerse la novela. Por supuesto, el espectador/lector siempre va a tener una ventaja sobre el resto haciendo que su mirada esté contaminada por la narración original y siendo imparcial en algunas de las decisiones/libertades que se hayan podido tomar a la hora de trasladar la historia de medio.
Siguiendo el esquema que Gillian Flynn propuso en Gone Girl (Perdida en su versión castellana) publicada en 2013 y con la que es inevitable encontrar parecidos de estilo con la novela de Hawkins, los saltos temporales y la narración desde diferentes puntos de vista de la misma historia serán el eje principal de ambas narraciones – tanto en la obra original como en su adaptación. La trama será contada desde tres perspectivas diferentes: la propia Rachel, Megan Hipwell (la víctima) y Anna Watson (la nueva esposa del exmarido de Rachel). Este juego de «mentiras vs verdad» y puntos de vista contradictorios y mezclados que hacen encajar las piezas del puzle al final de manera coherente – que, eso no quiere decir menos predecible e insulsa – y que, más o menos, puede llegar a funcionar dentro de la novela, en la película es un verdadero despropósito que no hace más que acelerar la investigación (que es la base de todos los thrillers), precipitar la acción y que la trama resulte un tanto dispersa y forzada en según que momentos. Un guión bastante incongruente de Erin Cressida Wilson, que firma trabajos como Retrato de una Obsesión (2005) o la magnífica Secretary (2002).
Ahora bien, si la novela original ya tenía unas carencias contundentes en las que, incluso, podíamos clasificar la obra de Hawkins como de mediocre o, para no ser tan destructivos, diremos que «no es para tanto«; dentro de la adaptación conseguirán un retrato mucho más elaborado de las tres mujeres protagonistas y consiguiendo un arco evolutivo para el personaje de Rachel, cosa que no se encontraba en la novela original. Además de añadir ciertos elementos dramáticos de manual de guión dentro de la trama que ayudan a que la resolución no sea tan precipitada y dotándola de organicidad; al igual que se obviarán acontecimientos que suceden en el libro que ayudarán a caracterizar y a potenciar el crecimiento de la principal protagonista. En definitiva, un punto a favor de la película.
Después de darle vueltas a la película, voy a formular la siguiente pregunta: ¿realmente ha descarrilado La Chica del Tren? Pues, en mi modesta opinión y yendo con unas expectativas más bien bajas a la sala de cine, he de confesar que, como lectora y después espectadora, a mí me satisfizo muchísimo más que el libro. Incluso, mejorándola en algunos puntos concretos. Ahora bien, una cosa está clara: La Chica del Tren no es Perdida. Porque, seamos sinceros – y sin querer faltar al respeto a su trabajo – ni Tate Taylor es David Fincher, ni Paula Hawkins es Gillian Flynn. Pero, si que hay que decir que ambas películas tienen algo en común: las espectaculares interpretaciones de sus protagonistas femeninas. Todo el mundo coincide que lo mejor de la película es, precisamente, la chica detrás del personaje que viaja en ese tren: Emily Blunt. Su papel como Rachel – que ya suena para la siguiente edición de Los Oscar (y con razón) – está retratado con una sutileza, una fuerza insuperable y con el patetismo y la mirada melancólica que precisa el personaje.
Por tanto, a ojos de cualquier espectador de a pie, se podrían decir que la intención de Tate Taylor de realizar un thriller complejo es una propuesta fallida en muchos sentidos. Aunque no vamos afirmar que es un film horrible que no se pueda ver. Eso sí, con la enorme cantidad de thrillers que se producen al año y muchos de cierta calidad – El Contable, sin ir más lejos – La Chica del Tren es un film que pasa sin pena ni gloria y que supondrá bastantes “peros” de los espectadores que buscarán más que ver a una espectacular Emily Blunt cargándose todo el peso de la película.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.