Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Rick and Morty» T7 (Adult Swim, 2023): los altos más altos y los bajos más bajos

Aviso: esta entrada contiene spoilers de esta y otras temporadas anteriores.

Parecen coexistir, pero no cohabitar en Rick and Morty dos series. Una es irreverente, burlesca hacia las narrativas tradicionales y vacía de avances significativos en sus arcos de personaje. La otra es profunda, fresca en su entendimiento de las narrativas tradicionales y compleja en el tratamiento y desarrollo de sus personajes. Este hecho se lleva perpetuando desde que, en 2013, se estrenara el primer episodio de la serie. Es por muchos sabido que las dos primeras temporadas se compusieron, mayormente, de aciertos, mientras que la franja que cubre de la tercera a la quinta fue un período oscuro donde Rick and Morty se iba hundiendo progresivamente en el olvido. Y, entonces, un rayo de esperanza: una sexta temporada redentora, compuesta de algunos de los mejores puntos de las primeras temporadas junto con, desgraciadamente, muchos de los peores de temporadas anteriores. Ya hablamos de ella hace un año y hoy, volvemos a las locas aventuras del dúo Rick y Morty para deliberar la nueva dirección de la serie.

Esta séptima temporada no existe en un vacío. Su estreno viene precedido de algunos cambios importantes. Por una parte, la despedida de Justin Roiland, cocreador y showrunner, tras numerosas denuncias de acoso. Por la otra, la necesidad de encontrar todo un nuevo reparto para la serie; Roiland era el encargado de poner voces a tres cuartas partes de los terciarios y, más importante si cabe, los propios Rick y Morty. Para resolver el problema, además de todo un nuevo reparto de actores y actrices de doblaje (de los cuales solo Jon Allen desentona como un Poopybutthole algo exagerado), se han encontrado dos sustitutos, uno para cada protagonista: Ian Cardoni para Rick y Harry Belden para Morty. El resultado ha sido excepcional. Un Morty completamente irreconocible de su contraparte con Roiland y un Rick tan solo algo disonante al imitar el trabajo previo, pero completamente apabullante desligado de esas cadenas. La habilidad de Cardoni para imprimir emoción en Rick (y todas sus variantes multiversales) no solo es pareja con Roiland; en ocasiones, la supera con creces. Prueba de ello es el monólogo del quinto episodio, en el que profundizaremos más adelante.

La séptima temporada es, en su producción, continuista de la anterior. La afortunada partida de Justin Roiland no parece haber afectado a la serie en modo alguno. Ya ha admitido Dan Harmon, cocreador y guionista principal de Rick and Morty, que no se habla con Roiland desde 2019 (alrededor de la cuarta temporada) y que la dirección de la serie está prácticamente a su cargo en tanto Roiland no acudía a muchas sesiones de trabajo. Este hecho, sumado al amplio número de guionistas de la serie desde la primera temporada, ha provocado que la séptima no se resienta por la pérdida de uno de los showrunners. Es más: algunos de los mejores guionistas vuelven para escribir episodios brillantes. Albro Lundy, James Siciliano y Heather Anne Campbell son nombres a tener en cuenta para los próximos años.

Esta temporada es responsable de haber devuelto la fe en muchos fans cansados de la irreverencia anterior. No es una victoria total, pues solo la mitad de los episodios son verdaderamente notables. La otra mitad peca de los mismos errores presentes en la época oscura de la serie: tramas sin propósito, lo grotesco por lo grotesco y, sobre todo, una animadversión tan intensa hacia las narrativas tradicionales que filtra las frustraciones de muchos guionistas en productos inferiores a las obras de las que hacen burla. Es el caso de «Wet Kuat Amortican Summer» (E7), donde una interesantísima historia sobre la aceptación de Summer y Morty en su entorno escolar a través de la manipulación de sus habilidades sociales se convierte en una manida ristra de referencias a Total Recall (Paul Verhoeven, 1990) y un absurdismo vacío de significado. Desgraciadamente, esta mentalidad también lleva a uno de los peores, si no el peor episodio, de la serie: «Rise of the Numbericons: The Movie» (E8), cuya falta total de Rick se opone al núcleo argumental de Rick and Morty y cuya deslavazada trama es solo comparable al catastrófico ritmo y manejo de la tensión. Otros, como «How Poopy Got His Poop Back» (E1) o «Mort: Ragnarick», decepcionan por razones semejantes. Primero, plantean una premisa interesante: respectivamente, la reconexión de Rick y sus amigos con Poopy para celebrar su cumpleaños tras años de penurias, y el descubrimiento del Más Allá como fuente de energía infinita, esto último un mundo de posibilidades para explorar la psicología de Rick. Pero varios minutos después, los episodios pervierten cualquier intención original con un desarrollo progresivo hacia el absurdo. Al final, uno sale de estos capítulos con una sensación de no haber extraído prácticamente nada de su visionado.

Y es que Rick and Morty, en realidad, es una serie con algunas ideas brillantes. En ocasiones, tan solo busca brindar entretenimiento con el infinito mundo de posibilidades que permite su premisa multiversal; de ahí surgen episodios como «Total Rickall» (T2, E4), «Rattlestar Ricklactica» (T4, E5) o, en esta misma temporada, «Rickfending Your Mort» (T7, E6), cuyo formato de sketch funciona a la par con una trama continuada perfectamente funcional. Pero, en sus mejores momentos, los creativos de Rick and Morty quieren hacernos cuestionar nuestro mundo, nuestra realidad y nuestro valor como seres humanos. Sea con una narrativa continua sobre versiones malignas de Rick (Rick Prime) y Morty (Evil Morty) o mediante conceptos complejos, siempre subyace en sus mejores episodios un mensaje optimista, de aceptación del mundo en que nos ha tocado vivir y de tratar de disfrutar el viaje hasta nuestra inevitable muerte. Esta es la máxima de Rick y, desde la temporada anterior, también de la familia Smith. Solo existe un problema real: ¿hasta qué punto la libertad del multiverso nos hace perdernos a nosotros mismos? Este parece el tema principal de la serie y de esta temporada en particular.

Gran parte de la maestría narrativa y temática de Rick and Morty se encuentra representada en dos episodios de esta misma temporada: el segundo, «The Jerrick Trap», y el cuarto, «That’s Amorte». Escrito por el dúo Albro Lundy («The Vat of Acid Episode» [T4, E8] y «Solaricks» [T6, E1]) y James Siciliano («Analyze Piss» [T6, E8]), de los mejores guionistas de la serie, «The Jerrick Trap» es una exploración profunda del intercambio de dos mentes en cuerpos distintos. Ante lo trillado del concepto, la serie le da el giro necesario para mantenerlo fresco: hacer que los cuerpos de Rick y Jerry conserven parte de sus identidades originales en el intercambio. Nacen dos personas que no son ni enteramente Rick ni enteramente Jerry. Ello provoca un entendimiento entre ambos; si en sus cuerpos originales odian al otro y al intercambiar sus mentes por completo recurren al suicidio (un astuto comentario sobre cómo cada persona aprende a vivir consigo misma), la opción intermedia permite asimilar el pasado, opiniones y actitud del prójimo en cada uno y, así, convertirse en una mejor versión de nosotros mismos. Sin embargo, el propio episodio juega con su concepto: es consciente de que, si dos personas diferentes pueden mejorar asimilando a la otra, dos personas iguales solo podrían traer problemas al resto. La conclusión del episodio es una lección de vida: las interacciones sociales, tan necesarias en el ser humano, nos permiten mejorar como personas al comprender a los demás, pero no debemos cruzar la línea y convertirnos en quienes no somos.

En la ecléctica metodología episódica de la serie, «That’s Amorte» es un capítulo completamente diferente a «The Jerrick Trap» que analiza otros aspectos del ser humano como ente social. La sobresaliente Heather Anne Campbell escribe, así, una bizarra historia de personas que se convierten en deliciosos espaguetis al suicidarse para desembocar en una sesuda crítica al capitalismo que, a su vez, debate la paradoja humana: nuestra naturaleza hobbesiana en convivencia con sentimientos como la empatía o la bondad. La resolución del conflicto principal pasa por ese último filtro: al comprender la complejidad de la existencia humana, somos incapaces de cometer maldades. Sorprende que el montaje de la vida de Fred, paciente terminal voluntario para ser clonado y convertido en espagueti por toda la eternidad, resulte tan emocionalmente intenso después de temporadas previas con montajes similares. Heather Anne Campbell y la serie en su conjunto parecen entender qué nos hace humanos, qué rasgos psicológicos nos construyen desde pequeños y nos llevan a cumplir sueños, qué volantazos da la vida para destruirlos y cómo, aunque lleguemos hasta nuestros últimos días con paz y tranquilidad, siempre convivirá la aceptación de una vida bien vivida con el arrepentimiento de las cosas que nunca hicimos y el daño que jamás enmendamos. Es un final precioso que mezcla con mano experta tristeza y felicidad, irreverencia y seriedad. La paradoja humana.

Como decía en aquella entrada sobre la sexta temporada y como viene a probarse una vez más, Rick and Morty es una serie con corazón. Un corazón llamado, precisamente, «Rick y Morty». En su dinámica conjunta y sus personalidades individuales se concentra el núcleo temático de la serie. Rick es un nihilista que pisa la libertad de los otros por miedo a crear lazos y perderlos como a su esposa e hija. Morty es un niño al que su abuelo ha hecho madurar demasiado pronto. Pero ambos se retroalimentan; con el paso de las temporadas, aprenden del otro y se descubren a sí mismos. En una estructura perfecta, el quinto episodio de esta temporada explora la psicología dañada de Rick y el décimo hace lo propio con Morty, ambos desde ópticas adecuadas a sus personalidades: el quinto («Unmortricken») es una historia de ciencia ficción repleta de multiversos, sangre, batallas tecnologizadas y venganza; el décimo («Fear No Mort») es una historia cotidiana sobre la felicidad de los pequeños momentos, pero con un núcleo de terror oculto a primera vista.

Con «Unmortricken», el dúo Albro Lundy-James Siciliano vuelve a marcar músculo. Esta es, a todos los respectos, la conclusión a la búsqueda de Rick Prime, el Rick de la dimensión original, por parte de Rick C-137, el coprotagonista desde la primera temporada. A diferencia de la mayoría de los arcos narrativos de la serie, la historia de Rick Prime, introducida al principio de la temporada anterior, no se alarga ni siquiera hasta el final de esta. «Unmortricken» deja claro que el personaje siempre había sido planteado como un red herring para el auténtico antagonista de la serie, Evil Morty, y como un paso necesario más para construir el complejo entramado de Rick como protagonista.

La maestría de «Unmorticken» se encuentra en varios puntos. Primero, introduce el magistral concepto del arma Omega, un arma capaz de erradicar a un individuo de cualquier universo. Diane, esposa de Rick y raíz de su trasfondo trágico, fue erradicada de todos los universos posibles por Rick Prime. Ello no solo construye a un villano sin ambages; también construye a Rick como personaje todavía más trágico: aunque quisiera haber intentado reiniciar su vida en otro universo con otra Diane, no habría podido. Segundo, el episodio hace que, entre toda la masacre y violencia, sea Evil Morty y no Rick quien vence a Rick Prime y obtiene el arma Omega. Aumenta la tensión narrativa para posteriores temporadas: Evil Morty es ahora un antagonista que podría, en cualquier momento, acabar con cualquier personaje. Al mismo tiempo, construye un villano coherente para con la historia de Morty (en la que profundizaremos con «Fear No Mort»). Tercero, el asesinato de Rick Prime demuestra las habilidades interpretativas de un Ian Cardoni muy superior al trabajo de Roiland. Transmite aquello que subyace al monólogo de Rick Prime: que disfruta de ser malvado, sí, pero también que siente un atisbo de inferioridad por los lazos que Rick C-137 ha podido crear con su propia familia. Rick Prime es tan orgulloso como trágico; en el proceso de descubrir el multiverso a otros Ricks, se fue perdiendo a sí mismo y rechazó la tranquilidad de una vida cotidiana. Pocos actores de doblaje son capaces de, en su quinto episodio de producción, asimilar el trabajo de otra persona, juntar lo mejor de ambos intérpretes y ofrecer un tour de force en una situación tan complicada como un monólogo en mitad de una paliza de muerte.

Por último, esta escena, excelente por méritos propios, lleva a otros dos de los mejores momentos de la serie: el precioso abrazo de Morty a un Rick ensangrentado y el montaje final, un paralelo con la misma música y estructura de «Rick Potion #9» (T1, E6), esta vez con Rick en el lugar de Morty. Repudiado por su ex Unity («Air Force Wang» [T7, E3]), la única persona con la que construyó una relación profunda, y cumplida su venganza con Rick Prime, descubre que no tiene propósito y que, mientras todos en la familia han mejorado sus relaciones, él pasa por su momento más bajo.

Finalmente, «Fear No Mort» se encabeza como, prácticamente, el mejor final de una temporada hasta la fecha. Gracias a la pluma de Heather Anne Campbell, el episodio subvierte las expectativas no de manera gratuita, como otros capítulos, sino para profundizar en la psicología de Morty. Recontextualizadas desde su punto de vista, las preciosas escenas cotidianas de Rick con Diane en la realidad alternativa del Fear Hole son producto de su mayor miedo: que, para Rick, la única persona irremplazable es, fue y será Diane. A través de varios red herrings que son, a su vez, miedos reales de Morty (como no ser aceptado o querido por los demás), su mayor miedo se proyecta a través de situaciones en que Rick ayuda y valora a su nieto como alguien irremplazable. El giro de guion final es una magistral representación de estos miedos: un Rick que jamás entró en el Fear Hole para ayudar a Morty. Esta trama se deja abierta para posteriores temporadas y la conclusión del episodio apunta hacia una dirección clara: el momento en que Rick comprenda y admita, de corazón, que Morty (si no toda su familia) es verdaderamente irremplazable por clones o Mortys de otras dimensiones. Rick ya da el primer paso: no entrar en el Fear Hole, donde podría reunirse con Diane de nuevo, y, en su lugar, apreciar la valentía de su nieto, orgulloso de él. Dice mucho de Rick que lleve siempre a buen recaudo una foto de Morty.

Independientemente del mensaje de algunos de sus episodios, Rick and Morty parece no conocer el punto medio. Si veníamos de una sexta temporada consistente, pero mediocre en la ejecución de muchos de sus conceptos y temas, esta séptima ha tenido, sin duda, los puntos más álgidos de la serie, pero también algunos de los más bajos. Lo que podría haber sido una de las mejores obras de ciencia ficción del siglo XXI sigue demostrándose como un pastiche donde un equipo de guionistas falla estrepitosamente en sus objetivos y otro acierta con absoluta maestría. Nada hay más humano que esa paradoja y, por ello, creo también que deberíamos apreciar sus aciertos con la mejor de las voluntades. Porque cuando Rick and Morty acierta, es brillante. Se entreve un Evil Morty originado en ese miedo a ser reemplazable para Rick, un Morty que solo busca una vida tranquila alejada del conflicto y de su abuelo. Para Rick, parece construirse un paralelo en la sorprendentemente emocional escena poscréditos del quinto capítulo: alguien que, tras haber perdido a su ser más querido, vuelve a conectar con su lado sensible y feliz con otra persona. Puede que esa «otra persona» para Rick sea un Morty irremplazable y que de esa retroalimentación nazca el título de la serie.

Tal y como se encuentra la serie en este punto, podemos mirar al futuro con esperanza: esta vez, el equipo creativo tiene un plan para las siguientes temporadas y, si continúa en esta dirección, el cierre promete estar a la altura.

 

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