Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Reunión en un día de ventisca: «The Hateful Eight»

Debo confesar que Quentin Tarantino no es uno de mis directores preferidos aunque sí me gusta ver sus películas de las que siempre acabo diciendo que son una pasada ya sea porque me han parecido espléndidas  o porque me han parecido una más que flipante e hipnótica  pasada de rosca en todos los sentidos. Esta sensación es la que recogen todas las críticas y opiniones de los seguidores de Tarantino a lo largo de su carrera cinematográfica quienes se debatirán entre el amor profundo a la originalidad -o pastiche o collage cultural-  del director y los más enconados ataques a sus films que serán considerados como faltos de imaginación e incluso megalómanos. Y es que Tarantino no acepta los términos medios.

Sea como sea, sus producciones siempre despiertan, como mínimo, curiosidad por saber qué ha hecho esta vez uno de los directores contemporáneos que es considerado como de culto. Posiblemente porque sus producciones apelan al imaginario de la cultura popular de consumo masivo o a los géneros más estereotipados de los mismos: las historias de mafiosos, matones y detectives un tanto trasnochados pero filosóficos en los ambientes urbanos más sórdidos de las tiras de cómics y novelas negras de segunda categoría (Pulp Fiction o Reservoir Dogs),  los tópicos de las películas de venganzas y luchas marciales (Kill Bill), la ucronía sobre la ocupación nazi con claras referencias al propio cine (Inglorious Basterds), las reconducciones de slasher movies o blaxplotation  (Jackie Brown o Death Proof) y, finalmente, el western gráfico o el spaghetti western (Django Unchained). Salvo una, todas las películas van a tener relación, pues, con la llamada Serie B.  The Hateful Eight no va a ser una excepción.

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Los odiosos ocho, la otra cara de los magníficos siete

Tras unos títulos de crédito espectaculares con la magistral banda sonora de Ennio Morricone (este romano de 87 años conocido especialmente por su colaboración con el maestro del spaghetti western Sergio Leone y con más de 500 bandas sonoras en su haber), el argumento que presentará The Hateful Eight es, en principio, bastante sencillo: el cazarecompensas John Ruth (Kurt Russell) ha capturado a la peligrosa forajida Daisy Domergue (Janet Jason Leigh) y la conduce a Red Rock para que sea ahorcada. A su viaje en diligencia de ese día de terrible ventisca se unirán otro famoso cazador de delicuentes, Marquis Warren (Samuel L. Jackson) y Chris Mannix, el recién nombrado sheriff de Red Rock (Walton Goggins). La violencia de la tormenta hará que todos ellos deban pasar la noche en la mercería de Minnie en la que coincidirán con el general confederado Sandy Smithers (Bruce Dern), el verdugo de Red Rock, Oswaldo Mobrey (Tim Roth), un enigmático huésped llamado Joe Gage (Michael Madsen) y el encargado de la hostería, Bob (Damian Bichir).

Así, todos los ingredientes están servidos. El espacio hostil en medio de la nada en Wyoming agrupará a los ocho personajes en dos espacios cerrados, el de la diligencia primero y la mercería después, que no solo ofrecerán un sentimiento claustrofóbico en el espectador  -sin duda uno de los elementos más interesantes de la película-  sino que marcará las dos grandes secciones o partes de la película que no necesariamente se corresponden con los capítulos diseñados por Tarantino. Dos espacios cerrados en los que, evidentemente, van a producirse enfrentamientos entre los personajes como no puede ser de otra manera. Pero no olvidemos que es una película de Quentin Tarantino y que cualquier lógica se ve inmediatamente transformada en situaciones un tanto estrambóticas y rocambolescas  -por no decir que «muy» estrambóticas y rocambolescas-  en las que el más mínimo esquema del género, cualquiera que sea,  va a convertirse en otra cosa. Nada va a ser lo que parece. Y lo inesperado va a combinarse con el absurdo  a lo largo de las tres horas que dura la película. Marca de la casa, sin duda.

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El primer encuentro entre John, la horca, Ruth y Marquis Warren

Como también es marca de la casa la recurrencia a determinados actores  a lo largo de las ocho películas de Tarantino. Si Uma Thurman se convirtió en la musa del cineasta desde su intervención en Pulp Fiction y en los dos volúmenes de Kill Bill y Tim Roth o Michael Madsen  van a trabajar en muchos de sus films, Samuel L. Jackson es el actor-fetiche de nuestro director cuyos personajes van a servir para evidenciar  la problemática racial desde distintas perspectivas ya sean religiosas ya sean reivindicativas frente a la supremacía de los blancos como es el caso de este general norteño que tiene en una carta de Abraham Lincoln su tesoro más preciado. A esta lista debe sumarse la extraordinaria semejanza entre el personaje de Oswaldo Mobrey y el coronel Hans Landa de Inglorious Basterds, sin duda ayudado un más que razonable parecido físico entre Tim Roth y Christoph Waltz y por el hecho de compartir la voz de Pep Antón Muñoz en la versión doblada al castellano.

Sin duda el reparto es uno de los elementos más destacables de The Hateful Eight  y de entre todos ellos, la pareja formada por Kurt Russell -un actor que nunca ha estado en mi lista de actores favoritos-  y la más que eficaz Jennifer Jason Leigh, una actriz del método que tras una larga carrera artística por fin tiene su primera nominación a los Oscar por el papel de Daisy Domergue. Ellos van a ser los que ofrecerán los momentos más  divertidos e interesantes de la película en una simbiosis perfecta que los convertirá, dentro de la brutalidad de su relación, en personajes entrañables.

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Kurt Russell y Jennifer Jason Leigh, lo mejor de la película

Así, no esperemos ver en The Hateful Eight un western contemporaneizado con personajes atormentados  y especialmente antiheroicos o psicológicamente complejos como Proposition (John Hillcoat, 2005), 3.10 to Yuma (James Mangold, 2007), Appaloosa (Ed Harris, 2008), True Grit (Ethan y Joel Coen, 2010), la producción española Blackthorn (Mateo Gil, 2011) y presumiblemente Jane got a gun de Gavin O’Connor cuyo estreno está previsto en 2016. Nuestro western lleva la firma de Quentin Tarantino.

 

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